El futbol más que
un deporte.
Artículo publicado
en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa el 30 de mayo de 2015
La final de copa que hoy juega
el Athletic con el Barsa, en su campo, me invita a releer algunas cosas que a
lo largo de mi vida he escrito sobre el futbol y sobre eventos como el de esta
tarde. Me voy a limitar a un par de ideas de una
conferencia que pronuncié en Ibaigane, ¡gran honor el mío!, no recuerdo con qué motivo, el 13 de septiembre de 2001. Hablé en
Ibaigane del deporte como aglutinador de una sociedad fracturada y del deporte
como identificador de un colectivo. Dije entonces que la Real y el Athletic son de las
pocas instituciones que aglutinan al conjunto de sociedad guipuzcoana o
vizcaína. El efecto perverso, añadía, es que este aglutinante puede llegar a
ser identificador, en exceso, de una persona o de un colectivo. Así se
llega al “hooligan” y, si tiene connotaciones políticas, raciales o de otro
signo, la identificación puede hacer que se vea al otro como enemigo. Veamos.
Es una banalidad decir que vivimos en la
ausencia de referentes colectivos en la sociedad del bienestar, uno de cuyos
valores básicos es, precisamente, el individualismo. El referente religioso es
muy minoritario y con una expresión cada día más personalizada y alejada de las
iglesias oficiales. El referente político muy desprestigiado y extremadamente
segmentado y enfrentado. Lo acabamos de comprobar en la campaña electoral. En
fin el referente social, es verbalmente asumido pero en la realidad postergado.
Nadie quiere tener en su barrio a emigrantes en las calles y en los bancos, tampoco
centros de tratamiento de toxicómanos, enfermos de sida, jóvenes en procesos de
inserción social etcétera. Es lo que explica, por ejemplo, el llamado “efecto
Maroto” en Vitoria.
En este contexto la Real , el Alavés, el Osasuna,
el Eibar (¡ay, que pena!) y, más aún por su historia, anclada en el DNI de
Bizkaia, el Athletic adquiere un protagonismo aún mayor, si cabe, del que
siempre tuvo. Al menos desde que tengo recuerdos, ya por mi edad, alejados en
el tiempo.
Además no hay que olvidar otra
característica de nuestra sociedad en la que, al final, todo es espectáculo.
Hasta los telediarios son cada día más espectáculo y menos información.
¡Cuantas horas no se consumen en las radios y televisiones del mundo occidental
en torno al deporte, en general, y al fútbol en particular! ¡Cuantas páginas y
enlaces digitales dedicados a este o aquel equipo de fútbol. Pero la televisión
y la radio no le dedicarían tantas horas y la prensa, digital y en papel, tanto
espacio, si no supieran que el tema interesa y engancha el público. Así se
produce un fenómeno de retroalimentación. Se publica porque interesa mucho e
interesa mucho cuanto más se publique. Tantas horas, todos los días de la
temporada futbolística escuchando o leyendo historias alrededor de cada partido
de fútbol, convierten al partido y, sobretodo, al resultado en el centro de las
conversaciones y anhelos de tanta y tanta gente. De ahí, también, que se diga
que el mayor capital de la Real
y del Athletic sea su público. Un público que vibra ante su equipo, un público
construido a base de años y años de leer y comentar las mil y una incidencias
de su club, partido a partido.
Es la confluencia de una sociedad ayuna
de referentes y proyectos colectivos en la que lo individual, lo próximo y
cercano está adquiriendo cada día mas fuerza, con un equipo de fútbol, el
Athletic en este caso, un equipo, decía, que simboliza precisamente esa
cercanía y cotidianidad en la que nos sentimos piña, grupo y colectivo que nos
identifica sin dividirnos. Añádase a ello su gran presencia en los medios de
comunicación y en las redes sociales y entenderemos que se haya convertido en
el icono de gran parte de la población y que, hoy, vibre y sueñe con la final
del Nou Camp.
De lo segundo que señalaba en Ibaigane,
entre el
público de los estadios hay que distinguir, como poco, dos colectivos (hay más,
afortunadamente): los seguidores (tifosis los llaman en Italia y supporteurs en
Francia) por un lado, y los hooligans, que están un poco por todas partes, por
el otro.
Los “seguidores”, los
que viven para, por, si, sobre, tras su equipo son imprescindibles para los
clubes: crean ambiente y, en más de un caso, llevan en volandas al equipo al
triunfo. Es el caso de San Mames, a diferencia de Anoeta que no es un campo de
fútbol.
Pero a veces se pasan. En insultos al arbitro y a los jugadores
del campo contrario (o del propio sin van perdiendo). A veces, estos insultos
suben de tono y adquieren tintes racistas. Así se da el salto a los hooligans:
gentes de extrema derecha, dirigida por líderes de extrema derecha que han
encontrado en el anonimato (y fervor) del seguidor caldo de cultivo para
manifestar su racismo. La gran mayoría de los seguidores detestan a los
hooligans pero no es menos cierto que tres de cada cuatro hooligans, según
estudios de sociólogos y criminólogos europeos, pertenecen al núcleo duro de
los seguidores. Luego, aun siendo diferentes, hay una corriente trasmisora
entre unos y otros. Cuestión a no olvidar. Por los seguidores que, en honor a
la verdad, los del Atlhelic no pasan de ser seguidores, enardecidos muchas
veces sí, pero en nada hooligans.
Me gusta mucho citar a Lilian Thuram, ex
jugador del Barcelona, con motivo de un Programa en la televisión francesa
sobre el racismo, donde manifestó que “a veces, cuando me preguntan cómo, en el
campo de fútbol, puedo soportar los gritos de “mono” dirigidos a los jugadores
de color cuanto tocan el balón, respondo que compadezco a esa gente y que, en
el fondo, comprendo su comportamiento. (….) pues con esos gritos de “mono”
responden a una idea que ha sido inculcada a la gente, de forma inconsciente,
durante la esclavitud…. Todos los racismos son ideologías que han sido
construidas intelectualmente…Así es totalmente normal que, en la actualidad,
haya complejos de superioridad y complejos de inferioridad que no son sino el
fruto de la historia”. Vaya esto para los racistas hooligans. Afortunadamente nada
de esto se vive en San Mames.
Cierro
señalando que también necesitamos estos momentos de exaltación y alegría. ¡Vaya
que sí!. ¡Disfrutémoslos!. Más aún, enorgullezcámonos de cómo lo estamos
disfrutando. Sin zaherir a nadie. Sin culpabilizar a nadie si, al final, no
traemos la copa a casa y la gabarra no se pasea por la ría. Disfrutemos sin
complejos, con alegría a borbotones, incluso con la chispa que da un vaso de
buen vino. O dos…Si les dicen que eso el opio del pueblo, pues bien, digan que
bienvenido sea el opio. La sabiduría del Qohelet, siglos IV o III antes de
Cristo, ya nos dice que “todo tiene su tiempo y sazón, todas la tareas bajo el
sol” y en su versículo 3,4, concreta: “tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo
de hacer duelo, tiempo de bailar”. Hoy es tiempo de reír y de disfrutar. ¡Aupa
Athletic!. Y que haya gabarra.
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