martes, 3 de julio de 2012

Ocio y negocio, esencial; trabajo y descanso, secundario



En “La Vanguardia del día de hoy” hay tres páginas completas dedicadas a lo que, de forma púdica aunque exacta, titulan “entre el ocio y el descanso”. En la primera plana del diario hay una entrada también muy significativa: “los restauradores de Barcelona piden flexibilidad en terrazas”. Flexibilidad, aquí también, quiere decir licencia para cerrar los locales más tarde y durante más días de la semana.

El azar ha hecho que lleve varios días contestando a un amplio cuestionario que el nuevo Delegado del Plan Nacional de Drogas del Gobierno Español, Francisco de Asís Balbín, nos hace llegar a algunos, que nos tienen como expertos, para elaborar el Plan Cuatrienal de Drogodependencias 2013-2016. Es un cuestionario largo de 33 preguntas abiertas que exigen redactar algo en cada una de ellas. Porque considero al Dr. Balbín una excelente persona y porque he sido educado así, llevo varios días cumplimentando el cuestionario. Con desánimo por la reiteración de las cuestiones, a muchas de las cuales no puedo sino responder lo que llevo diciendo más de treinta años, con la convicción de haber predicado en el desierto.

Diciéndolo en el Senado, en una Comisión “ad hoc” que terminó en una birria de Informe (tras tropecientos comparecientes, lo que habrá costado un riñón al erario publico), Informe que tiré a la papelera. Diciéndolo en el propia Plan Nacional de Drogas, en varios Ministerios, en infinidad de Congresos, reuniones, en más de veinte o treinta publicaciones que ya no recuerdo. Para nada. Rigurosamente para nada.

Al leer La Vanguardia de hoy del desánimo he pasado al cabreo porque creía que la sociedad catalana es de las que mejor estába llevando esto de las drogas, aunque se les fue la mano con el alcohol, convirtiendo Catalunya en el núcleo del turismo de borrachera, del que les está costando Dios y ayuda salir.

Es lo que sucedería en Euskadi, particularmente en Donosti, si tuviéramos Ryanair y similares en Hondarribi recibiendo en paquetes “todo comprendido” a los bárbaros del norte, los mayores borrachos de Europa, bajo la modalidad del atracón de alcohol (“binge drinking” le llaman) las noches de los fines de semana y todos las noches de las fiestas veraniegas. Pero ya tenemos bastante con los autóctonos y los del “autre coté”.

Por si acaso, y por si logramos importar el turismo de borrachera, ya acompaña el decreto del pasado 22 de marzo de nuestra autoridad gobernativa (con el beneplácito del Parlamento): los locales de bebidas alcohólicas podrán cerrar media hora más tarde como poco, y en verano otra media hora más tarde aún incitando aún más (sí, incitando) el “gau pasa” del personal. Más allá de alguna asociación de vecinos, sin la fuerza de la hostelería luego con la batalla perdida de antemano, nadie ha dicho nada. Es nuestro “euskovegas” particular.

La explicación de todo esto es muy sencilla: nuestra sociedad adulta ha privilegiado el ocio y negocio nocturno sobre el descanso y el trabajo de las personas que tienen la desgracia de vivir en zonas de juerga y no tienen los medios económicos para irse a otro sitio. Comprenderán que, cada vez más fuerte (más claro ya no puedo) cuando me llaman para hablar de drogas y alcohol en la juventud acuse de hipócrita a nuestra sociedad. A sus autoridades si, pero al conjunto poblacional también. ¿Cuantos se han solidarizado, de hecho, con las pobres gentes, muchas de edad avanzada, que sufren la tortura de no poder descansar, uno tras otro, los fines de semana?.

Ocio y nec-ocio, pero centrado en el ocio, es lo esencial. El trabajo y el descanso, lo secundario. Así nos va.

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