El azar ha hecho que
lleve varios días contestando a un amplio cuestionario que el nuevo Delegado
del Plan Nacional de Drogas del Gobierno Español, Francisco de Asís Balbín, nos
hace llegar a algunos, que nos tienen como expertos, para elaborar el Plan Cuatrienal
de Drogodependencias 2013-2016. Es un cuestionario largo de 33 preguntas
abiertas que exigen redactar algo en cada una de ellas. Porque considero al Dr.
Balbín una excelente persona y porque he sido educado así, llevo varios días
cumplimentando el cuestionario. Con desánimo por la reiteración de las
cuestiones, a muchas de las cuales no puedo sino responder lo que llevo
diciendo más de treinta años, con la convicción de haber predicado en el
desierto.
Diciéndolo en el Senado,
en una Comisión “ad hoc” que terminó en una birria de Informe (tras
tropecientos comparecientes, lo que habrá costado un riñón al erario publico),
Informe que tiré a la papelera. Diciéndolo en el propia Plan Nacional de
Drogas, en varios Ministerios, en infinidad de Congresos, reuniones, en más de
veinte o treinta publicaciones que ya no recuerdo. Para nada. Rigurosamente
para nada.
Al leer La Vanguardia de hoy del
desánimo he pasado al cabreo porque creía que la sociedad catalana es de las
que mejor estába llevando esto de las drogas, aunque se les fue la mano con el
alcohol, convirtiendo Catalunya en el núcleo del turismo de borrachera, del que
les está costando Dios y ayuda salir.
Es lo que sucedería en
Euskadi, particularmente en Donosti, si tuviéramos Ryanair y similares en
Hondarribi recibiendo en paquetes “todo comprendido” a los bárbaros del norte,
los mayores borrachos de Europa, bajo la modalidad del atracón de alcohol
(“binge drinking” le llaman) las noches de los fines de semana y todos las
noches de las fiestas veraniegas. Pero ya tenemos bastante con los autóctonos y
los del “autre coté”.
Por si acaso, y por si logramos importar el turismo de borrachera, ya acompaña el decreto del pasado 22 de marzo de nuestra autoridad gobernativa (con el beneplácito del Parlamento): los locales de bebidas alcohólicas podrán cerrar media hora más tarde como poco, y en verano otra media hora más tarde aún incitando aún más (sí, incitando) el “gau pasa” del personal. Más allá de alguna asociación de vecinos, sin la fuerza de la hostelería luego con la batalla perdida de antemano, nadie ha dicho nada. Es nuestro “euskovegas” particular.
La explicación de todo
esto es muy sencilla: nuestra sociedad adulta ha privilegiado el ocio y negocio
nocturno sobre el descanso y el trabajo de las personas que tienen la desgracia
de vivir en zonas de juerga y no tienen los medios económicos para irse a otro
sitio. Comprenderán que, cada vez más fuerte (más claro ya no puedo) cuando me
llaman para hablar de drogas y alcohol en la juventud acuse de hipócrita a
nuestra sociedad. A sus autoridades si, pero al conjunto poblacional también.
¿Cuantos se han solidarizado, de hecho, con las pobres gentes, muchas de edad
avanzada, que sufren la tortura de no poder descansar, uno tras otro, los fines
de semana?.
Ocio y nec-ocio, pero
centrado en el ocio, es lo esencial. El trabajo y el descanso, lo secundario.
Así nos va.
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