¿Es la innovación factor de progreso social?
El sábado 20 y domingo 21 del pasado mes
de septiembre asistí en París a una serie de conferencias, mesas redondas,
entrevistas, etc., que el diario “Le Monde” organizó bajo el título genérico de
“El mundo de mañana: hablemos de ello, hoy”. En total unos 20 eventos en dos
lugares distintos (consultables en la web de Le Monde). El precio del billete, para
acceder a cada evento seleccionado, costaba 13 €, 9 € a los mayores de 65 años
y 8 € a los que estamos abonados al cotidiano. Yo me apunté a cinco eventos
pero, muy cansado, solamente asistí a cuatro. Estos: “las metamorfosis de la
familia”; ¿es la innovación un factor de progreso social?; “La Europa de mañana” y “Se
podrá, todavía creer en Dios”. Me pareció un sistema excelente para la gente
que, de verdad, está interesada en una serie de temas. Se llevan
conferenciantes de primer nivel pero, para escucharles y discutir con ellos,
hay que pagar. Y los actos comienzan el sábado a las 9 de la mañana y terminan
el domingo a las 7 de la tarde.
Cada uno de los cuatro
eventos a los que asistí, con verdadera fruición, dada la altura de los
conferenciantes, da pie para escribir un artículo, más largo incluso del que
aquí redacto. Pero la experiencia me dice que los textos demasiado largos son
menos leídos. Me he decantado por trasladarles hoy, parte de los debates que
animaron la cuestión de si la innovación es un factor de progreso social.
El tema dio lugar a un encendido debate,
entre los propios intervinientes en la Mesa Redonda , y después con el numeroso público asistente
a la sesión, sesión que, tras haberse interrumpido pues a continuación en la
misma sala se abordaba otro tema, continuó sus debates en los pasillos. Con
promesa de los organizadores de « Le Monde » de que el tema volvería
entre los que se tratarían en Septiembre de 2015, pues ya se daba por hecho que
la experiencia del año actual, habiendo sido un éxito total, exigía una
prolongación, al menos anual.
Pero, ¿quien hubiera puesto en duda, al
término del siglo pasado que la innovación no fuera un factor de progreso
social?. Era un evidencia indiscutida e indiscutible, aunque algunos nos
empeñamos en señalar, en medio de un displicente silencio, que también
percibíamos innovaciones regresivas. Por ejemplo la manía de construir
edificios tontos, de los llamados inteligentes, donde nunca corre aire fresco,
incluso en zonas donde el aire era limpio y renovado por estar la zona próxima
al mar. En Euskadi sin ir más lejos.
Lo que se planteaba en Paris era como
cabía hablar de progreso social cuando las desigualdades sociales iban en
aumento, con las tasas de paro tan enormes en tantos países, cuando las
amenazas del cambio climático son ya una realidad, cuando un hombre como Bill
Gates acababa de declarar que de ahora al año 2035 los autómatas van a
reemplazar gran parte de las profesiones (la de enfermería, apuntó un
interviniente en el debate; por ejemplo). En Informática, ¿quien no percibe ya
que hemos perdido toda privacidad, cuando no libertad?. Lean, por ejemplo, a Evgeny Morozov o a Nicholas Carr (aun con sus puntas de exageración). Solamente nos salva a la inmensa mayoría de
ciudadanos que no somos tan importantes como para que los amos del mundo tengan
que pagar a tantos controladores-vigilantes-castigadores para detectar lo que
hagamos o dejemos de hacer frente a la pantalla de nuestro ordenador o en
nuestras vidas. En fin, ¿no será necesario cambiar el modelo económico, de
financiero a productivo, de ilimitado a controlado, de com-petidor a
con-currente? ¿No habrá que reflexionar como lo hace Dominique Meda, una de las
personas que conformaban la Mesa
de Debate, en su libro de gran éxito en Francia titulado “El mito del
crecimiento?.
No crean Ustedes que los componentes de la Mesa eran revolucionarios de
izquierdas, menos aun nostálgicos de un tiempo pasado que cual arcadia feliz el
progreso hubiera destruido. No. Eran gente sesuda y con los pies en el suelo.
Además de Domique Meda, filósofa y socióloga, estaban en la Mesa la física Hélêne
Langevin, nieta de Pierre y Marie Curie que con sus 87 años de edad mostró una
vivacidad y clarividencia asombrosas, Laurent Alexandre, cirujano y urólogo,
pero también licenciado en Ciencias Políticas y en la actualidad fundador de la
sociedad DNA Visión, una sociedad dedicada a la secuenciación del ADN. Nos
impacto a todos y volveré a él en el marco de estas líneas. Bernard Sahla,
Diplomado en la Escuela Politécnica
y en la actualidad Director de EDF (electricidad de Francia) que sudó lo suyo
cuando se le preguntó, con reiteración, sobre el recibo de la luz y, por ultimo,
un curioso e inteligentísimo “matemático dandy” (así se presenta y así viste),
Cédric Villani, que abríó el debate distinguiendo descubrimiento, invención e
innovación y lo cerró con esta pregunta: ¿para que les sirvió la innovación a
los aborígenes, indígenas que habitaban las americas cuando los europeos los
masacraron, diezmaron y los encerraron en reductos indios?. Porque no todos los
trataron como los jesuitas en las Reducciones, como tuve ocasión de volver a
comprobar, recientemente, visitando la excelente exposición “ad hoc” que han
montado los jesuitas en Javier (cerrado hasta marzo).
Hèléne Langevin hizo un canto a la
investigación básica. Fue muy dura con la burocratización en la que viven los
actuales investigadores pues les piden “innovar rápido y pensando en su
rentabilidad en el mercado” de tal suerte que les atosigan con papeles a
rellenar, trimestralmente, con el objetivo fundamental de saber en qué momento
se encuentran en su búsqueda de una innovación financieramente sostenible por
su validación en el mercado de lo que sea. Hoy se exige de la investigación su
aplicabilidad inmediata, directa y contable. “Con ese planteamiento mis abuelos
no hubieran inventado nada”, concluyó Langevin, en medio de un atronador
aplauso.
Laurent Alexandre, que trabaja en la secuenciación del ADN, afirmó que en la actualidad por 10 dólares se puede cambiar nuestro ADN y que el poder que hemos adquirido sobre nosotros mismos es enorme, que ese poder está en pocas manos, (Sylicon Valey y algunos chinos) y que ya hemos entrado en una sociedad eugenésica. Ahora en el segundo día de vida de un embrión (apenas el cigoto formado) se puede (en determinados lugares) detectar las posibles malformaciones del embrión y proceder a su eliminación. Pero no solamente eso, empieza a ser posible manipular el embrión para que salgan “chicos rubios con ojos azules” o producir Bill Gates en cadena, esto es, personas superinteligentes. Añadió que ya hay un equipo en China trabajando en este empeño. Me vino a la cabeza mi lectura adolescente de “El Mundo feliz” de Aldous Huxley. Sostuvo Alexandre también que en este siglo llegaremos a la “inteligencia artificial fuerte”, lo que significa una inteligencia que tenga conciencia de si misma: la robótica inteligente y consciente.
Salimos acongojonados. Cedo el final de mi texto a Edgar Morin que dijo en su intervención
en otra sesión que “la mundialización es un movimiento totalmente incontrolado
pues está propulsado por la ciencia a su vez incontrolada (¿Incontrolable? me
permito preguntar). La técnica incontrolada sirve básicamente para esclavizar
al hombre. La economía está
igualmente incontrolada. Nos dirigimos a diversas catástrofes. El futuro más
probable es angustioso. Mi esperanza se basa en el
hecho de que cuanto más cerca estemos del peligro, mayor es la toma de
conciencia. El miedo a desalentarme me tonifica”, concluyó Edgar Morin. Tiene 93 años de edad.
(Publicado en Ssociólogos el 02/10/14)
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