Cómo son los jóvenes a quienes
orientamos
Dada la amplitud del tema, y la imposibilidad de
estudiarla en sus detalles, de entrada, y para este Encuentro de Orientadores,
presentaré a modo de proemio un breve resumen telegráfico, como si de un índice
de un libro se tratara, de cuales serían las cuestiones que habría que abordar
para responder, con rigor, a la cuestión que se me ha solicitado tal y como
encabeza el título del texto que aquí inicio. Considerando a la juventud como la
parte de un todo, la sociedad española de 2012, y sin diferenciar en su seno,
las posibles tipologías de jóvenes que cabría realizar (y que en los límites de
este texto es imposible realizar), distinguiríamos tres aspectos de la misma.
En primer y fundamental lugar cuales son los retos a los que se enfrenta la
juventud en los inicios de la segunda década del siglo XXI. En segundo lugar y
respondiendo directamente al titulo de esta conferencia, apuntaré a los valores
y contravalores que, a nuestro juicio, obviamente, caracterizan a la juventud
actual y, en tercer lugar, mirando al futuro, cuales son, de nuevo a nuestro
juicio, los valores esenciales a propugnar en la educación de la actual
juventud. Por razones de espacio me detendré con más detalle en tres aspectos,
que consideramos clave, para entender y actuar con la actual generación
montante.
A: A MODO DE PROEMIO
1. Seis retos mayores
para los jóvenes, hoy
Los adolescentes y jóvenes de hoy se enfrentan a
seis retos mayores. Tres son muy visibles y están en la mente de todos. Otros
tres son menos visibles, se tiene menos conciencia de ellos e, incluso, en su
formulación y explicitación podría levantar algunas reticencias. Esta sería la
lista de retos que propongo
1). Tres retos visibles
a. La situación económica mundial y el
paro
b. La socialización a través de las
nuevas tecnologías
c. La evolución de los núcleos
familiares
2). Tres retos más ocultos
a) La omnipresencia de los valores materiales en detrimento de los valores
espirituales
b) La aceleración del tiempo cronológico
c) Las nuevas relaciones de género
2. Sobre los valores
en la juventud actual
En sociología entendemos por
valores las definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo aceptable y de lo
rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay que hacer y de lo
que hay que evitar. Los valores hacen referencia a las prioridades de las
personas y de las sociedades, las preferencias vitales, los objetivos por los
cuales nos movemos en la vida, por los que sacrificamos nuestro tiempo y
nuestro dinero. “Dime a que consagras tu tiempo y tu dinero y te diré cuales
son tus valores”, cabría decir. Estas definiciones pueden parecer a primera
vista muy abstractas, pero dejan inmediatamente de serlo cuanto nos damos
cuenta de que tras ellas se concretan actitudes individuales y colectivas que,
al final, las ponemos de manifiesto en nuestra conducta externa cuando
interactuemos, como individuos, con los demás miembros de la sociedad a la que
pertenecemos. Así analizaríamos cuales
son o dejen de ser los valores de los jóvenes. Lo podemos hacer desde tres
perspectivas complementarias; la perspectiva descriptiva, la evaluativa y la
propositiva.
En la primera nos limitamos a describir, sin pretensiones axiológicas, (lo que nunca es cierto de forma
absoluta) cuales son los valores dominantes y, quizás también su evolución en
una sociedad determinada, en un momento concreto. En concreto, y en este
trabajo, señalaríamos cuales son los valores dominantes en la juventud española
de hoy.
La segunda dimensión ya no es solamente descriptiva sino
evaluativa, pretendiendo señalar cuales son los valores que consideramos
aceptables y cuales no. Obviamente esta segunda perspectiva exige del
investigador (o del proponente sin más) que indique desde donde, desde qué
coordenadas axiológicas, se permite distinguir los valores aceptables de los no
aceptables o contravalores. Pretensión que obviamente, escapa a los limites de
estas líneas
La tercera perspectiva, la propositiva, puede en parte solaparse
con la evaluativa (y así lo ha sido en algún trabajo mío que referencio
inmediatamente) pues pretende señalar qué valores se consideran necesarios
propugnar en los adolescentes y jóvenes (o en toda la sociedad) en un momento
determinado[1]. Es evidente que propugna
lo que se estima positivo. De ahí el posible solapamiento entre lo valorativo y
lo propositivo. Sin embargo, la dimensión propositiva va mas allá que la evaluativa,
pues, partiendo de los retos de la sociedad concreta en la que nacen y se
educan los jóvenes, el investigador mira al futuro y propone una serie de
valores que estima deben propugnarse en la educación de los actuales
adolescentes y jóvenes.
Es la perspectiva que adoptamos en el presente
texto, cuyo proemio, ya se habrá adivinado, tiene una pretensión propedéutica para
el estudio de los valores de la juventud (adolescencia y juventud),
considerados en su conjunto como campo sociológico de estudio, en un momento y
lugar concreto de la historia, aunque sin introducirse en la imprescindible
tipologización de jóvenes, como tantas veces hemos repetido.
Según esto, y sin pretensión alguna de
exhaustividad, que además de imposible, lograría que el bosque ocultara el
árbol, nos limitamos, de entrada a señalar, cinco grandes valores a la vez
descriptivos y valorativos, bajo las dos formulas de valores positivos y de
valores negativos o contravalores en la juventud española de hoy. A
continuación, avanzamos una serie de valores propositivos para esa misma
juventud mirando al futuro.
La fuente y perspectiva desde donde llego a estas
propuestas de valores son las siguientes. Las fuentes, los estudios de
juventud. La perspectiva, la de una sociedad cuya base ética básica sea el
respeto y aplicación de los Derechos Humanos, por un lado, y una escuela que
además de transmisora de conocimientos, además de facilitadora de habilidades
para obtener una buena inserción laboral, sea también educadora, buscando hacer
de un niño, un adulto autónomo y responsable, por el otro.
Las dos listas (voluntariamente limitadas a cinco)
de valores de los jóvenes de hoy, una positiva y otra negativa, serían las siguientes:
1. Valores positivos
1. Capacidad de adaptación
2. Rechazo al enchufismo
3. Lealtad, honradez básica. Son “buena
gente”
4. Conciencia ecológica
5. Valoración positiva de los Derechos
Humanos
2. Contravalores o
valores negativos
1. Dificultad para adoptar compromisos
duraderos. Presentistas.
2. Más individualistas que propiamente
solidarios
3. Demasiado dependientes de la familia
de origen (Pero los padres, padres y madres, también son responsables)
4. Sacralización del fin de semana
(Hasta para trabajar, incluso estando en paro)
5. Más conscientes de sus derechos que
de sus responsabilidades.
Un recordatorio fundamental y a no olvidar es que
lo anterior, las dos listas de valores señaladas, son brocha gorda. No hay
juventud, hay jóvenes y no todos están cortados por el mismo patrón. Entre la
individualidad de cada cual y la generalización del conjunto es preciso
reconocer los tipos y estilos de Vida existentes entre los jóvenes. En muchos
de nuestros estudios sobre los valores de los jóvenes, en particular y sobre
los valores de los miembros de la sociedad, de todas las edades, en general,
hemos elaborado y propuesto diferentes de tipología de jóvenes, así como del
conjunto de ciudadanos. A ellos remito al lector interesado[2].
3. Valores a propugnar
en la adolescencia y juventud
Llevamos proponiendo estos últimos años una serie de valores que,
a tenor de los retos que tienen que afrontar los jóvenes en nuestros días y,
tras estudiar cuales son los aspectos positivos y negativos en sus actitudes y
valores, estimamos que son los valores esenciales a propugnar en los
adolescentes y jóvenes de hoy mirando su futuro, así como el de la sociedad que
irán construyendo en su vida. Esta propuesta de valores, aún dentro de un marco
bastante estable de una sociedad que prioriza los valores individuales sobre
los colectivos, una sociedad en ausencia de referentes holísticos, si no
universales si mayoritariamente aceptados, sufre ligeras alteraciones con el
paso del tiempo[3]. Es, en efecto, una
cuestión prioritaria en mi quehacer intelectual, y seguirá siendo después de
entregar este texto, en el que propongo la siguiente lista, reflexionar sobre
este tema.
•
1). La competencia personal
•
2). La inteligencia sentiente
•
3). La recuperación de la filiación
•
4). No al dinero como valor sino el valor del dinero
•
5). Abiertos a la innovación positiva
•
6). Tolerancia y Solidaridad, sin olvidar la necesaria intolerancia
•
7). La necesidad futura de la formación permanente
•
8). No bastan los valores finalistas. Importancia de los valores
instrumentales
•
9). La gestión de la sexualidad
•
10). La seguridad sí, la libertad más aún
•
11). La primacía del espíritu
•
12). La utopía por un mundo mejor, más justo.
Es claro que por razones de espacio, una vez
cerrado este proemio que, ya se habrá adivinado, tiene una pretensión
propedéutica para el estudio de los valores de la juventud (adolescencia y
juventud), considerados en su conjunto como campo sociológico de estudio, en un
momento y lugar concreto de la historia (luego sin introducirse en la
imprescindible tipologización de jóvenes, que requiere tratamiento propio),
exige, por razones de espacio, repito, seleccionar algunos temas a tratar. He
seleccionado tres.
El papel de la filiación en una sociedad, donde la
discusión sobre multiplicidad y validez
de los nuevos núcleos familiares en la educación, ha quedado arrinconado cuando,
sostenemos, la cuestión de la filiación y, en ella, el papel del padre y de la
madre (en cualquiera de los modelos formales actuales), es absolutamente
central.
La aceleración del tiempo presente, acentuado aún
más con las nuevas tecnologías de la intercomunicación con la instantaneidad
que conllevan en muchos casos, nos parece que es también un elemento
absolutamente novedoso en los inicios de la segunda década del siglo XXI.
En fin, queremos hacernos eco, con fuerza, de la
importancia del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y valores superiores
(al menos si se acepta una jerarquía de valores) que sirvan como faros para
orientar el futuro de la sociedad, luego el de los hoy niños y menores.
B: TRES CUESTIONES CLAVE PARA LA ORIENTACIÓN DE LAS
NUEVAS GENERACIONES
1. La recuperación de la
filiación
En septiembre de 2011 participé en Madrid en un
Congreso sobre “Padres e hijos en conflicto”, cuyo alma mater era Javier Urra,
con una conferencia cuyo título reflejaba bien mi argumentación: “de la potestas
a la autoritas en tiempos de impotencia”. En estas líneas me limito a la
que creo ser una de las razones (no la única por supuesto) de la actual
impotencia de muchos padres y madres en la educación de sus hijos con la
consiguiente incidencia en su crecimiento: la pérdida o menoscabo del papel de
la filiación. Responde al cambio en el modo de entender de lo que se supone que
es la familia.
En las últimas décadas se han priorizado los
derechos individuales de los miembros de la pareja adulta sobre sus deberes
hacia las nuevas generaciones, los hijos. Los dos ejemplos que doy aquí abajo
muestran claramente lo que quiero decir. El primero, que he utilizado varias veces en mis textos, nos
lo ofreció (en una conferencia en Madrid el año 2003) el filósofo Lipovetsky
para quien “la familia post-moderna es la familia en
la que los individuos construyen y vuelven a construir libremente, durante todo
el tiempo que les de la gana y como les de la gana. No se respeta la familia
como familia, no se respeta la familia como institución, pero se respeta la
familia como instrumento de complemento psicológico de las personas. (...) Es
como una prótesis individualista. La familia es ahora una institución dentro de
la cual los derechos y los deseos subjetivos son más fuertes que las
obligaciones colectivas”[4].
Es el individualismo radical en el seno de la familia. Preguntado sobre qué
hacer con los hijos se limita a hablar de las guarderías, por otra parte
imprescindibles, quede claro.
El segundo ejemplo lo tomo de un libro de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim[5] de
2003, cuyo capitulo sexto titulan así “hacia la familia posfamiliar: de la
comunidad de necesidades a las afinidades electivas”. En el índice analítico no
aparecen los términos de padre, madre, hijo e hija, sino los de hombre (2
veces) mujer (26 veces) y niños (10 veces). Es difícil explicar de forma más
evidente la muerte de la filiación.
Personalmente vengo sosteniendo que lo esencial, y lo que define a una familia, es la
unión intergeneracional en la que la generación adulta asume la responsabilidad
de educar al miembro o miembros de la generación menor con los que conviven
hasta su emancipación. Lo secundario es la modalidad formal de la pareja
adulta, sea del mismo o diferente sexo, pareja de siempre o reconstruida, así
como las familias monoparentales. Como también veo secundario que los hijos
sean naturales o adoptados. Con secundario no digo que sea intrascendente (es
más fácil, por ejemplo, educar siendo dos adultos que uno solo) sino,
justamente, lo que he dicho, secundario. Lo esencial está en la apuesta por la
filiación: el niño tiene un padre y/o una madre, con lo que de niño/a se
convierte en hijo/a. Así se establece una familia con obligaciones reciprocas:
de padres a hijos, especialmente en la infancia de estos, y de hijos a padres,
más adelante. Veamos el tema, en primer lugar, desde la perspectiva de la
maternidad.
En el “Manifiesto feminista de Sol” del año 2011
podemos leer, entre otras, estas ideas: “Queremos una sociedad en la que el centro
sean las personas y no los mercados. Por eso decimos: servicios públicos
gratuitos y vitales como la educación, la salud, la atención y cuidado de la
infancia y a las personas con necesidades especiales” (Punto 1º). (…) “Queremos
decidir libremente sobre nuestro cuerpo, disfrutar y relacionarnos con él y con
quien nos dé la gana” (Punto 3º). (…) “Exigimos que el estado y la iglesia
dejen de interferir en nuestras vidas” (Punto 6º). (…) “Para hacer un cambio
real en la sociedad hay que tomar las decisiones por consenso y que las mujeres
participen de forma decisiva” (Punto 7º). (…) “Exigimos el reconocimiento de
las tareas de cuidado de las personas, los hogares, la vida y su socialización
completa; también el derecho a decidir si libremente queremos cuidar o no
cuidar, el derecho a ser cuidadas y cuidados en condiciones y el derecho al
autocuidado. En resumen el Derecho a la ciudadanía” (Punto 13) (…)
“Reivindicamos que se valore y reconozca los saberes y conocimientos de las
mujeres y su función primordial como transmisoras de cultura” (Punto 18) Y
termina con estos dos eslóganes: “¡Sin las mujeres no ha revolución!” y “¡La
revolución será feminista o no será!”[6].
No es este el lugar para hacer un análisis del
Manifiesto en el que, junto a verdades como puños (el centro son las personas y
no los mercados), encontramos enfoques muy discutibles (insistencia en derechos
sin el correlato de las responsabilidades) y algunas lagunas importantes.
Resaltamos aquí una: no hay mención alguna a la maternidad.
Hace meses un amigo me envió, vía electrónica, un
texto de 15 páginas, denso y fascinante, que exige lectura reposada. Entre
otras cosas, se puede leer esto: “El humanismo es un feminismo. Sin embargo el
acceso, inacabado, de las mujeres a la libertad
de amar, de procrear, de pensar, de emprender e, incluso, de gobernar, no puede
hacer olvidar que la secularización es la única civilización que no tiene
discurso sobre la maternidad, aunque una parte importante de la investigación
psicológica contemporánea se dedique al estudio de la relación precoz
madre/niño (a)”.
En efecto, no deja de ser más que llamativo que,
en una sociedad llamada de las mujeres, con el feminismo como estandarte a
enarbolar (y con razón habitualmente, añado) esté tan poco valorado lo que, a
lo postre, es uno de los aspectos más específicos de la mujer, la posibilidad
de la maternidad, la posibilidad de ser madre.
El texto de arriba es de Julia Kristeva,
semióloga, filósofa y psicoanalista búlgara, asentada en París, y proviene de
su conferencia en la Sorbona
el 24 de marzo de 2011, en el marco del Atrio de los Gentiles, Atrio impulsado
por el Cardenal Ravasi. El texto integro se encuentra fácilmente en Google.
Basta teclear Julia Kristeva, y el título de su texto (en francés): “Oser
l´humanisme”[7].
¿Qué es una madre, se pregunta Kristeva?. Respondo
con mis palabras. La madre experimenta el más impactante acontecimiento que
pueda conocer un ser humano: dar a luz una niña, un niño. La madre, centinela
de la vida y de la muerte, entre la acogida erótica del hombre, la gestación de
un desconocido (un extraño y hasta un extranjero, en su casa, en su cuerpo,
dirá Kristeva) y su expulsión del seno uterino, la madre, repito, es la actriz
principal que inaugurará en la nueva persona (ya en ciernes en su seno) la
capacidad del lenguaje; la madre es quien por “preocupación maternal primaria”
le apacigua; le satisface la excitación y la angustia; le escucha, le descifra,
le interpreta y acaba nombrándolo. El extraño, el extranjero que lleva en su
seno, persona humana que sin ella no podría vivir, pero que es alguien que no
es ella, que no se confunde con su madre, y reivindica el derecho a ser él
mismo, sale a la luz, al mundo. Nace. Cómo será su deambular en el futuro
dependerá, en gran medida, de cómo hayan sido sus relaciones en los nueve meses
intrauterinos y, al menos, los nueve primeros meses ya fuera del cuerpo de su
madre.
En un artículo que publiqué en “El Diario Vasco”
de San Sebastián (DV 11/09/10) y que titulé “el primer año de vida” traía a colación
unas reflexiones del sociólogo danés Gösta
Esping-Andersen[8], en un reciente libro
suyo. Entre ellos señalaba la importancia social del primer año de la vida y de
la imperiosa necesidad de ayudar a la madre. A él remito al lector interesado.
Solamente quiero añadir aquí que esa ayuda es absolutamente prioritaria en el
caso de madres solteras. Su insustituible labor de dar a luz y educar debe ser
socialmente protegida. Madre no hay más que una.
Sí, pero padre también hay solo uno. De ahí que quiera decir algo
sobre la paternidad. Lo hago apoyándome en un texto que acabo de descubrir. Sibylle Lacan es la hija menor del primer
matrimonio del famosísimo psiquiatra y psicoanalista Jacques Lacan. Sibylle
nació en 1940, justo cuando su padre se separaba de su madre para hacer vida
con otra persona. Con 21 años de edad sufre una enfermedad psíquica que le
dificulta mucho su trabajo como traductora e interprete. Su padre la ayuda, la
escucha, almuerza con asiduidad con ella, le da dinero y le sugiere un especialista
para un análisis psicoanalítico. Pero Sibylle apenas remonta. El drama proviene
de sus primeros años de vida. Lo cuenta así:
Nuestro padre “no se ocupaba de nosotros (de su
hermano de sangre y de ella misma) y estuvo totalmente ausente durante los primeros
años de nuestra vida. Fue mi madre quien nos educó, quien nos amó todos los
días de nuestra vida. Mi padre vivía su vida, su obra, y nuestra vida no
parecía sino un accidente en su historia que no podía ignorar totalmente. Nos
quería a su manera. Era un padre intermitente. Sé también que era consciente de
su incumplimiento hacia nosotros” (página 58). En efecto, “en nuestro
aniversario, nos hacia unos regalos extraordinarios, aunque después comprendí
que no era él quién los escogía” (página.21). “Caroline (la hija mayor que
Lacan tuvo con la madre de Sybille) fue la única que tuvo un padre y una madre
en su infancia. En su caso, los cimientos estaban echados” (página 57). Jacques
Lacan fallece en 1981.Trece años después Sybille escribe un testimonio de las
relaciones con su padre[9], del
que extraigo las expresiones entrecomilladas, con esta dedicatoria, que tanto
dice de su baja autoestima: “a todos los que han creído en mi”.
Soy incapaz de trasladar en estas breves líneas el
desgarro y la emoción, el cariño no sentido y el cariño manifiesto de una hija
por un padre que, sin lugar a dudas, quiso serlo, pero que, atrapado en su
ciencia, en su prestigio, en mil solicitudes por su ingente aportación a la
psiquiatría, al par que absorbido y obnuvilado por su amor por otra mujer con
la que tendría otra hija (Judith, su preferida) y otro hijo, olvidó, durante
unos años cruciales, la hija que había tenido con su primera mujer. Los
primeros años de Sibylle.
Si en la referencia que al Manifiesto feminista de
Sol podemos comprobar cómo el radical-feminismo minusvalora el papel de la
maternidad, el desgarrador y sincero relato de Sybille Lacan nos recuerda el
aún más minusvalorado papel de la paternidad. De ahí su valor de universalidad.
De ahí que lo traiga a estas páginas, como ejemplo paradigmático de la
importancia de un padre en los primeros años de la vida de sus hijos, de su
hija en este caso.
¿Es preciso añadir que en la actual situación de
eclosión de diferentes modelos de núcleos familiares, el papel de la paternidad
y el de la maternidad, adquiere, si cabe, todavía una mayor importancia?. De
cómo vivan esta situación los miembros de las nuevas generaciones, los hoy
niños y menores, máxime en una situación social de gran volatilidad, dependerá,
en gran medida, su futuro. En efecto, todas las encuestas realizadas a menores,
adolescentes y jóvenes nos dicen que, para ellos, la familia sigue siendo el
principal agente de socialización. Una encuesta se puede equivocar. No todas.
2. El desafío de la aceleración vital y de las nuevas tecnologías
Se ha insistido, con razón, en la incapacidad para asumir el límite
como consecuencia de una ideología dominante en España que ha privilegiado
ciertos valores sobre otros. Quiero decir que se ha hecho hincapié, felizmente,
en los valores inherentes a los derechos de la persona humana pero se ha
olvidado, desgraciadamente, que esos valores no son traducibles en la práctica
si no llevan el correlato de determinados deberes y responsabilidades.
Así se ha instalado en la conciencia colectiva un rechazo a toda
jerarquización de valores bajo el sacrosanto principio de que cada cual puede
decir y pensar lo que quiera con tal de hacerlo sin violencia (y no siempre) y
sin dar cuenta alguna del porqué de su razonamiento. Este modo de
comportamiento se ha visto peligrosamente aumentado con la proliferación de los
dominios de las nuevas tecnologías de intercomunicación en los que impera la
opinión anónima, como en muchos blogs y comentarios online de la prensa
digital. Es lo que he denominado muchas veces con la expresión en euskera de la
“lógica del nahi dut”, la lógica de hacer lo que apetece sin mas explicación
arrinconando la “lógica del behar dut”, la lógica del deber hacer, la lógica de
la solidaridad. Es el imperio del individuo, pretendidamente libre y autónomo
frente al ciudadano, más aún la persona, sumatorio de la persona libre en su
individualidad al par que solidaria con el otro.
Añádase a ello la lógica de la aceleración vital[10].
Estas palabras de un director chileno de
medios de comunicación lo dicen con claridad y rabiosa actualidad: “Todos los ríos llevan al mar, pero ahora estamos
en una realidad en la que el mar alimenta los ríos. Un mar de información, de
datos, de expresiones en un río muy angosto y a una velocidad muy acelerada.
Los que usamos redes, aunque yo con Twitter soy más austero por tiempo y por
autocensura, vemos que hay un caudal en el que lo que importa es el instante.
No me interesan mis tweets de ayer, mis posts o página de
Facebook de hace dos días. Puedo abarcar lo de las últimas tres horas, lo demás
se me escapa. La audiencia tiene ese entrenamiento porque lo está generando a
la vez. Tiene la capacidad de comprender una oferta a esa velocidad mucho más
que el lector de papel. Ellos nos están configurando a nosotros y no nosotros a
ellos[11]. Dudo
mucho que la velocidad e instantaneidad de las informaciones aumente la
capacidad de comprender, con un mínimo de profundidad, la realidad de las
cosas. Menos aún que permita la toma de decisiones meditadas. Es lo que refleja
muy bien el trabajo de Raymond Carr cuando pone en discusión las tesis
deterministas e instrumentalistas ante la penetración de Internet y de las
nuevas tecnologías de la intercomunicación[12].
Por un lado tendríamos a “los intrumentalistas” que sostienen que
las herramientas tecnológicas son, en si mismas consideradas, neutras. Son
instrumentos, son medios, de los que nos servimos los humanos y están
subordinados a nuestros deseos y prioridades, a nuestros fines en última
instancia. Los fines, los objetivos, los ponemos los humanos y las tecnologías
no serían sino medios para lograr mas fácilmente esos fines. Por ejemplo,
mediante el correo electrónico nos comunicamos de forma más rápida, cómoda y
barata que mediante el correo postal.
Nicholas Carr escribe (página 64) que “el instrumentalismo es la
opinión mas extendida sobre el papel de la tecnología, entre otras cosas porque
es la opinión que preferiríamos ver confirmada”. Y añade que “la idea de que
estamos de alguna manera controlados por nuestras herramientas es anatema para
la mayoría de la gente”. Ya habrán adivinada que, sin embargo, esa es la tesis
que sostiene Carr pasando a engrosar la lista (parece que minoritaria) de los
que defienden la tesis “determinista”.
Ya desde el comienzo de su trabajo, mantiene que “los medios no
son solamente canales de información. Proporcionan la materia del pensamiento y
también modelan el proceso de pensamiento” (Pág.18) llegando a afirmar más
adelante que pueden llegar a modificar el funcionamiento del cerebro humano,
cuestión a la que dedica todo un capítulo.
Al final de su libro escribe que “programamos nuestros ordenadores y,
posteriormente, ellos nos programan a nosotros”. Recibimos infinidad de
informaciones, de forma casi instantánea, de fuentes que, a menudo no
controlamos, informaciones que no sabemos (¿ni podemos?) priorizar de tal
suerte que, siempre según Carr, “mas información puede significar menos
conocimiento” (Pág 257).
En este argumentario, se inscriben también Nicolas A. Christakis y
James H. Fowler aunque llegan a
conclusiones bien diferentes a las de Carr cuando sostienen que “las redes que
creamos tienen vida propia. Crecen, cambian, se reproducen y mueren (.…). Una
red social es una suerte de superorganismo humano con una anatomía y una
fisiología- una estructura y una función propias”. Para ellos “una colonia de
hormigas es el prototipo. Al unirse las hormigas crean algo que transciende al
Individuo”[13]. Pero lo que trasciende
al individuo, pese a tener algunos aspectos negativos, sostienen Christakis y
Fowler, al final su resultante sería
positiva. En efecto afirman que “hasta cierto punto, la transmisión de
comportamientos negativos y otros fenómenos adversos (como los gérmenes) son
meros efectos secundarios que debemos tolerar para aprovechar las ventajas de
las redes; están injertados en un aparato construido, en términos evolutivos,
para otro propósito, más beneficioso” (Pág. 303). Así, por ejemplo, según estos
autores (y son muchos los que piensan como ellos) “en el mundo virtual los
estudiantes altruistas tendrían el mismo número de amigos que los estudiantes
egoístas” (Pág. 307). Sin embargo los altruistas estarían integrados en las
redes de otros altruistas y los egoístas harían lo propio con otros egoístas.
Cabría concluir que, lo que siempre se ha dicho respecto de la preocupación por
el grupo de amigos del botellón, se traslada al tipo de amigos en la red. Solo
que de forma virtual y, a veces, anónima.
Una formula intermedia entre el “determinismo” (las máquinas
mandan y nos modelan) y el “instrumentalismo” (los humanos dominamos a las
máquinas), estaría la tesis “condicionalista” que vendría a decir que las
maquinas (el coche, la televisión, el móvil, Internet etc.,…) condicionan
nuestra vida, sin lugar a dudas, pero no todos reaccionamos de la misma manera
y, a fin de cuentas, como yo mismo sostuve en el Ier Congreso de Ciudadanía
Digital en Donostia, en mayo del año 2010, “la persona es anterior al medio”.
Esta tesis nos dejaría intelectual y vitalmente más cómodos y tranquilos.
Pero, en la actualidad matizaría mucho mi afirmación del año 2010.
La persona se hace y crece en una sociedad que, como tal sociedad, esta
determinada por las tecnologías. Y las personas somos como somos, en gran
medida, en razón de la sociedad en la que vivimos. La pregunta de si nos está
cambiando Internet, pienso que es muy pertinente y que debe ser abordada con
rigor y seriedad aunque sin alarmismos inútiles y cegadores en la educación de
las nuevas generaciones. Hago mía la reflexión de la Comisión Assouline
al Senado francés de que “el
sentimiento de asombro, incluso de miedo ante la revolución numérica, debe
dejar paso, rápidamente, a una reflexión constructiva sobre el lugar de los
medios de comunicación social en nuestra sociedad y las ventajes que nos pueden
aportar…Hay que hacer diagnósticos apropiados a sus riesgos con sus soluciones
adaptadas a los mismos” [14].
3.
La primacía del espíritu
El pensador Rob Riemen, en su
extraordinario ensayo “Nobleza de Espíritu” dejó escrito que “no
puede haber civilización sin la conciencia de que el ser humano tiene una doble
naturaleza. Posee una dimensión física y terrenal, pero se distingue de los
animales por atesorar, a la vez, una
vertiente espiritual: conoce el mundo de las ideas. Es una criatura que sabe de
la verdad, la bondad y la belleza, que sabe de la esencia de la libertad y de
la justicia, del amor y de la misericordia. El fundamento de cualquier clase de
civilización hay que buscarlo en la idea de que el ser humano no debe su dignidad
y su verdadera identidad a lo que es –carne y hueso- sino a lo que debe ser: el
portador de dichas cualidades vitales eternas. Estos valores encarnan lo mejor
de nuestra existencia: la imagen de la dignidad humana” (Pág. 89)[15]
Tras la demanda de espiritualidad
está la afirmación de que los hombres y mujeres somos algo más que mera
corporeidad, que la historia humana no se limita a las cosas, a la posesión de
cosas, y que las ideas y proyectos forman parte esencial del acerbo humano.
Estamos de pleno en una crisis que es mucho más que una crisis
financiera. En España hemos pasado muy rápidamente de una moral religiosa que,
en su peor vertiente, basaba la salvación en el sufrimiento (y aún quedan
secuelas preocupantes), a una moral centrada en el bienestar, en el disfrute
del momento presente a lo que Paul Valadier ha denominado, no recuerdo donde,
la moral libertaria, con un corto periodo de tiempo, el del tardofranquismo y
la primera década de la transición, en el que se apostó por una moral de la
salvación a través del cambio político, el cambio de estructuras políticas,
pensando ilusa y trágicamente que así se cambiada la sociedad. Basta recordar
los 72 años de dictadura soviética y la actitud al respecto de gran parte de la
intelligentsia europea, así como los 12 años del nacionalsocialismo alemán con
apoyo en no pocos intelectuales de su país, para recordar que no vale el cambio
de estructuras socio políticas si no vienen acompañadas del cambio en las
personas.
Un adolescente que hoy
se abra al mundo se encontrará con una legitimación religiosa muy minoritaria,
al par que fragmentada y ausente en la mayor parte de los medios de
comunicación que a él le interesan. Puede ser, incluso, que la poca que le
llegue esté distorsionada por ideologías pre-religiosas. Verá, también, que el
referente político más noble, la preocupación por la cosa pública, está
escamoteada por la maquinaria de los partidos políticos y los medios de
comunicación afines cuyo objetivo es ganar las próximas elecciones. Este
adolescente verá, por el contrario, una sociedad consumerista, en medio de una
parafernalia de objetos cuya adquisición es objeto de incitación constante. Es
sabido el poder de las marcas y su enorme atractivo entre los jóvenes. No se
olvide que el dinero aparece como el icono que, según los propios jóvenes,
mejor les representa como jóvenes que son.
Todo esto hace, no me cansaré de escribirlo, que los jóvenes
españoles de hoy están centrados en lo próximo, en lo actual, en lo cercano, en
lo cotidiano etc. Así frente al “gran discurso”, a la explicación global de las
cosas (que apenas les llega) se quedan en el “pequeño relato”, la concreción
del día a día, la respuesta a sus cuestiones parciales. Sin embargo, (insisto fuertemente en ello), las
grandes preguntas, aún no explicitadas, no formuladas temáticamente, y menos
con el lenguaje de un catedrático, están ahí, en lo más profundo y en la
periferia de ellos mismos: quien soy yo, de donde vengo, a donde voy, qué
sentido tiene mi vida, porqué hacer el bien y no el mal, porqué he de ocuparme
del otro y no centrarme en mi mismo, si el mundo se acaba aquí, si hay un más
allá….Y no encuentran quien les dé, no diré respuestas sino, más básica y
fundamentalmente, elementos para aproximarse a esas grandes cuestiones con la fuerza
de la razón y la determinación de la voluntad. De ahí la fragilidad intelectual
y emocional en no pocos jóvenes y el riesgo de que puedan ser presa de sus
propios sentimientos, indecisiones y, de forma particular, sin capacidad de
asumir sus propias frustraciones. En una sociedad que ya ha dejado atrás la
secularización para adentrarse en nuevas sacralidades, estas ocupan cada vez
más espacio en el universo adolescente, sacralidades que, demasiado
frecuentemente, no tienen respuestas a sus preguntas.
De nuevo, Rob Riemen, en su último trabajo, aun no traducido al
castellano nos alerta sobre estas cuestiones[16].
El libro es una joya, una “rara
avis”, de obligada lectura para todo humanista. Aun no está traducido al
castellano. Una de sus tesis es que en una sociedad donde domina el hombre-masa
(se sirve del texto de Ortega “La rebelión de las masas, junto a Tocqueville,
la religión judeo-cristiana, Nietzche y Spinoza, entre otros), la cultura
dominante no puede ser otra cosa que la cultura de masas que Riemen denomina la
cultura del kitsch.
La cultura del kitsch se caracteriza porque los
valores nobles, los valores espirituales son abandonados en detrimento de la
satisfacción inmediata de las apetencias materiales individuales. La cultura
del kitsch se inscribe en el valor supremo del yo, de la satisfacción inmediata
de la pulsión del instante. Es la cultura de la instantaneidad satisfecha,
acuciada, en la actualidad, por las nuevas tecnologías digitales y alimentada
por la incitación desmedida al consumo. Incitación elevada, por mor de la
crisis, en criterio ético de comportamiento: ¡consuma por favor, para que
salgamos de la crisis!. ¿Quién lo hubiera dicho hace cuarenta años?
En consecuencia, dirá Riemen, la enseñanza se
limita a ser un instrumento para adquirir conocimiento útiles al objeto final
de ganar cada vez más dinero. La política se ha convertido en una suerte de festival
(“kermesse”, dice Riemen, “fiesta publica”, que por algo viene del holandés, de
donde es originario y donde trabaja nuestro autor) en el que de lo que se trata
es de atraer votos para ganar elecciones para conseguir el poder. El kitsch,
concluirá Riemen “es comparable a los cosméticos. El maquillaje busca seducir
pero también disimular. El kitsch sirve para esconder un inmenso vacío
espiritual” (página 64). Es lo que explica que vivamos un ritmo trepidante,
buscando aparecer siempre jóvenes, aterrorizados por la vejez, buscando
tranquilidad, ocultándonos, cual galápagos, en el hombre-masa.
El hombre-masa (Riemen sigue, particularmente en
este punto, a Ortega) está imbuido de sí mismo, engreído, se siente en posesión
de la única verdad. “No está entre sus hábitos la escucha de sus conciudadanos,
confrontar su pensamiento con la crítica, tener cuenta la opinión de los demás.
Esta actitud refuerza en él la idea de poder, la sed de dominación. Solo
cuentan él y sus congéneres, a los otros solo les queda la opción de adaptarse
a sus planteamientos. El hombre masa tiene razón por definición, no tiene por
qué explicarse ni justificarse. Poco dado al diálogo, solamente conoce un
lenguaje, el de la fuerza: la violencia física” (página 22).
El hombre-masa, pese a su engreimiento, es
consciente de su vacío interior y vive en el culto al resentimiento, explicará
con detalle Riemen. Así nace el fascismo que “hoy lo podemos describir como la
explotación con fines políticos del resentimiento del hombre-masa (¿es que no se
percibe, me permito añadir, en el tono de los comentarios anónimos a las
noticias publicadas en digital gratuito en los medios de comunicación?). Es la
política de los demagogos cuyo solo objetivo es mantener el poder y extender su
influencia” (Página 45).
Quizás quepa preguntarse a qué viene el título del
ensayo de Riemen, “el eterno retorno del fascismo”. Riemen constata que la
ideología fascista, la ideología totalitaria, ha estado muy presente en Europa
a lo largo del siglo XX y que en los albores del siglo XXI, en países, como el
suyo Holanda, tenida como patria de la tolerancia, también ha prendido la mecha
del fascismo en el partido, significativamente llamado, “Partido de la
libertad”, dentro del proceso de cosmética, al que me he referido más arriba. Y
Holanda no es un caso aislado en Europa. Piénsese en Suecia, Finlandia, Bélgica,
Austria, Francia, Alemania, etc. El error, al inicio de segunda década del
siglo XXI estaría en comparar el actual fascismo incipiente con el fascismo
final del mundo nazi, musoliniano o franquista, cuando habríamos de compararlo
con el de sus inicios. Sin olvidar el estalinismo. Tony Judt, en su excelente
“Posguerra” cita, en exordio de su capítulo sexto, esta reflexión de Alexander
Wat: “el estalinismo significa la muerte del hombre interior…hay que matar al
hombre interior para alojar en el alma el comunismo”[17].
Hoy, como entonces, escribirá Riemen, “el fascismo
es la consecuencia de la actitud de los partidos políticos que han renunciado a
sus ideales, de intelectuales que cultivan el nihilismo acomodaticio (no hay
jerarquía de valores), de universidades que no merecen tal nombre, de la codicia
del mundo de los negocios, de los medios de comunicación que se emplean al
embrutecimiento del publico en lugar de buscar el desarrollo de su espíritu
crítico” (Página 75). ¿Estamos libres en España de un riesgo de estas
características?.
Cuando escribo sobre estos temas me gusta recordar una anécdota
que transmite Rob Riemen en su primer libro arriba citado. Cuenta Riemen
cómo Camus, Sartre, Koestler y Malraux (en el domicilio de este último)
reflexionan sobre qué harán después de la guerra (de la segunda guerra
mundial). Camus, que se había mantenido callado durante la conversación, por
fin, pregunta: “¿No creen que todos somos responsables de esta falta de
valores? ¿Y si confesásemos públicamente que nos hemos equivocado, que existen
valores morales, y que en lo sucesivo haremos lo necesario para fundarlos e
ilustrarlos?”[18].
Más de sesenta años después, pienso que la reflexión de Albert
Camus tiene, desgraciadamente, plena actualidad. Particularmente en la
educación de las nuevas generaciones.
Donostia-San Sebastián, 25 de marzo de 2012
Javier Elzo
Catedrático Emérito de la Universidad de Deusto
[1] . Es el planteamiento que adopto en una
conferencia mía de 2005, publicada posteriormente, que necesita actualización,
lo que intento realizar, al menos parcialmente, en el presente texto, y que
refleja bien esta distinción entre valores descriptivos y evaluativos que, en
gran medida, en 2005, hago coincidir con los propositivos. Este es el texto al
que me estoy refiriendo. “L´educació del futur i els
valors”.
Debats d´Educació. Edita. Fundació Jaume Bofill, Barcelona 2005, 56 páginas.
(Se puede consultar en castellano el texto original, en la web). Siendo un
texto pensado en la educación de los jóvenes, del que quedé basnate satisfecho,
me sirve en muchos aspectos de hilo conductor para el presente aunque apenas lo
citaré literalmente. Además en el presente análisis distingo claramente la
dimensión evaluativa (lo que estoy abordando en este punto del Proemio de la
propositiva que lo hago en el siguiente.
[2] He aquí algunos ejemplos de los últimos años en los que
hay un capítulo tipológico de personas en razón de sus valores. Esos elementos
bibliográficos están también (entre otros) en la base de los valores
evaluativos reseñados. En el ámbito de la juventud señalaría los siguientes: Megías Eusebio, Elzo Javier
(co-directores), Rodríguez Elena, Megías Ignacio, Navarro José, “Jóvenes,
valores, drogas”, Edita FAD, Madrid 2006; “Jóvenes
Españoles 2005” .
Pedro González Blasco (dir),
Juan González- Anleo, Javier Elzo, Juan
Mª. González-Anleo Sánchez, José Antonio López Ruiz, Maite Valls Iparraguirre.
Fundación Santa María, Editorial S.M. 427 páginas. Madrid 2006.; J. Elzo y Maria
Teresa Laespada (co-directores), Arostegui E., Elzo J., García del Moral, N.,
González de Audikana M., Laespada M.T., Mugeta U., Sarabia I., Sanz M., Vega
A., (redactores), “Drogas y Escuela VII. Las drogas en escolares de Euskadi
veinticinco años después”. Edit.
Universidad de Deusto. Bilbao 2008, 599 páginas (Estamos redactando la Tipología de escolares
vascos en base al estudio Drogas y Escuela VIII cuya publicación está prevista
para el año 2012). Como ejempo de Tipología de adultos valgan estas dos
referencias: Javier
Elzo y María Silvestre (dirs), Iratxe Arístegui, Miguel Ayerbe, Edurne
Bartolomé, Javier Elzo, Francisco Garmendia, José Luis Narvaiza, Raquel Royo,
María Luisa Setién, María Silvestre, Manuel Mª Urrutia, “Un individualismo
placentero y protegido”. Cuarta
Encuesta Europea de valores en su aplicación a España. Edit. Universidad de
Deusto.411 páginas, Bilbao 2010; Javier Elzo y Àngel Castiñeira (directors).
Pau Mas, Teodor Mellén, Carlos Obeso, Ferran Sáez, Lluís Sáez. “Valors tous en temps durs. La
societat catalana a l´Enquesta Europea de Valors de 2.009” . Fundació Luis Carulla/ESADE. Ed. Barcino.
Barcelona 2011, 439 Pag.
[3] A continuación ofrezco al lector interesado
algunas referencias bibliográficas donde he abordado esta cuestión además de la
conferencia en la Fundación Bofill ,
editada por ellos mismos y que referencia en la nota 1ª de este texto. “Los padres ante los valores a transmitir en la
familia”. (páginas 9-38) en Elzo Javier, Feixa Carles, Giménez – Salinas
Esther, “Jóvenes y Valores, la clave para la sociedad del futuro”, Edita
Fundación “la Caixa ”,
Barcelona 2006, 94 páginas. (Está editado también en catalán, euskera y
gallego); el último capítulo de mi libro La voz de los adolescentes”. Ediciones PPC. Madrid 2008, 253 páginas; “Estilos de vida y valores a
propugnar en la adolescencia de hoy”. (Páginas 95-119). En “El adolescente y su entorno
en el siglo XXI. Cuadernos FAROS, nº 5. Barcelona 2011: “Euskadi XXI: qué valores para qué sociedad”. Conferencia Inaugural en el VIII Congreso Vasco de Ciencia
Política y Sociología celebrado en Bilbao los días 10-12 de febrero de 2010.
[4] Se puede consultar en el Aula Virtual de la FAD , en el Libro de Ponencias
del Congreso “La familia en el siglo XXI” del 17-19 de febrero de 2003
[5] Beck Ulrich; Beck-Gernsheim
Elisabeth. La individualización: el individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Ediciones Paidós 2003
[6] En AAVV: “La
rebelión de los indignados. Movimiento 15 M: Democracia real, ¡ya!”. Madrid, Junio 2011, pp. 97-100
[7]
El texto, en formato papel, está editado en la “Revue des deux mondes”
Septiembre de 2011, páginas 79 - 102.
[8] Gösta Esping-Andersen “Los tres grandes retos del estado de
bienestar”. Ariel 2010.
[9] Sybille Lacan. “Un père: puzzle” (Gallimard, 1994, recién reeditado. Se encuentra
en Internet un amplio resumen del texto en castellano)
[10] Recomiendo vivamente la
lectura del trabajo del sociólogo alemán Helmut Rosa, “Accélération: une
critique sociale du temps”. Ed. La Découverte. Paris
2010.
[11] Guillermo Culell
director general de Medios Regionales del Grupo El Mercurio de Chile en el
diario español “El País” 11 de marzo de 2011.
[12] Nicholas Carr “Superficiales:¿Qué
está haciendo Internet con nuestras mentes?”, Taurus, Madrid, 2011
[13] Nicolas A. Christakis y James H. Fowler , “Conectados”.
Madrid 2010, Págs. 296-7
[14] Citado por Fabrice Audebrand:
“L´Education aux nouveaux medias:un imperatif educatif” Revue de la Protection Judiciaire
de la Jeunesse. Ministère de la Justice. Paris ,
Juillet 2010. Pag. 29
[15] En Arcadia, Barcelona, 2006
[16] Rob Riemen “L´eternel retour du
fascisme” (Nil. Paris 2011). Es
traducción del original escrito en holandés
[17] Tony Judt. “Posguerra”.
Taurus, 2006
[18] Rob Riemen. “Nobleza de
espíritu”. O. c. página 103.
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