El “transhumanismo”
más allá de la tecnología.
(Este texto ha sido publicado de nuevo, adaptado a la web tendencia 21 el 13 de diciembre de 2016 en cl siguiente enlace:
http://www.tendencias21.net/Amenaza-el-transhumanismo-el-futuro-de-la-humanidad_a43520.html)
En cada uno de nosotros hay un tecnófilo (agradecemos que la
técnica nos ayude en nuestra vida cotidiana) y un tecnófobo (renegamos de la
esclavitud de las “maquinitas” en la que, a menudo, nos caemos). Como
tecnófilos pues no podemos no agradecer que, por ejemplo, una prótesis nos
ayude a poder andar sin dolor, que comunicarnos por correo electrónico nos
facilite el intercambio de mensajes, rápida, cómoda y casi gratuitamente. Pero
somos tecnófobos cuando vemos padecer a nuestros mayores por un encarnizamiento
terapéutico que les impide salir de esta vida con dignidad. Somos tecnófobos
cuando constatamos que la gestión que antes no llevaba media hora, en la
actualidad, con los protocolos que nos imponen las administraciones públicas o
privadas, o los cambios que llevan a cabo las empresas informáticas para vender
más, nos lleva medio día, si somos capaces de completarlas. (El libro de David
Graeber “La Utopía
de las normas”, Ariel, 2015, muestra la maraña en la que la burocracia y la
tecnología informática nos han conducido). Seguro que el lector puede
multiplicar los ejemplos.
El dilema de Nicholas Carr. Estamos en el dilema que
hace pocos años nos planteaba la lectura del libro de Nicholas Carr “Superficiales.
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”. Taurus, Madrid 2011. Propone
dos grandes tesis en presencia: los “instrumentalistas” versus los
“deterministas”. Por un lado “los intrumentalistas” que sostienen que las
herramientas tecnológicas son, en si mismas consideradas, neutras. Son
instrumentos, son medios, de los que nos servimos los humanos y están
subordinados a nuestros deseos y prioridades, a nuestros fines en última
instancia. Los fines, los objetivos, los ponemos los humanos y las tecnologías
no serían sino medios para lograr más fácilmente esos fines.
Pero Carr se aproxima a la tesis determinista al escribir
que “los medios no son solamente canales de información. Proporcionan la
materia del pensamiento y también modelan el proceso de pensamiento” (Pág.18)
llegando a afirmar más adelante que pueden llegar a modificar el funcionamiento
del cerebro humano, cuestión a la que dedica todo un capítulo. Al final de su
libro escribe que “programamos nuestros ordenadores y, posteriormente, ellos nos
programan a nosotros”. Recibimos infinidad de informaciones, de forma casi
instantánea, de fuentes que, a menudo no controlamos, informaciones que no
sabemos (¿ni podemos?) priorizar de tal suerte que “más información puede
significar menos conocimiento” (Pág. 257). Y va todavía más lejos cuando,
citando el trabajo de Kandel “In search of memory”, escribe que “para algunos
tipos de pensamientos, especialmente la toma de decisiones morales sobre las
situaciones sociales y psicológicas de otras personas, es necesario dejar pasar
el tiempo y la reflexión adecuadas. Si las cosas están sucediendo demasiado
rápidamente, no siempre se pueden asimilar bien las emociones acerca de los
estados psicológicos de otras personas” Sería temerario saltar a la conclusión de
que Internet está minando nuestro sentido moral. Pero no sería aventurado
sugerir que, a medida que la Red
redibuja nuestro camino vital y disminuye nuestra capacidad para la
contemplación, “está alterando la profundidad de nuestras emociones y nuestros
pensamientos”. Carr (pp. 265-266). Pero, con el movimiento transhumanista, creo
que le disputa ha dado un gran paso.
He de confesar, de entrada, que hasta el martes 3 de
noviembre pasado, no sabía nada del movimiento “transhumanista”, que algunos
denominan como lo humano “aumentado” y que, por lo que leí ese martes en el TGV
que me llevaba a Paris, nace en 1998 como una Asociación transhumanista mundial
fundada por un sueco, Nick Bostrom, que advino, en inglés, “Humanity +”.
¿En qué consiste el movimiento transhumanista?. En el
Dossier que leí en el diario “La
Croix ” ese día, - y que continuo en la lectura de los otros
tres que publicó ese mismo mes de noviembre -, en palabras de Jean Michel
Besnier, profesor de filosofía de la universidad Paris Sorbona (1), “se trata
de un movimiento que pretende mejorar al hombre, “aumentarlo”, gracias al poder
de las ciencias y de las técnicas. Los transhumanistas tienen la ambición de
transcender los límites biológicos del ser humano, terminar con la enfermedad,
el sufrimiento, el azar del nacimiento, y también el envejecimiento y la
muerte. Diciendo esto, continúa Besnier, no estamos hablando de cosas
fantasiosas, pues hay equipos que están trabajando en la actualidad en este
sentido, y con considerables aportaciones financieras”. (En la Web de la universidad de la Sorbona , de donde copio la
ilustración de este artículo, puede leerse la entrevista completa en este
enlace, lo que no creo posible en el cotidiano: http://www.la-croix.com/Ethique/Sciences-humaines/Pour-les-transhumanistes-les-technologies-vont-sauver-l-humanite-2015-11-03-1375816).
Cita Besnier en su entrevista el proyecto “Calico”, que busca prolongar los
limites de la esperanza de vida, proyecto sostenido por Google. Entren en
Internet en “Calico proyect Google” y leerán, en su entrada, que “Nos estamos
enfrentando al envejecimiento, uno de los mayores misterios de la vida. CALICO es una empresa de investigación y desarrollo, cuya
misión es aprovechar las tecnologías avanzadas para aumentar nuestra
comprensión de la biología que controla la vida útil. La ejecución de esta
misión requerirá un nivel sin precedentes de esfuerzo interdisciplinario y un
enfoque a largo plazo para la que la financiación ya está en marcha”.
(Consultado el 08/11/15). En efecto, en septiembre de 2014, Google anunciaba
una inversión 1,5 billones (con “b”) de dólares para este proyecto. http://www.la-croix.com/Ethique/Sciences-humaines/Pour-les-transhumanistes-les-technologies-vont-sauver-l-humanite-2015-11-03-1375816
Portada del
Suplemento de “La Croix ”
sobre el transhumanismo (03/11/15), copiado de la Web de la Universidad de Paris-Sorbona
(21/11/15)
En el Dossier de La
Croix nos ofrecen una bibliografía de veinte títulos,
solamente en lengua francesa, de la que siete son del presente año 2015. Siendo
un lego total en el tema, con la bibliografía en la mano me dirigí a una de mis
librerías preferidas en Paris, “Compagnie”, rue des Ecoles 58, para pedir
consejo y hacerme con algunos libros sobre el transhumanismo. La responsable de
Ciencias Humanas, que ya me conoce, no solamente me atendió con suma
amabilidad, lo que no siempre es el caso con nuestros vecinos del norte, sino
que en un pispás me trajo ocho libros, algunos de los cuales no estaban en la
lista de “La Croix ”.
Me dijo que, en fechas pasadas, habían consagrado una vitrina de la librería al
tema. Sí, todavía quedan libreros, aunque lo tienen crudo con la competencia de
Amazon que, por cierto, ejerce la censura, en los comentarios a los libros. Doy
fe.
La ciertamente singular “Singularity University”. Me
hice en mi librería parisina con dos libros y estoy en su lectura. Uno de ellos,
“L´humain augmenté”, dirigido por Édouard Kleinpeter, físico de formación e
ingeniero investigador en el Centre Nacional de Recherches Scientifiques
(CNRS), editor del volumen el año 2015, es un elenco de 14 textos que abordan
el movimientos desde diferentes disciplinas. El otro, “La tentation
transhumaniste” de Frack Damour, Ed. Salvator 2015. Damour detalla, (página 46
y ss.) la importancia de la “Singularity University” en Silicon Valley, fundada
por Ray Kurzweil, uno de los “gurus” del movimiento transhumanista, Universidad
que se presenta con esta idea: “Nuestra misión es
educar, inspirar y empoderar a los líderes de aplicar tecnologías exponenciales
para hacer frente a los grandes retos de la humanidad” (Consultado en Internet
el 08/11/15). Entienden por tecnologías exponenciales las que se insertan bajo
el acrónimo “NBIC”: nanotecnologías, biotecnologías, informática (Big Data e
Internet) y la ciencia cognitiva (inteligencia artificial y robótica). El
transhumanismo considera ciertos aspectos de la condición humana, “como la
minusvalía, el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento o la muerte como
inútiles e indeseables”, (en la
Web. de Sing. Univ.) superables gracias a las sinergias que
el movimiento está poniendo en marcha.
Así dicho, ¿quien no se
apuntaría a esta quimera?. El deseo de vivir eternamente, no padecer
enfermedades, no envejecer, controlar el color de los ojos de los niños, antes
del nacimiento etc., etc., que sean altos, guapos e inteligentes tiene una
gigantesca atracción. Luego, también, poder y financiación.
En efecto, los credos de este movimiento están en línea con
los de los poderes económicos y políticos. Según estos, la prosperidad
económica pasa por la innovación tecnológica (que no necesariamente científica)
y debe alentarse al máximo. Además, cabe pensar en otra razón. Después de las
barbaridades del siglo XX, el hombre de hoy ya no se ama a sí mismo. La
humanidad parece atravesar una profunda depresión marcada por esa falta de auto-estima
que origina, a su vez, el apego a las máquinas. Para decirlo de otra manera: puesto
que el hombre es tan falible, ya que su voluntad condujo a lo peor, ¿por qué no
confiar en las máquinas y trabajar para el surgimiento de una nueva humanidad?.
Así el hombre de hoy, (básicamente en masculino), pone en las maquinas su
futuro.
Un cardenal aborda el tema en
su discurso de investidura Doctor Honoris Causa. Después he sabido que
el Cardenal Gianfranco Ravasi en el discurso que pronunció, en su investidura
como Doctor Honoris en la
Universidad de Deusto, el 4 de marzo de 2014, bajo el título
de “Los nuevos desafíos del diálogo entre la moral y la ciencia” ya se había
referido al “transhumanismo, propuesto por Julien Huxley en clave
social y transferido en los años ochenta del siglo pasado al ámbito científico”
y citaba a Robin Hanson cuando afirmaba que “el transhumanismo es la idea según
la cual las nuevas tecnologías probablemente cambiarán el mundo en el próximo
siglo y en los siguientes, hasta tal punto que nuestros descendientes ya no
serán, en muchos aspectos, humanos”. Serán “transhumanos” e incluso
“posthumanos”, y en cualquier caso, “postdarwinianos”.
Ravasi aborda en su conferencia los desafíos que la ciencia
plantea a la moral y a la religión. Y concluyó su conferencia con estas
palabras. “No por casualidad Max Planck, el gran artífice de la teoría
cuántica, en su Conocimiento del mundo físico, no dudaba en afirmar que
«ciencia y religión no están en contraste, sino que tienen necesidad la una de
la otra para completarse en la mente de un hombre que piensa seriamente». Se
trata de un diálogo epistemológicamente riguroso y respetuoso, incluso
necesario. Hasta tal punto que Einstein, en su autobiográfico Out of My
Later Years llegaba a acuñar la famosa fórmula: «La ciencia sin la religión
es coja. La religión sin la ciencia es ciega». Y al final de su existencia, en
1955, en una especie de testamento, dejaba en su Mensaje a la humanidad una
llamada (…): «Nosotros, los científicos, dirigimos una llamada como seres
humanos que se dirigen a seres humanos. Recordad vuestra humanidad y olvidad el
resto»”.
Filósofos y científicos se
inquietan. Nadie pone en duda la bondad
de los progresos científicos en los campos de la sanidad, de la educación y de
lo que se quiera. Pero aquí se pretende, incluso, cambiar la especie humana y
del transhumanismo algunos ya piensan en el posthumanismo. Es lo que escribía
Luc Ferry, renombrado filósofo francés, ministro de educación con Mitterand, en
un artículo que publica en “Le Figaro” el jueves 5 de noviembre pasado bajo el
titulo de “La revolución transhumaniste” que comienza así: “Sobretodo no crean
que se trata de ciencia ficción. Recientemente un equipo chino ha logrado reparar
el genoma de células humanas embrionarias. Esto es, ya las biotecnologías son
capaces de modificar nuestra especie de manera potencialmente irreversible como
desde hace años es una realidad en los OGM (organismos genéticamente
modificados) vegetales”.
Yo no tengo las competencias
para valorar en su justa medida el alcance de determinados aspectos del
movimiento trashumanista. Pero cuando leo, en el Dossier de “La Croix ”, en palabras de Jean
Michel Besnier, que “el físico Stephen Hawking, el
fundador de Microsoft, Bill Gates, y el ingeniero Elon Musk se han inquietado
recientemente de las amenazas que la inteligencia artificial hace pensar sobre
la especie humana”, yo también me inquieto. Preguntaré a amigos de esas ramas
de la ciencia qué piensan de todo esto. Pero, como ya me hacen entrever mis
todavía escasas lecturas sobre el tema, constato que estamos ante dos
planteamientos: uno, el de los que, con seriedad y rigor, desean mejorar la
especie humana pero sin perder su humanidad y el de los que, como Kurzweil y
otros, abogan por la “tecnofabricación” de una posthumanidad de una especie
radical y definitivamente diferente de la nuestra. Y en esto último no estamos
solamente en cuestiones de tecnología, sino en una ideología que, más allá de
toda ética, se pone de rodillas ante la tecnología.
Texto publicado en http://ssociologos.com/2015/11/29/el-transhumanismo-mas-alla-de-la-tecnologia/
Redactado en Donostia San
Sebastián, 23 de noviembre de 2015
Javier Elzo
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