Alivio e irritación, de Javier Elzo en La Vanguardia
La sociedad vasca, en su inmensa mayoría, nunca ha justificado la violencia etarra. Incluso en los tiempos de Franco, la cifra porcentual no llegaba a los dos dígitos. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que nunca la totalidad ni, en la mayor parte de los casos, la mayoría de los votantes a Batasuna, en cualquiera de las denominaciones con las que se presentó a las diferentes elecciones, defendía la violencia de ETA. De ahí que la denominación “ETA-Batasuna”, para designar a un colectivo determinado, denominación tantas veces utilizada en estos los últimos años, sea falsa. Pero, además de falsa, explica uno de los ingredientes que tanto han irritado, a mí también, en esta semana en la que hemos vivido la conferencia de Aiete, su aquiescencia posterior por la izquierda abertzale y el comunicado de ETA declarando el “cese definitivo de su actividad armada”, observando cómo los miembros de esa izquierda abertzale aparecían en sus ruedas de prensa como los más felices del final de ETA, incluso dando a entender que este final hubiera llegado gracias a ellos. Parecería que gracias a la izquierda abertzale hubiéramos alcanzado la paz, en realidad el final de la violencia terrorista.
Ahora bien, desde la restauración de la democracia en España, ¿cuánta gente ha apoyado a ETA? Para responder a esta cuestión me voy a servir del símil de los diferentes círculos en torno a ETA. Vengo sosteniendo que, en torno a ETA, ciertamente el núcleo de lo que se denominó, correctamente a mi juicio, hasta su utilización en una ocasión por el presidente Aznar, Movimiento de Liberación Nacional Vasco, hay un núcleo y tres círculos. El núcleo son los militantes de ETA, los que conforman los miembros que directamente participan en los actos terroristas. Nunca han sido muchos. He leídos cifras que iban de los cincuenta actuales (de los que se ha llegado a decir que se sabía quiénes eran, con las inquietantes preguntas que tal información suscita), hasta los quinientos. No sé precisar más.
Junto a este núcleo hay un primer círculo que denominaría logístico. Son las personas que les sirven de apoyo, sea para la comisión de actos terroristas, sea para mantener su infraestructura. Imposible, al menos para quien suscribe, dar cifras fidedignas, pero no creo que sean muy numerosos. Digamos, del orden de 3.000 a 5.000 personas. Siendo este círculo importante, pues permite la realización de los actos terroristas con labores de ocultación de etarras, trasvase de dinero, facilitación de vehículos, etcétera, más lo es, ami juicio, el siguiente. Es el círculo que conforman las personas que justifican las acciones de ETA, que consideran que las acciones de ETA, asesinatos y secuestros, impuesto revolucionario, amedrentamientos, amenazas, son necesarias en la actual situación de Euskal Herria, que se encuentra, dicen, bajo el dominio de España y de Francia.
Esas acciones de ETA (ekintzas en su lenguaje) tienen el objetivo de llevar a buen término los fines estratégicos de ETA, que siempre han sido los mismos: una Euskadi independiente, unificada, euskaldun y socialista. Este segundo círculo alrededor del núcleo central de la ETA terrorista, mas allá del colectivo de apoyo logístico, lo conformarían, justamente, las personas que justifican a ETA y a su acción terrorista. Son el soporte social que explica, en gran medida, la persistencia de ETA durante tantos años. Es lo que diferencia a ETA de grupos como los Grapo, las Brigadas Rojas o la banda Baader-Meinhof que pudieron tener, aun de forma reducida, un colectivo de apoyo, lo que yo significo como el primer círculo en torno al núcleo, pero que nunca tuvieron el soporte social que siempre ha tenido los terroristas de ETA, su segundo círculo.
Para determinar su número hay que echar mano de encuestas donde se pregunte, explícitamente, si se está de acuerdo con la acción armada de ETA, sin ocultar necesariamente el término terrorismo o acción terrorista en la pregunta. He solido dar la cifra de 50.000 personas, más o menos (ahora no recuerdo en qué encuestas me basé), cifra que no creo que haya variado sustancialmente en los últimos casi treinta y cinco años, desde la reanudación de la violencia terrorista, tras la amnistía de 1977, hasta nuestros días.
Lo que sí ha variado, y considerablemente, es el tercer círculo en torno a ETA, que lo conforman las personas que, sin formar parte de los dos círculos anteriores, sin embargo, han votado a Herri Batasuna en las diferentes denominaciones con las que se ha presentado a las confrontaciones electorales en las que la ley se lo ha permitido. El histórico de sus resultados es sumamente revelador, cuyo detalle aquí no podemos hacer. Limitándonos a algunos resultados de los últimos años, constatamos que en las municipales de 1999 obtiene, probablemente, su cifra más alta: en números redondos, 228.000 votantes, el 20% de los votos emitidos. En las autonómicas del 2001, donde se produce el mayor triunfo en la historia del PNV (coaligado con EA), con más de 600.000 votos, esto es, el 43% del electorado, Euskal Herritarrok se queda con 143.000 votos (sumados ya algunos independientes de la misma órbita). Es el fracaso de la campaña orquestada por Aznar y los movimientos que calificaban el nacionalismo vasco de nazi-nacionalista, llegando a manifestarse frente a Ajuria Enea con estrellas pegadas a la ropa cual judíos en tiempos de Hitler. Eso sí, con multitud de cámaras para registrar el evento. Hasta socialistas vascos votaron entonces a la coalición PNV-EA. También, no pocos de los que lo hicieron a Batasuna (en la marca Euskal Herritarrok) dos años antes.
En las municipales del 2007, después de la bomba en la T 4, se produce el mayor descalabro electoral de Batasuna, esta vez bajo las siglas de ANV: contando generosamente los independientes que pudieran serles afines no llegarían a los 80.000 votantes, algo así como el 8,5% del cuerpo electoral. En fin, el presente año 2011, Bildu, donde tenemos a la jurídicamente innombrable Batasuna, coaligaba con EA y Alternatiba (estas dos de impecable trayectoria contraria a la violencia terrorista), alcanza la cifra de 276.000 votantes, el 26% del cuerpo electoral. Si fuera posible determinar con rigor el peso de los tres componentes de Bildu en mayo pasado, pensamos que el porcentaje del mundo de Batasuna vendría a ser similar al del año 1999: del orden de 230.000 votantes, alrededor del 20% de los votos emitidos en el País Vasco.
¿Cuántos conforman el tercer círculo de apoyo a ETA, cuántas las personas que no aceptan su violencia pero dan su voto a la marca con la que su brazo político se presenta a las urnas? Estaríamos hablando de los votantes de Batasuna (en cualquiera de sus marcas electorales) que no forman parte de los dos primeros círculos más próximos a ETA. Según mi hipótesis, arriba señalada, el segundo círculo de ETA (los que justifican sus acciones pero no participan, ni indirectamente en ellos) lo he cifrado en torno a 50.000. Los del primer círculo (los del apoyo logístico) no pasarían de los 5.000. El resto sería el tercer círculo, que variaría entre los 175.000 de 1999 (cifra probablemente similar a la del 2011, una vez descontados los que provendrían de EA y Alternatiba) frente a los escasos 25.000 del año 2007. Reténganse las cifras: el abanico de personas del tercer círculo de ETA, su periferia, varía entre 25.000 y 175.000 personas. Es evidente el error de confundir ETA con Batasuna y habitualmente utilizando como referente la Batasuna de sus momentos álgidos, con lo que siempre salen favorecidos. Se les presenta como siendo más de los que en realidad son. En la periferia de ETA hay un espacio, electoralmente indefinido, que a tenor de las circunstancias (treguas y rupturas de treguas de ETA y campañas mediáticas contra la presencia de HB en las elecciones, entre otras) suscitan adhesiones, que se traducen en votos con la variabilidad que hemos visto.
En todo caso, no hablamos nunca, en ninguna circunstancia, de más del 25% de la población vasca. Una cifra elevada, elevadísima, desde muchos puntos de vista escalofriante. El resto, el 75% de la población, no solamente condenaba las acciones de ETA, sino que nunca, en ninguna de las confrontaciones electorales, dio su voto a la izquierda abertzale bajo cualesquiera de las denominaciones que se ha presentado. Hoy, esta mayoría ve con alivio que la amenaza de ETA parece haber terminado definitivamente. Pero está profundamente irritada, pese a reconocer que la noticia es buena para ellos (especialmente para quienes viven escoltados y amenazados) cuando observa, en las pantallas de televisión, los rostros sonrientes y complacidos de los líderes de la izquierda abertzale comentado el fin de ETA. Como si no supiéramos que necesitaron tantos años y tantas muertes para darse cuenta de que habiendo fracasado ETA en todos sus objetivos, su sola presencia hacía la suya, la de la izquierda abertzale, harto problemática, como se vio tras la bomba de la T 4.
La izquierda abertzale necesitaba que el fracaso de ETA (pues Euskadi no es independiente, no está unificada, el avance del euskera no les es imputable y Euskadi no es socialista) no fuera total. Para su propia supervivencia necesitaba que el brazo político del MLNV saliera indemne de todo este proceso. Lo que exigía el final de ETA. Así, con la acción policial (especialmente cuando Francia decidió colaborar) y algunas (que no todas, más bien al contrario) acciones judiciales; con el desapego de siempre (salvo excepciones, silente) de la sociedad vasca y con la ayuda internacional (cuya necesidad me ha parecido evidente desde hace muchos años), se ha conseguido. De ahí el alivio y alegría del mundo de Batasuna. De ahí el alivio e irritación de todos los demás. Ahora toca recomponer todo lo que se pueda recomponer.
Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología en la Universidad de Deusto
Publicado por Reggio's
La Vanguardia 30 Octubre, 2011, a las 7:14 am
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