miércoles, 3 de octubre de 2018

Para una sociología de la pederastia en el clero





La pederastia en el clero: breves apuntes para una lectura sociológica

(Texto provisional)


Índice:

1. Una lista incompleta de preguntas desde la sociología

2. Un vademécum muy incompleto de trabajos y testimonios sobre la pederastia del clero

. El ex rector del Seminario de la Arquidiócesis de Lima (Perú) en 2018. – -  . Un dossier italiano conocido en febrero de 2018
. Iglesia y sexualidad: los graves efectos del celibato y la abstinencia (según varios estudios)
. El Informe de Pensilvania de agosto de 2018
. El Informe alemán de 2018
. Una información obtenida por cámara oculta

3. Cuando hace treinta años la pederastia era legitimada: un libro de lectura difícil

. Resumen mínimo del libro
. La legitimación de la pederastia
. Rechazo y superación de la legitimación pedófila

4. Sobre el niño, el menor y sus edades legales.

. Sobre un Carta firmada por 60 personalidades francesas
. La evolución de la mayoría sexual en Francia
. Las edades legales de los menores en España, el año 2018
. Del padre rey al niño rey

5. ¿Cómo se ha llegado a esto? Causas, motivos, circunstancias… para explicar la pederastia en el clero.

- El celibato del clero
- Los conflictos en la iglesia.
- El clericalismo de la Iglesia Católica
- El eclesiocentrismo
- La colusión entre la homosexualidad y la pederastia
- Los trapos sucios se lavan en casa: el tema del encubrimiento y ocultación de datos
- La distinta valoración de diferentes actos sexuales. La necesidad de la contextualización
- Entre el ultra - liberalismo sexual de la sociedad actual y el rigorismo de la Iglesia católica
- La masculinidad en el staff clerical

6. Unas breves reflexiones finales para cerrar, que no concluir, estas páginas


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La pederastia en el clero: breves apuntes para una lectura sociológica

(Texto provisional. Primera redacción)

El gravísimo tema de la pederastia en el clero católico, cuyas revelaciones estos últimos tiempos nos han anonadado, va a marcar a la Iglesia católica en los próximos años. Este tema tiene muchos aspectos que exigen, a su vez, abordajes diversos. Pero sin olvidar, ni obviar, hay que decirlo de entrada, la cuestión más importante y la más urgente, a mi juicio, a saber, la indefensión de los niños (niños y niñas) ante el abuso sexual de los adultos, en este caso de los religiosos que, además, en los años en los que tuvieron lugar los abusos, en muchos lugares se les llamaba “padres”, “padre Luis”, “padre Juan” etc. Luego esos niños y niñas eran violados en su intimidad sexual por un “padre espiritual” con las consecuencias que de ello se derivan, a decir de los psiquiatras. Ayudar a esos niños, hoy adultos en su gran mayoría, a rehacer su vida y hacer todo lo necesario para que no puedan volver a suceder hechos similares, me parece, de toda evidencia, lo repito, lo más urgente y lo más importante.

Pero, además de la cuestión prioritaria del trato (y prevención) a los menores, hay otras cuestiones, también de gran importancia que deben ser abordadas si queremos que estos hechos no se reproduzcan. Algunos de relevancia directamente eclesial, como qué hacer con los abusadores, cómo proceder en la selección de los clérigos etc. Son los que en mayor grado aparecen en los foros. Los tendré en cuenta, pero no ocuparán el centro de estas páginas (ya excesivas, me temo).  No olvido tampoco los perfiles psicológicos de los abusadores, en cuyo campo no puedo ni debo entrar por mi incompetencia en esos temas. Pero, creo que hay, así mismo, otros temas de cariz más sociológico, de sociología empírica incluso que, salvo ignorancia por mi parte, están todavía sin elucidar suficientemente. Hay estudios sobre el tema, algunos señalaré, pero no veo que haya un número suficiente de estudios científicos, solventes, esto es, que hayan sido revisados y valorados por personas reconocidas en su competencia e integridad académica, y que sean accesibles.

Llevaba varias semanas trabajando este tema, con algunos textos míos ya publicados en varias web´s de signo religioso (que yo haya controlado son estos: Religión Digital, Atrio, Catalunya Religiò y revistacresol.es) y otros textos redactados pensando en completar lo anterior, cuando tuve conocimiento del muy importante documento “PERDÓN (Reflexión de instituciones católicas sobre los escándalos de pederastia)” publicado en Religión Digital el 17 de septiembre actual[1] que, obviamente, he incluido en estas mis reflexiones. Tres días después leo la exquisita y valiente carta de Ricardo Blázquez sobre la pederastia[2]. De hecho, en los últimos meses, desde la Carta al Pueblo de Dios del papa Francisco del 20 de agosto de 2018, son numerosos los pronunciamientos de autoridades eclesiásticas, de obispos y conferencias episcopales, pidiendo perdón y mostrando su dolor y vergüenza por tantos casos (“plaga” dicen algunos) que están saliendo a la luz de comportamientos pederastas del clero católico. Pero, como se indica al inicio del documento “Perdón” recién mentado, hay que “ir buscando las causas y analizar los hechos para ver si es posible que estos no se repitan nunca más. Lo hacemos aun sabiendo que nos falta información, que hay muchos puntos oscuros y que quizá no conocemos todos los contextos. Por eso iremos sugiriendo también las informaciones de que disponemos y que ojalá algún día puedan ir completándose”.

En ese mismo texto, ya avanzado en su redacción, podemos leer esto: “Tenemos derecho a una información veraz y lo más global posible. Con frecuencia oímos noticias de detenciones por posesión y difusión de material pornográfico infantil; y el infractor nunca es una persona sola, sino “una red”. También son frecuentes las informaciones de menores de edad, captados engañosamente a través de twitter y demás redes sociales.  Es pues legítimo preguntar si estamos ante una espantosa plaga eclesiástica o ante una lamentable plaga social y cuáles son los caminos para salir de ella. ¿Hay estudios fiables sobre las dimensiones exactas de estas aberraciones?”. Modestamente, ese es, también, uno de los objetivos de estas páginas, aunque ya adelanto que yo también tengo más preguntas que respuestas. Valgan las siguientes páginas como un apunte de inicio para abordar, desde la perspectiva sociológica, la pederastia en el clero.

Pero antes de entrar en materia quiero añadir, en estas primeras líneas, que hay que distinguir la pedofilia (atracción por los menores, niños, niñas, adolescentes …) de la pederastia (abuso sexual, en el grado que sea, de los niños, menores etc.). Obviamente mis reflexiones van dirigidas a la pederastia. Pero en mi incursión en textos en lengua francesa he utilizado, a menudo, el término “pedofilie” pues es el más utilizado por ellos.

Acabo de señalar la necesidad de estudios llevados a cabo en diferentes partes del planeta pues, es una de mis hipótesis centrales, en este tema como en muchos otros, la contextualización socio- cultural es clave, y va a ocupar parte de estas páginas.  He aquí, de entrada, una serie de cuestiones que creo se deben abordar desde la sociología.

Una lista incompleta de preguntas desde la sociología

.    Parece que todavía hay dudas y confusión entre el celibato religioso y las tasas de homosexualidad y de pederastia. No solamente si hay más casos de pederastas entre los miembros del clero católico que fuera de él, sino a) si hay más homosexuales en el clero que fuera de él, y b) si hay correlación entre la homosexualidad y la pederastia, dentro y fuera del clero católico. Me llama la atención, en el documento “Perdón” firmado por algunas instituciones católicas de España, que se diga, en el apartado del clericalismo, esto: “No parece tan claro que estos actos espantosos sean solo una consecuencia del celibato obligatorio, pues en bastantes casos parece tratarse de individuos homosexuales que, no sabiendo cómo afrontar su situación, optaron por hacerse curas: tengamos en cuenta que algunos casos son de hace bastantes años, cuando la sociedad no ofrecía a los homosexuales una manera sana y digna de vivir su condición (y ojalá que esto sea también un aviso para la Iglesia). (….) Y finalmente (y aunque ha interesado menos a los medios de comunicación informar sobre eso), la plaga de la pederastia se ha dado también en profesionales casados o no vinculados a ninguna ley celibataria. Parece pues que hay que intentar buscar un poco más allá”.

Por supuesto que hay que ir más allá. Pero me sorprende la correlación, claramente insinuada en el documento, de que es la homosexualidad de algunos curas (más que el celibato) la razón o motivo que pueda estar en la base de su pederastia. Veremos más adelante cómo en algún foro religioso se acepta rotundamente tal correlación. ¡Como si no hubiera pederastas entre los heterosexuales! En todo caso, me parece importante, en el estado actual de las cosas, fuera y dentro de la iglesia, saber si hay evidencia científica de que haya alguna correlación estadística entre la homosexualidad y la pedofilia, (y de su paso al acto deviniendo pederastia) más allá de la profesión que se ejerza. Esto es: respecto de la homosexualidad y la pedofilia, distinguiéndolas como dos cuestiones diferentes, insisto en ello, cabe preguntarse si es más frecuente entre solteros (no solamente célibes) o entre casados. Más aún si hay perfiles sociológicos (categorías sociológicas) en los que abunde en mayor (o menor) medida la práctica pedófila, por homosexuales y por heterosexuales. Y por qué, si la hay.

. No estamos completamente ayunos de información sobre algunos de los temas que nos ocupan. Ciertamente. Así, Ricardo Blazquez, en su carta del 20 de septiembre escribe que “según los estudios estadísticos, el 80% de los casos tienen lugar en las familias, el 3% en la Iglesia y el resto en el deporte y la educación”. Y apunta a unas declaraciones de Angela Merkel, tras un estudio realizado en Alemania quien afirmó: “luego el problema no es sólo de la Iglesia católica y protestante sino de la sociedad" y añadió que “en orden a superar esta lacra no nos cerremos las vías para situar la amplitud de la pederastia en sus reales dimensiones y proporciones”. No otro es el objetivo que persigo desde hace semanas. Pero, hay que empezar por mostrar las fuentes con los datos existentes, datos que deben ser comprobables, como lo exige la ciencia social: pudiendo consultar, por expertos, las fuentes aducidas. Yo hubiera agradecido que Ricardo Blazquez, a pie de página, hubiera mostrado el estudio en el que se basan sus cifras, el estudio del Informe alemán al que hace referencia Merkel.

. Pero, todavía más en concreto, hay que estudiar si cabe afirmar que en la profesión clerical hay más pederastas que en otras profesiones y, en su caso, si hay profesiones en las que haya más casos de pederastia que en otras y por qué. El porqué es crucial. Absolutamente crucial, si no queremos limitarnos a un recuento de cifras (a menudo para echárnoslas unos a otros a la cara), cifras que, por otra parte, son difíciles de obtener pues, la inmensa mayoría de actos pederastas tienen lugar en ámbitos cerrados. El porqué de los actos pederastas, comprender desde dentro, cómo las personas con tendencias pedófilas dan el paso al comportamiento pederasta, es clave para poder si, no poner freno a tales actos, si, al menos, lograr reducirlos al mínimo, precisamente porque estaríamos intelectualmente más armados para afrontarlos. Lo digo de
entrada pues será una de mis conclusiones: La iglesia precisa, entre otras cosas, invertir recursos para conocer, desde dentro, como viven su sexualidad los curas, religiosos y religiosas. Con delicadeza sí. Con rigor y vigor, también.

. Respecto de la homosexualidad y la pedofilia, distinguiéndolas como dos cuestiones diferentes, insisto en ello, cabe preguntarse si es más frecuente entre solteros (no solamente célibes) o entre casados. Más aún si hay perfiles sociológicos (categorías sociológicas) en los que abunde en mayor (o menor) medida la práctica pedófila, por homosexuales y por heterosexuales. Y por qué, si la hay.

En el caso de la Iglesia Católica en occidente, cuyo “staff” (obispos y sacerdotes, seculares o religiosos) son todos hombres, y todos célibes, cabe preguntarse también, si la ausencia de la mujer en su vida personal y privada tiene incidencia estadística en la tasa de actos pedófilos. En este orden de cosas habría que analizar los comportamientos de los sacerdotes católicos de occidente en relación con los de oriente, de los sacerdotes católicos con los pastores protestantes etc., etc.

2. Un vademécum muy incompleto de trabajos y testimonios sobre la pederastia del clero

Son muchos los textos que he encontrado en este tema. Me limito a presentar aquí un muy reducido número de los textos que tengo archivados.

1.    El ex rector del Seminario de la Arquidiócesis de Lima (Perú) en 2018

El P. Carlos Rosell, teólogo y ex rector del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo de la Arquidiócesis de Lima (Perú), aseguró en una entrevista que “todos los casos que ha habido de pedofilia” en la Iglesia se deben “a comportamientos homosexuales” (….) “todos los casos que ha habido de pedofilia, que es un pecado gravísimo, quiero remarcar lo de gravísimo, y que ensucia el rostro de la Iglesia, se debe a comportamientos homosexuales”. El P. Rosell recordó que durante cinco años fue rector del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, “y te digo una cosa con claridad: está prohibido que una persona con tendencias homosexuales sea ordenado sacerdote”.
“No es discriminación, hay que distinguir entre la persona homosexual y las relaciones homosexuales”, precisó. “A la persona se le merece respeto y la Iglesia lo señala con claridad en su doctrina. La persona homosexual es persona, es imagen y semejanzas de Dios, ha costado la sangre de Cristo, hay que respetar a la persona”, recordó. Sin embargo, añadió, “las relaciones homosexuales son desordenadas, son antinaturales, son inmorales, y por decir eso uno no es homofóbico”. “Cuando uno dice eso, inmediatamente te lanzan la etiqueta de medieval, fanático, retrogrado. No, hay que decirlo con claridad: las relaciones homosexuales son desordenadas”, insistió. El presbítero subrayó que “no se puede permitir que una persona que tiene orientación homosexual se ordene sacerdote, por eso la importancia de cuidar la formación”. Y concluye señalando que, en diciembre de 2016, la Congregación para el Clero de la Santa Sede publicó el documento “El Don de la vocación presbiteral. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”, que determina, entre otros temas, que “la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”. En 2010 el entonces Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, aseguró que “muchos psicólogos y muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado que sí hay relación entre homosexualidad y pedofilia. Existen muchos documentos de psicólogos en ese sentido”[3].
Lo he señalado con cierta extensión para mostrar, obviamente a mi juicio, que aquí tiene la Iglesia un problema muy serio. No me refiero a la relación entre homosexualidad y pederastia, que también, sino a la relación que establece entre la tendencia homosexual y la práctica de la homosexualidad. Si una persona tiene y se respeta su tendencia homosexual, como algo natural (no entro en si innato o adquirido y en qué proporción, debate sin fin) ¿en nombre de qué se castiga que practique su tendencia sexual? Porque son desordenadas se arguye. Pero ¿es que no hay relaciones desordenadas en las relaciones heterosexuales? Pero dejemos aquí ese tema.
2.    Un dossier italiano conocido en febrero de 2018
En la información de “eldiario.es” que firma Jesús Bastante, se puede leer que “no solo el celibato, también la homosexualidad está extendida entre los sacerdotes de Italia, según confirmaría un dosier de 1.200 páginas que ha sido enviado a la diócesis de Nápoles. El arzobispado ha tenido que reconocer la existencia de este informe, en el que se relata sexo en grupos en parroquias, orgías en conventos y el pago de servicios de prostitución masculina, además de conversaciones íntimas. Este escándalo para la Iglesia, que no acepta la homosexualidad ni siquiera entre sus feligreses, afectaría a unos 60 sacerdotes y religiosos de toda Italia, y entre los que la investigación que ha sido remitida incluye algún obispo”.
Se puede saber algo más de este documento de 1200 páginas, accediendo a la página web que se señala en la información de “eldiario.es”[4].   
3.    Iglesia y sexualidad: los graves efectos del celibato y la abstinencia (según varios estudios)

Con ese título, el psicólogo chileno, Claudio Ibáñez, ofrece una interesante reflexión en una entrada en el portal ATRIO[5] en el que ofrece los resultados de dos estudios de gran interés. El primero de ellos es el de Richard Sipe [6], basado en información recolectada durante 25 años sobre más de tres mil sacerdotes, que, a su juicio “se considera el estudio de referencia sobre sexualidad en el clero. De hecho, sus estadísticas sirvieron, con impresionante precisión, para orientar la investigación periodística, de impacto mundial, sobre abusos sexuales del clero en Boston en 2001 (este trabajo del equipo periodístico de The Boston Globe fue llevado al cine por el film Spotlight, ganador del Oscar a la Mejor Película en 2015). Richard Sipe concluye que los abusadores de menores representan solo el 6% del clero”. Aporta más datos sobre la sexualidad en el clero: “entre el 80% y el 90% se masturba y el 50% de los sacerdotes practica relaciones sexuales adultas, tanto hetero como homosexuales”.

La segunda investigación que refiere Claudio Ibáñez es la que, según él, es la más grande sobre abuso sexual, y que lo vincula al celibato: es la realizada en Australia por la Comisión Real de Respuestas Institucionales al Abuso Sexual Infantil “. Es el resultado de un trabajo llevado a cabo por una comisión independiente y de alto nivel creada por el gobierno australiano, encargada de investigar los casos de abuso sexual en menores. Luego no solamente en la iglesia católica, lo que permite, quizá, avanzar en las diferentes causas, motivos o circunstancias del abuso sexual en menores. Se presentó el 6 de febrero de 2017. Decir que el Informe es voluminoso es lo menos cabe decir. Tiene 18 volúmenes, la mayoría, si no todos, con más de un centenar de páginas, cada uno. Así las “Recomendaciones del Informe” suman 115 páginas. Hay 26 recomendaciones dirigidas a la Iglesia Católica. Se me excusará no haber leído la totalidad del Informe, y redactar, básicamente estas líneas a tenor de lo leído del texto del Ibáñez, así como de la información que, del Informe australiano, ofreció el periódico católico “La Croix”[7].

La Comisión indicó que habían detectado 4444 hechos de pedofilia (recuérdese que en la literatura francesa es el término que utilizan también para la pederastia) atribuibles a la Iglesia Católica entre 1980 y 2015. En torno al 7% de los sacerdotes australianos serían autores presumibles de pedofilia entre 1950 y 2015 (las fuentes de datos, muy escrupulosamente trabajados, son diversas y no siempre muy seguras, lo reconocen). En algunas diócesis la proporción habría llegado al 15 %, y, señala “La Croix”, que en alguna orden religiosa, como la de St John of God Brothers, llegaría al 40 %.

Para determinar qué representan esas cifras en el conjunto de la sociedad australiana “La Croix” señala que, aunque la proporción de clérigos pederastas parece inferior a la que se daría en el conjunto poblacional, habrá que esperar a que la Comisión publique los datos de otro sector clave en este tema como es el de la Educación Nacional. Pero, en todo caso, no hay que minimizar la plaga pues el 60 % de las víctimas, ya contabilizadas, señalan haber sufrido abusos en las instituciones confesionales, dos tercios de las cuales en las católicas. Dato clave a profundizar. Tampoco sé, en este momento si han contabilizado los abusos realizados en el seno de las familias. Concluye “La Croix” afirmando que “el contexto cultural es determinante en el fenómeno de los abusos sexuales y que no hay que generalizarlos a otras latitudes”.
Volviendo a Claudio Ibáñez, señala como “en opinión de la Comisión el celibato es un factor de riesgo que, sumado a otros, facilita la aparición de alteraciones psicosexuales en los consagrados. Pero no solo esto, sino que al ser algo imposible de lograr para muchos consagrados, el celibato “hace que se viva una doble vida y contribuye a una cultura de secreto e hipocresía y esta cultura parece contribuir a que se soslaye la transgresión del celibato y se minimice el abuso sexual como un lapso moral perdonable”. Por ello, en su informe final, la comisión recomienda al Vaticano poner término a la obligatoriedad del celibato”. En efecto, así reza la Recomendación 16.18 de la Comisión: “La Conferencia de Obispos Católicos de Australia debe solicitar a la Santa Sede que considere introducir el celibato voluntario para el clero diocesano”.

4.    El Informe de Pensilvania de agosto de 2018

El Gran Jurado de Pennsylvania publicó un informe de más de 1300 páginas sobre los abusos sexuales cometidos en seis de las ocho diócesis del estado[8]. El informe identifica a 301 sacerdotes predadores, con nombre y apellido. Identifica a más de 1000 menores que sufrieron abusos (algunos escalofriantes), pero considera que hay muchos más niños que no han denunciado, o cuyas denuncias se extraviaron. Se habla de miles durante 60 años. El informe señala a los superiores que no supieron proteger a los niños. Los líderes de la Iglesia prefirieron proteger a los abusadores y a su institución, principalmente. “Debido al encubrimiento, todas las instancias de abuso que hemos encontrado ya han caído en prescripción”.

El Gran Jurado reconoce que «ha cambiado mucho en los últimos quince años. Acordamos escuchar a cada una de las seis diócesis que hemos investigado» (…) Cinco obispos nos enviaron declaraciones y el sexto, el obispo de Erie (Lawrence T. Persico), vino personalmente. Su testimonio nos impresionó porque fue directo y sentido”. Pero, “durante décadas. Monseñores, obispos auxiliares, obispos, arzobispos, cardenales fueron protegidos, muchos, incluidos algunos cuyos nombres están en el informe, fueron promovidos. Hasta que esto no cambie, creemos que es demasiado pronto para cerrar el capítulo del escándalo sexual en la Iglesia católica”.

La Jerarquía de la Iglesia Católica de Estados Unidos ha dado por valido la mayor parte del Informe, aunque algunos obispos, así como expertos independientes, han puesto en duda algunos detalles del Informe.

En una nota de prensa del Vaticano se puede leer: “Ante el informe divulgado en Pennsylvania esta semana dos son las palabras que pueden expresar lo que se siente frente a estos horribles crímenes: vergüenza y dolor. La Santa Sede considera con gran seriedad el trabajo (del Gran jurado) y el Informe producido” (…) “La Iglesia debe aprender duras lecciones del pasado y que debería haber una asunción de responsabilidades por parte, tanto de quienes han abusado como de los que han permitido que sucediera. El Vaticano espera, pues, que tanto los abusadores aún vivos como las autoridades eclesiásticas que los han encubierto asuman sus responsabilidades”. (…) “Las víctimas deben saber que el Papa está de su parte. Los que han sufrido son su prioridad, y la Iglesia quiere escucharlos para arrancar este trágico horror que destruye la vida de los inocentes”

Dejo la palabra al gran vaticanólogo Andrea Tornielli, quien comentado este Informe escribe “aunque nos refiramos a casos del pasado, aunque las mismas autoridades que investigan hayan reconocido que la actitud ha cambiado en el presente, las páginas del informe vuelven a plantear una pregunta dolorosa: ¿cómo ha sido posible? ¿Cómo ha sido posible que hombres consagrados a Dios y al servicio del pueblo de Dios hayan traicionado de esta manera perversa su vocación? ¿Cómo ha sido posible que obispos y superiores religiosos se hayan dado la vuelta, encubriendo, justificando, transfiriendo sin escuchar el grito de las víctimas, consideradas “enemigas” del buen nombre de la Iglesia? Por el contrario, la buena reputación de la Iglesia era lo último de lo que tenían que preocuparse, frente a los abusos perpetrados y a las almas asesinadas de tantos niños y niñas inocentes”.

5.    El Informe alemán de septiembre de 2018 [9]

Harald Dressing, psiquiatra experto en abusos sexuales desde hace treinta años, director del Informe realizado con investigadores de las universidades de Giessen, Mannheim y Heidelberg, a petición de la Conferencia Episcopal Alemana, señaló a los obispos alemanes, en la presentación del estudio, que estaba conmocionado por la magnitud de los abusos cometidos por el clero católico desde el final de la segunda guerra mundial.
El informe registra 3.677 niños y adolescentes que han sido abusados sexualmente por 1.670 religiosos. "Esto es solo la punta de un iceberg cuyo tamaño no conocemos", admitió el psiquiatra. Sobre la base de los 38 000 documentos de personal religioso disponibles para los investigadores, estiman que el 5,1% de los sacerdotes alemanes y el 1% de los diáconos cometieron esos abusos. Pero, una vez más, estos son solo órdenes de magnitud, con muchas zonas obscuras. El informe también menciona archivos destruidos en dos diócesis y casos de "manipulación". La comisión también señala niveles divergentes de colaboración, con solo 10 de las 27 diócesis que proporcionan datos que datan de 1946. Las otras 17 se centraron en la década de 2000.
Después de cinco años de trabajo, este estudio fue presentado oficialmente el 25 de septiembre de 2018 a los miembros de la Conferencia Episcopal, pero no constituye las conclusiones oficiales de la Iglesia Católica Alemana que han decidido, tras conocerlo, profundizar en el estudio para determinar que decisiones adoptar.
El Informe destaca "las especificidades estructurales de la institución católica que promueven el abuso sexual y dificultan la prevención". Señala el clericalismo, el deseo de "proteger la institución en primer lugar" y el secreto de la confesión. El cardenal Reinhard Marx tomó nota y declaró que "nuestro deseo es ver las causas sistémicas de tales abusos, como el clericalismo o el deseo de alejarse de los hechos".
Por otra parte, Rainer Maria Woelki, obispo de Bonn, anunció el lanzamiento de un estudio "independiente y exhaustivo" destinado a "arrojar luz sobre los fracasos individuales e institucionales" dentro de su diócesis. "Solo podemos recuperar la confianza si somos honestos y sinceros", dijo.
6.    Una información obtenida por cámara oculta
Es un documental que sintetiza casi 500 horas de grabaciones, en las que un actor mantiene cibersexo gay con sacerdotes, religiosos y pastores de distintas confesiones cristianas y de una treintena de países, fundamentalmente de Brasil y algunos del Vaticano. Ésta es la temática de Amores santos, dirigida por el periodista Dener Giovanini. En el documental aparecen cientos de religiosos católicos, evangélicos, anglicanos y de distintas ramas del protestantismo manteniendo sexo virtual frente a su webcam, así como los archivos de sus conversaciones con el actor en las redes sociales.  "Queremos derribar el muro de silencio respecto al sexo en la Iglesia y denunciar el discurso del odio y la homofobia", asegura el director a “eldiario.es”.

La Santa Sede evita opinar sobre el asunto, que salió a la luz en pleno Sínodo de la Familia. El actor contactó en seis meses con 5.000 religiosos[10].

Me viene a la memoria, cómo siendo estudiante en Lovaina se publicó una información -que no recuerdo si llegó a ser un libro- en el que unos “investigadores” se confesaban de toda suerte de pecados, sexuales la gran mayoría, grabando, de incógnito obviamente, las respuestas que les daban los curas y religiosos. Ya entonces pensaba que estamos en la cultura de que para obtener información todo es lícito. La discreción, la intimidad y la honorabilidad de las personas es totalmente secundario. Lo que no quiere decir que cuando se sepa de actos reprobables (como la pederastia) haya que callarse. Por eso bien venidos sean los Informes serios, contrastables, como los de Boston, Pensilvania, Australia, Alemania etc., en este lacerante tema de la pederastia. Estudios serios, contrastados y contrastables.

Estas semanas que he consagrado a este tema de la pederastia en el clero católico he encontrado mucha información engañosa. Es fácil caer en la trampa. Yo mismo he caído citando algún trabajo nada serio por no haberlo contrastado suficientemente. Ruego excusas. Me dejé llevar por el dolor, y las prisas, tras lectura del Informe – Panfleto Viganò. Quizá, quizá, más adelante tenga paciencia para desbrozar tanta morralla como he detectado. Pero, hoy, la dejo aparcada. Basta aquí solamente reiterar que, además de distinguir los diferentes puntos de vista, por ejemplo, en la supuesta correlación entre homosexualidad y pederastia, que también es fundamental contextualizar en qué periodo, por quien (o quienes) y donde fueron realizados los estudios, es fundamental controlar la fuente, las fuentes en las que se basa la información suministrada. No siempre es fácil, a menudo por el principio periodístico de no dar cuenta de las fuentes. Pero un lector atento y honrado, sabrá distinguir si lo que pretende la información es, precisamente eso, informar, o busca criticar, zaherir, como a menudo sucede en la actualidad, la figura del papa Francisco en concreto y la iglesia católica, más en general. Cuanto más indago, en mayor grado constato la importancia de este enfoque y estas advertencias. Y no soy el único, como he mostrado más arriba. Lo que, - no es preciso decirlo, pero hay que decirlo- no invalida en nada las informaciones fiables, más que evidentes, de la realidad de la plaga de la pederastia en el clero católico, por limitarte al objeto de estas páginas. Hay, incluso que agradecerlas, lo repito.

Otra cosa quiero añadir. En los años 60 y 70 del siglo pasado se acusaba a la sociología, particularmente entre las gentes de derechas, de ser una “sociología de la sospecha”, una sociología que tenía como objetivo meter el dedo en el ojo ajeno, eso sí, con el propósito de destapar toda suerte de comportamientos reprobables del tipo que sea. Algo de eso era cierto, pero, salvo que haya cambiado la deontología de la investigación sociológica de los tiempos en los que yo la ejercía como sociólogo empírico, teníamos completamente prohibido hacer uso público de información obtenida de una persona (aun manteniéndola en el anonimato) sin haberla obtenido de ella, directa y claramente, y manifestándola que la íbamos a hacerla pública, pero, insisto en ello, guardando celosamente su anonimato. ¡Qué lejos estamos hoy de esa práctica cuando hasta los entrenadores cuando se comunican en el banquillo durante un partido de futbol lo hacen tapándose la boca con la mano! Pero soy consciente, de que, aquí también, predico en el desierto. El concepto de privacidad está demodé. Porque así lo hemos querido y decidido. No es nada impuesto por “los que mandan”. Así, de la sociología de la sospecha hemos transitado al periodismo de la sospecha y, lo que peor, a la sociedad de la sospecha. En nombre, entre otros motivos, de la libertad de expresión. Así nos va. Pero este, también, es otro tema.

3. Cuando hace treinta años la pederastia era legitimada

Preparando estas páginas me tope con un libro, publicado en 2013, del que guardaba una nota en mis archivos, y que afloró de nuevo en la literatura francesa estas pasadas semanas[11]. Me impactó su contenido. Mostraba cómo la pedofilia fue justificada, qué razones esgrimía, parte de las élites francesas en los años 70 y parte de los 80 del siglo pasado y cómo en la actualidad, por el contrario, la pedofilia es considerada como una de las peores lacras que se pueda imaginar. Me hice con el libro, y su lectura me dejó anonadado. Entre otras razones porque, parte de aquellos años yo los viví en Paris y Lovaina y, aunque de algunos autores (Michel Foucauld) y personajes célebres (Gandhi y Daniel Cohn-Bendit) ya se hablada que habían mantenido relaciones con menores, no recordaba que el tema tuviera el peso que le concede el libro.

Creo que este libro hay que leerlo. No resuelve nada, no relativiza nada, pero contextualiza, y mucho. Insisto en que no relativiza nada del tema de la pederastia clerical, pues el estamento clerical estaba bastante lejos del horizonte intelectual de los que justifican la pedofilia, básicamente del mundo de la “izquierda radical” en el mundo de la farándula, por decirlo en el lenguaje de hoy.

He redactado varias páginas tras la lectura de este libro que, tras dudas, bastantes dudas, al final he decidido trasladarlas a este texto. Algunos las juzgaran excesivas. Otros, como ya me ha sucedido, como un intento de “quitar hierro” al tema de la pederastia del clero, si no utilizar el libro como “ventilador” de que otros ya hicieron lo mismo.

A los primero les diré que, quizá, tengan razón. Consagro demasiadas páginas a una cuestión que, solo tangencialmente aborda la actual temática de la pederastia en el clero. Pero añadiría dos cosas: la controversia que se vivió hace treinta años nos muestra la importancia que hay que conceder a la concepción que se tenga del niño, en tanto que niño, en primer y principal lugar y, aunque en segundo lugar, me parece importante resaltar cómo se concebía el papel de la familia por parte de los que justificaban la pederastia, papel que, en determinados ambientes no ha desaparecido aunque, afortunadamente, sin las connotaciones de algunos, hace treinta años. También añadiré que, líneas abajo, presento un “Resumen mínimo” de las tesis del libro, de tal suerte que, quienes no deseen profundizar en su temática, leyendo simplemente el brevísimo Resumen, pueden pasar directamente al siguiente apartado de estas páginas, el punto 4. Sobre el niño, el menor y sus edades legales.

A los segundos, les diré también dos cosas. En primer lugar, les rogaré que lean con cierta atención estas páginas antes de emitir un juicio expeditivo, diciendo que pretendo minimizar la lacra de la pederastia clerical. Sé de lo que hablo y del horror que me suscita. Pero, y en segundo lugar, quiero que se entienda que comprender, aprehender desde dentro, en razón de los argumentos dados por sus actores y autores, un comportamiento que se detesta o se rechaza, no supone en absoluto justificarlo. Cosa que a muchos les cuesta entender y se presta a malentendidos y cosas peores. Lo viví cuando traté de entender por qué ETA asesinaba, qué razones se daban para asesinar, secuestras, amedrentar etc., y sé bien lo que tuve que oír. Pero, lo dije entonces y lo digo ahora: para bien combatir una lacra, hay que entender por qué la justifican quienes la practican. Y aunque, lo repito, no creo que quepa trasladar, menos aun miméticamente, a la pederastia clerical, los razonamientos de los pederastas de hace treinta años que se reflejan en el libro que comento, creo de interés conocer sus argumentos. Sobre todo, en la concepción del niño como sujeto (tenido por adulto) de relaciones sexuales.

Resumen Mínimo del libro de Verdrager, en base a la presentación del libro por el editor (la traducción es mía)

“¿Quién recuerda que la pedofilia fue considerada una causa "justa" hace apenas treinta años? En el nombre de la liberación sexual, grandes intelectuales, editores, periódicos de renombre, de izquierdas, pero también de derechas, heterosexuales como homosexuales, la han defendido con pasión. Es cierto que tal posición fue controvertida: este libro nos lleva de vuelta a las controversias de la época y examina con detenimiento los argumentos de los diversos protagonistas.

Hoy en día, la pedofilia es casi unánimemente considerada como una de las peores cosas que uno pueda imaginar. Y es aún más aterrador, pues aparece cada vez con mayor frecuencia: es casi imposible consultar un medio sin que aparezca. Ha colonizado tanto el espacio público como nuestra propia interioridad.

Sin embargo, las ciencias sociales han permanecido inexplicablemente silenciosas sobre este problema a pesar de que suscita muchas preguntas: ¿cómo intentaron algunas elites legitimar la pedofilia en los años setenta y ochenta? ¿Cómo, en unos pocos años, el pedófilo se convierte en un peligro para la sociedad? ¿Por qué esta reversión ha sido tan rápida como radical? Estos son los enigmas, y algunos otros, que este libro trata de resolver”.

La legitimación de la pederastia

En los primeros años posteriores a mayo del 68, en determinados medios intelectuales franceses entienden que el niño debe ser considerado como un adulto, también en el terreno sexual. Pensar lo contrario supondría mantener la represión y el dominio de los adultos en general hacia los niños. Se insistía, particularmente, en la represión de los padres en el seno de la familia. No hay que olvidar que en aquellos años y hasta bien avanzada la década de los 80, la familia como institución sufrió no pocos embates, “reputada como el lugar privilegiado de la dominación” (p. 49) hasta el punto de defender “la muerte de la familia”, título de un renombrado libro de David Cooper[12], familia que era vista como el “goulag” de los niños.

Loa padres podrían ser vistos como asesinos potenciales. Verdrager, citando un trabajo de Tony Duvert (p. 52) escribe, a continuación, que “en Alemania del Oeste se dan cada año nueve mil niños asesinados por sus propios padres. Una cifras equivalentes se han encontrado en otros países de Europa o de EE.UU (….) no son muertes por accidentes de tráfico sino muertes producidas por malos tratos llevados a cabo por papá y mamá sobre sus tiernos hijos”[13]. Y, de ahí, avanza Verdagrer, que “el pedófilo, pensaban algunos, representaba una oportunidad para los niños: era quien podría rescatarlo de las cadenas familiares, incluso salvarle la vida (….) pues ellos, al menos amaban a los niños, que es lo que quiere decir precisamente el termino de pedófilo”.

Es evidente que nos encontramos en la antítesis del pensamiento actual cuando los actos pedófilos se nos aparecen como los más horribles que un adulto pueda cometer. Conviene decir, desde ya, que el planteamiento que describe Verdrager, de bienvenida a la acción pedófila (en el marco de la familia tradicional, tenida por opresora) no era, en absoluto, aceptada por la totalidad ni por la mayoría de la población y de hecho fue criticada, también intelectualmente, y al final, extremadamente minorizada. Lo que no cabe decir de la familia como tal, ya que, todavía en la actualidad, sobre todo la familia tradicional, sigue siendo muy cuestionada en muchos ámbitos. Es la defensa de la pedofilia y su correlación con la crítica a la familia tradicional la que, tras unos diez años, más o menos, de discusiones y controversias quedó como una opción extremadamente minorizada y prácticamente desaparecida de la literatura publicada.

Pero no nos adelantemos. Además del argumento de los malos tratos familiares para justificar la pedofilia, hubo otros argumentos en favor de la pedofilia. Uno, extremadamente importante, a decir de Verdrager, y que sirvió para tal justificación, responde a una determinada lectura del psicoanálisis. Escribe Verdrager: “el psicoanálisis fue una referencia fundamental en la justificación científica de la pedofilia, no solamente porque había teorizado (desde antes de Freud) la presencia de la sexualidad en los niños sino igualmente porque había previsto la crítica o el rechazo de esta teoría descalificándola como ´resistencia´. Réné Schérer (filósofo, que publicó algunos textos militó en apoyo a la pedofilia) consideraba que se debía a Freud la idea de que los niños conformaban el primer objeto de deseo de los adultos. E, incluso, si Freud propugnaba la represión de tal pulsión en nombre de la prohibición del arcaico incesto, lo que Schérer lamentaba profundamente, había que admitir que se había llevado a cabo un gran descubrimiento”. En consecuencia, “si la sociedad rechazaba la pedofilia, era en virtud de que ´resistía´ a la sexualidad infantil y estaba dominada por los tabúes” (p. 53-54).

Ciertamente no todos los psicoanalistas de entonces apoyaban tal punto de vista. Verdrager cita, a título de ejemplo, el caso de Françoise Dolto, psicoanalista católica, experta en la infancia) quien rechazaba la pedofilia. Sin embargo, añade Verdrager, que Dolto firmó una petición dirigida al Parlamento en la que se solicitaba la despenalización de las relaciones sexuales consentidas entre adultos y menores de 15 años, así como una revisión del Código Penal en ese sentido. Volveremos más adelante a la cuestión del consentimiento infantil y a la edad legal para tal consentimiento. Pero, y antes de señalar otros ámbitos científicos de legitimación de la pedofilia, vaya, a título de anécdota y más que de anécdota, una afirmación de Michel Foucault de aquellos años.

En el prólogo al libro de Verdrager, François de Singly, excelente texto por otra parte, reseña una idea de Michel Foucault, una de las figuras centrales de la intelectualidad francesa de aquellas años, quien afirmó, en un debate coloquio, que "asumir que, mientras un niño sea un niño, no podemos explicar qué supone la infancia, que mientras él sea un niño, no pueda consentir, estamos ante dos abusos que son intolerables, inaceptables "[14]. Nótese la utilización del término “abuso” que, en la década de los años 70 y parte de los 80 del siglo pasado es entendido como un abuso de los mayores al no reconocer “los derechos” de los niños, como tales niños, incluso en su vida sexual con adultos, a diferencia de cómo entendemos nosotros en la actualidad el término “abuso” para significar que los adultos utilizan a los niños para satisfacer sus deseos sexuales[15]. Los que hicimos unos pinitos en sociología del lenguaje, no podemos no subrayar el uso, a menudo radicalmente contrario, de un mismo término, “abusos” en este caso, en contextos y épocas diferentes.

Apuntemos, además del argumento psicoanalítico, el argumento antropológico, que argüía, cómo en otras culturas la pedofilia no solamente era admitida sino bienvenida. Así, por ejemplo, en algunas culturas se sostenía que mediante la sodomía generalizada el menor sodomizado adquiría la fuerza del adulto. Parece que esta práctica era habitual entre algunos monjes budistas y los Samuráis de Japón (p. 58 y ss. del libro de Verdrager). El argumento antropológico de fondo venía a decir que las relaciones sexuales entre adultos y niños existían en otras sociedades, luego el actual rechazo a las mismas era algo contingente y arbitrario, y que podría cambiar al albur de los cambios culturales. Es el relativismo cultural que es utilizado a menudo en las ciencias sociales, aunque un análisis serio exige mostrar cual es el razonamiento de base (y las fuerzas sociales) que lo sostienen. Cuestión clave e insoslayable.

Pero, siguiendo con la apelación a las ciencias humanas o sociales para justificar la pedofilia, detengámonos, brevemente, en el argumento histórico, en relación a la antigua Grecia, mil veces utilizado. Veámoslo de la mano de Gérard Bach-Ignasse, “la mejor referencia, según Verdrager, para analizar la ligazón entre la causa pedófila y las ciencias sociales”. Así lo hace en un análisis socio - histórico de lo que sucedía en la Grecia Antigua. Escribía Bach-Ignasse: “lo que parece que más ha cambiado desde la Grecia Antigua es la relación con los niños. Si el mundo griego de antes de nuestra era valorizaba la relación de un hombre adulto con un muchacho joven, reside en que entonces se consideraba tal relación sexual más igualitaria que la relación con una mujer. La mujer en la sociedad griega es siempre una subordinada; el muchacho joven, al contrario, está llamado a devenir un hombre con todo su poder, y esta situación le marca desde su infancia. La relación con un hombre adulto es para él, un rito iniciático que le resulta socialmente útil. En la actualidad, si la pedofilia está prohibida en la mayor parte de las sociedades occidentales, es porque se considera que el niño no es capaz de discernimiento en sus elecciones, a diferencia de los adultos. Se trata, concluye Bach-Ignasse, de una ficción” [16].

Dos notas para volver a ellas. De nuevo la cuestión de la edad y el discernimiento, y la masculinidad de una sociedad que subordina a la mujer como tal mujer. Me es imposible no pensar en la Iglesia católica. 

Rechazo y superación de legitimación pedófila

La razón principal que provocó el rechazo de la legitimación pedófila, rechazo que acabó imponiéndose en la sociedad francesa, en un espacio breve de tiempo, unos diez o doce años, proviene la lectura que se hizo de la condición infantil. Un niño está dotado de una identidad específica, no es, sin más, un adulto en potencia, es un sujeto de derechos como tal niño que es, pero con sus singularidades propias que impiden una mera similitud a los derechos de los adultos. Dicho brevemente, el niño mantiene los mismos derechos que un adulto en tanto que es tan persona como el adulto, pero, dada su fragilidad de niño, exige protección. Un niño, en tanto que niño, dada su talla y dado que se encuentra en un proceso natural de madurez, (psicológica, intelectual, volitiva etc.) no tiene las mismas posibilidades de un adulto, tanto para adoptar decisiones como para defenderse de posibles agresiones o abusos de todo orden. Esto hace que frente al niño, a los derechos del niño - y del menor cabe decir, aunque la cuestión de la edad en la que una persona deja de ser menor, sea cuestión debatida, como veremos más adelante- haya dos dimensiones que no siempre resultará fácil articular: sus derechos como persona, luego respeto, con las limitaciones que se considere y justifique, a su libre albedrio, y su derecho a la protección, protección específica en tanto que niño y menor que hay que promover.

La relación niño-adulto no es una relación simétrica, sino claramente asimétrica en la que el adulto tiene ascendiente neto sobre el niño. Que sea en el seno de la familia, de la escuela, del ocio y tiempo libre, del trabajo etc., etc. Luego también en las relaciones sexuales. Cuando un niño o un menor mantiene relaciones sexuales con un adulto, incluso supuestamente consentidas, no estamos ante una relación simétrica entre dos personas adultas, sino claramente asimétricas. Particularmente si el adulto supera en bastantes años al menor, y no digamos si tiene algún tipo de ascendiente sobre el niño o menor, que sea de tipo familiar, escolar, ocio, laboral, etc. Obviamente aquí se inscribe, también, la particular gravedad de la relación sexual entre un sacerdote o religioso con el niño o menor, a quienes conoce en el marco de su acción pastoral.

Va a ser la asunción de esta doble dimensión del niño y del menor como sujeto de derechos, por un lado, y necesitado de protección, por el otro, uno de los factores clave para que la tesis filo-pedófila sea definitivamente vencida en la dialéctica de los años 80. Aunque no será el único factor. En la explicación de fenómenos sociales es prácticamente imposible determinar, con exactitud, el peso de un determinado factor o variable, como sucede en las ciencias experimentales en laboratorio. En Ciencias Sociales siempre hemos de hablar de multi-factores o multi- variables, siendo extremadamente difícil controlar, con rigor, el peso de este o aquel factor en su correlación con el fenómeno en estudio.

4. La complicada determinación de la edad legal de los menores

En efecto, en el tema que nos ocupa habría que adentrarse, por ejemplo, en la discusión sobre las diferentes lecturas que se hacían en la relación entre la homosexualidad y la pedofilia que de una equiparación total (“la homosexualidad conduce a la pedofilia” sostenían no pocos) se ha pasado a la clara distinción en la que ahora estamos, afortunadamente[17]. Recuérdese, también, cómo la plaga del SIDA modificó no pocos comportamientos, y criminalizó, por ejemplo, las relaciones homosexuales. En todo caso, la defensa del niño como tal niño, los derechos del niño, en tanto que niño, sufrieron un acelerón importante en las Convenciones, Declaraciones, Informes etc., sobre la infancia y los menores y, a partir de un momento, de forma particular en los abusos de orden sexual por parte de los adultos, que acabaron en la mayor de las proscripciones. Veámoslo, brevísimamente.

Verdrager apunta, en la página 151, que parafraseo y completo con mis propias reflexiones, cómo el detalle de los derechos del niño protegidos no serán los mismos en las diferentes Convenciones de derechos del niño a lo largo del siglo XX. Incluso algunos provienen del siglo XIX, centrados en el trabajo de los niños y menores en la industria, a consecuencia de la revolución industrial y el éxodo de gran parte de la población rural a los extra - radios de las grandes ciudades, fenómeno que todavía es visible en muchas partes del planeta.

Permítaseme aquí un breve apunte personal. Hace años, unos doce más o menos, con un grupo de amigos, participé en una visita guiada a las minas de Gallarta en Bizkaia, así como a su Museo Minero. Tuve entre manos, aunque lo he traspapelado, fotocopia de un certificado de defunción por un accidente en la mina de un menor de 12 o 13 años. Estaba fechado a comienzos del siglo XX y mostraba, sin duda alguna, lo que, dicho en nuestro lenguaje y con los valores de hoy, cabe calificar como explotación laboral de la infancia. Me impactó mucho y escribí algún artículo al respecto que ya no encuentro. 

Verdrager muestra varios textos de Declaraciones, Convenios etc., no solamente franceses, de las dos primeras décadas del siglo XX, en los que habla de las condiciones del trabajo de niños y menores en la industria, del trabajo nocturno en los niños, sobre la edad mínima requerida para poder acceder al trabajo laboral, también en la agricultura, etc. Señala la Declaración de los derechos de la infancia de la ONU, del año 1959, donde “no había referencia alguna a los abusos sexuales” que, sin embargo, se encontrará el año 1989, reténgase la fecha, en la “Convención internacional relativa a los derechos de la infancia” en cuyo articulado (art. 19 y 34) la “violencia sexual” es mencionada. Se menciona también cómo la Comunidad Europea, el 2003, adopta la decisión-marco relativa a la explotación sexual de los niños en la Unión Europea. Y continua Vergrader escribiendo que “en el periodo reciente, la legislación anti-pedófila no ha cesado en su reforzamiento, aun cuando el término pedofilia esté ausente del código penal francés. (…) Algunos han solicitado que la pedofilia, juzgada a veces como la ´peor de las perversiones, el mayor atentado a la dignidad humana´[18], sea considerada como un crimen contra la humanidad; otros han reclamado la prisión perpetua; el enclaustramiento en campos de internamiento; la castración quirúrgica o medicinal (anti-andrógenos), o el restablecimiento de la pena de muerte” (Verdrager p. 151).

Al lector informado no le costará encontrar valoraciones similares en la literatura en lengua española[19]. En el lenguaje cotidiano, en los ámbitos familiares o de proximidad, luego más allá de lo publicado como “políticamente correcto”, estos últimos años, los epítetos para juzgar el abuso sexual en menores se sitúan en el pináculo del horror, como la abominación más rechazable. Además, en la actualidad, es impensable leer en un medio público el más menor atisbo de legitimación, justificación o minusvaloración del comportamiento pederasta, tal y como Verdrager nos ha mostrado, sucedía en determinados ámbitos, hace no más de treinta años, en Francia.

Antes de cerrar este punto, quiero detenerme un momento, en la cuestión en la que se considera a una persona menor de edad, y en su capacidad de decisión, luego de responsabilidad. En un primer momento comentaré una carta firmada por 60 personalidades francesas y publicada el año 1977. A continuación, mostraré la evolución en Francia de la edad de consentimiento sexual en menores en Francia y, a continuación, la legalidad en la edad en menores, en 2018, en España, en diferentes aspectos de su vida.

1.    Sobre un Carta firmada por 60 personalidades francesas y que publicó Le Monde (como remitido) el 26 de enero de 1977.

En enero de 1977, con motivo de abrirse un juicio en un Tribunal francés (Cour d´assisses des Ivelines) sobre tres hombres acusados de atentados contra el pudor sin violencia sobre tres menores en 1973, y que llevaban tres años de detención provisional, un colectivo de 60 personas[20] redactó un comunicado. En él se señalaba que “una detención provisional tan prolongada les resultaba escandalosa”; que (los acusados) “se arriesgaban a una grave pena de reclusión criminal, sea por haber mantenido relaciones sexuales con menores, chicos y chicas, sea por haber favorecido y fotografiado sus juegos sexuales (jeux sexuels)”. Precisan que las relaciones sexuales fueron sin violencia y consentidas, como manifestaron los menores al juez de instrucción, “aunque la justicia les deniega actualmente todo derecho al consentimiento”, precisan en su comunicado.

Añaden que "la ley francesa se contradice cuando reconoce capacidad de discernimiento a un menor de trece o catorce años al que puede juzgar y condenar, mientras que esa ley le niega esta capacidad en lo que se refiere a su vida emocional y sexual”. Y concluyen su comunicado con estas palabras: "Tres años de prisión por abrazos y besos, es suficiente, no entenderíamos que el 29 de enero Dejager, Gallien y Burckhardt (los mayores acusados) no reencuentren la libertad”.

Desconozco cual fue el veredicto del Tribunal, pero, tampoco creo que sea aquí lo esencial. De hecho, no lo he buscado. Limitándome al comunicado, resaltaría, de entrada, estas ideas: por un lado, una ley que en nada favorece la pedofilia, luego no se pierda de vista que la pedofilia era legalmente perseguida en Francia; que ley que es restrictiva a la hora de conceder valor al consentimiento sexual en menores, pero, una ley que suscitó, en su momento, una viva reacción contraria entre personalidades de primera fila que conformaban parte del dialogo socio-cultural en Francia en la década posterior a mayo del 68. Dicho en otras palabras: la pedofilia, con su paso al acto (sin violencia y con consentimiento de los menores), aunque legalmente condenada, era aceptada por una parte, significativamente importante, de la población intelectual francesa.

Nótese que el argumento esgrimido reside en la capacidad de consentimiento en los menores, pero, más que eso, y más importante a mi juicio, obsérvese que nada en el comunicado hace pensar en una condena moral de las relaciones sexuales entre adultos y menores, siempre que se hayan llevado a cabo sin violencia y con consentimiento, repito. Estamos muy lejos, de la valoración que en la actualidad podemos leer en la prensa de tales relaciones sexuales. Comprender este cambio de actitud social, conforma una de las razones que me animan a redactar estas partes (3ª y 4ª) del presente texto.

2.    La evolución de la mayoría sexual en Francia.

Ya que he trabajado el libro de Verdrager, traslado aquí la evolución de la edad en la que se considera mayoría sexual en el país vecino (paginas 62-63). En tiempos de Napoleón III (ley de 1863) la mayoría sexual se fijó en los 13 años de edad. En 1942, el gobierno de Vichy del mariscal Petain, mantuvo los 13 años para las relaciones sexuales heterosexuales y fijó en 21 años la mayoría de edad en las relaciones homosexuales, coincidiendo con la edad de mayoría civil. Tres años después, una ordenanza del General De Gaulle, sube la mayoría sexual heterosexual a los 15 años, manteniendo la de la relación homosexual a los 21 años. El año 1974, en la presidencia de Giscard d´Estaing, además de descender la edad civil de los 21 a los 18 años de edad, se mantiene la mayoría sexual heterosexual en los 15 años y se rebaja la homosexual a los 18 años de edad. En fin, al poco de acceder al poder Mitterand, el año 1982, se establece la mayoría de edad sexual, tanto para las relaciones heterosexuales como para las homosexuales, a los 15 años de edad. El baile de cifras muestra, Inequívocamente, la historicidad de las actitudes hacia la sexualidad, con su consiguiente traslado a la legislación de cada momento.

3.    Las edades legales de los menores en España, el año 2018

Veamos ahora en un apunte breve, cuales son las edades legales en España, en los menores, y según en qué conceptos, el año 2018.
Los menores pueden trabajar a partir de los 16 años, según el Estatuto de los Trabajadores. Aunque no pueden ejercer trabajos nocturnos, realizar horas extras ni ocupar ciertos puestos en virtud de la seguridad laboral. Con el trabajo viene la obligación de pagar impuestos sobre la renta.
La edad legal para contraer matrimonio en España es de 16 años, aunque es preciso que la persona esté emancipada. También pueden mantener relaciones sexuales consentidas a partir de esa edad. (Hasta el año 2015, era de 13 años).  Al mismo tiempo, las mujeres de 16 o 17 años necesitan un permiso de los progenitores para interrumpir un embarazo no deseado.
El Código Penal es específico para los menores. Este código distingue entre menores de 14 y 15 años por un lado y de 16 y 17 años por otro. La ley establece, entre otros, límites a los años de reclusión o centros específicos de internamiento, en razón, además de la gravedad del delito, de la edad del menor.
Los pacientes de 16 años pueden tomar sus propias decisiones en materia médica, salvo incapacidad judicial, intelectual o emocional.
Con 15 años pueden sacarse el carné de conducir para un ciclomotor y con 16 años para una motocicleta de hasta 125 cc. Además, con 16 años se puede obtener una autorización especial de uso de armas, aunque con limitaciones. 
Sin embargo, no pueden votar hasta los 18 años. Tampoco se les puede expender tabaco o bebidas alcohólicas (ni beberlas en público) hasta cumplir 18 años, edad en la que adquieren la mayoría civil.
Quiero añadir, expresamente, que, estos datos ya los he mostrado, ajustados a su momento, en Comisiones, a las que fui invitado, tanto en el Senado como en el Parlamente español, así como en muchos congresos y conferencias, también en los locales del Plan Nacional contra las drogas. He referido en múltiples ocasiones, que, sabiendo que la inmensa mayoría de jóvenes con 16 y más años, ya bebían alcohol, y lo hacían en público, nos encontrábamos con, probablemente, la ley y normativas más incumplidas en España. Pedí, reiteradamente, un debate sobre la edad y sus limitaciones legales en los jóvenes, en diferentes aspectos de la vida social. Solo conseguí que me acusaran de querer fomentar el consumo de alcohol en menores de 18 años.
4.    Del padre rey al niño rey

Centrándonos en el tema que nos ocupa sobre la pederastia del clero católico, y exagerando un tanto (pero siguiendo el razonamiento de algunos analistas) cabe hablar, cómo, desde los años 60 y 70 del siglo pasado hasta nuestros días, se ha vivido un choque entre dos sacralidades: una menguante y otra creciente. La menguante es la sacralidad sacerdotal, entendido el cura (la palabra “cura” ya lo denota) como mediador entre el cielo y la tierra, capaz de perdonar los pecados aquí cometidos y así abrirnos la puerta al cielo del más allá y, quizá más importante, liberarnos del infierno, del fuego perpetuo donde no habrá más que llanto y crujir de dientes en medio de demonios con tridente. Los cuadros de “El Bosco” representando el Infierno (en el museo del Prado sin ir más lejos) lo muestran muy bien. Pero, una vez que Juan Pablo II dejara caer en una catequesis que el cielo y el infierno no eran unos espacios físicos sino unas actitudes del espíritu, el miedo se desplomó y con él el “poder” del cura, aunque ya con la entronización de la era secular y el derrumbe del estado de cristiandad, la figura del sacerdote acababa ocupando los últimos lugares en las proyecciones de futuro deseadas por los jóvenes, como mostraban bien las encuestas, y mejor aún, la caída en picado de las vocaciones religiosas.
Al mismo tiempo, la figura del niño se colocaba en el pedestal de la sociedad emergente. Aunque quizá alguno dirá que en el pedestal del discurso políticamente correcto de la nueva sociedad. ¿Qué había pasado? Pues que asistíamos a otro derrumbe con todas sus consecuencias. Este derrumbe tenía lugar en la familia tradicional, de matriz mediterránea, romana y católica, amén de protectora de todos (hasta los fámulos, de ahí la denominación familia) hacia otra liberal, de matriz protestante o “sin religión”, e individualista, donde ahora, muy mayoritariamente estamos en el mundo occidental.
De ahí que hayamos transitado de una familia patriarcal, centrada, en el mundo rural en el abuelo, en la sociedad moderno en el padre, (siempre hombres) a una familia centrada, sea en los progenitores (vistos como complemento psicológico, como prótesis individualista, dixit Lipovetsky), sea en los niños (a veces cuando falla lo anterior). Así el niño se convierte (se puede convertir si las cosas van medianamente bien) en el rey de la familia, destronando completamente al rey de otrora, al padre. Y el rey es inviolable. Sagrado dirán algunos. Antes y ahora. Como escribe Bobineau, “el niño rey, es el centro del afecto y la preocupación de la familia, que consume más y más tiempo. Deseado, porque los padres están proyectados en él: se dará cuenta de lo que sus padres no pudieron lograr. Por lo tanto, se volvió intocable, eminentemente valioso, breve, sagrado. Pero su legitimidad no proviene de arriba, sino de abajo, de sociedades democráticas individualistas” (“Le Monde”, 25/09/18).
Y un rey destronado, no puede violar al nuevo rey, de ahí el conflicto de sacralidades, a decir de Bobineau. Añádase a ello, la lectura que cabe hacer, en la era secular, del comportamiento de un padre, visto como un “padre espiritual” que abuso del niño en la era de la cristiandad, con una Iglesia que pretendía imponer, entre otras cosas, su propia moral

5. ¿Cómo se ha llegado a esto? Causas, motivos, circunstancias… para explicar la pederastia en el clero.

A lo largo de las páginas anteriores hemos visto algunos de los textos que refieren la amplitud de la pederastia en el clero católico, nos hemos detenido en la diferente lectura, que hace treinta años, algunos hacían de la pederastia, así como la evolución con la visión que se tenía, y se tiene en la actualidad, del niño. A continuación, voy a tratar de presentar las causas, razones, motivos, circunstancias, etc., aducidos por unos y otros, para dar cuenta de cómo hemos llegado a esta situación de pederastia en el clero, que no pocos califican, con razón pienso yo, pese a una también evidente inflación de epítetos, como plaga. En las próximas páginas, intento resumir algunas de estas razones, causas o motivos, con algún comentario mío añadido. El orden en el que los presento no significa ninguna jerarquización de causas o motivos.  

. El celibato del clero

Muchas voces, dentro y fuera de la iglesia, sean o no católicos, apuntan al celibato como una de las causas mayores a la hora de explicar la pederastia del clero. Baste recordar aquí la recomendación del Informe australiano a la iglesia. Pero no hay unanimidad.

No voy a volver aquí al tema, pero no me resisto a trasladar una opinión matizada, aunque favorable a la relación entre el celibato y la pederastia, emitida por una persona que me parece muy seria. Se trata de Jean- Louis Schlegel, un reputado sociólogo de la religión, durante muchos años director de la revista “Esprit”, fundada por Emmanuel Mounier, creador y propulsor del personalismo cristiano, revista en la que sigue escribiendo en la actualidad. Schlegel publicó, en septiembre de 2018, un artículo en el que se puede leer esto: “…en contra de la posición defendida por la iglesia y por muchos católicos, con las revelaciones recientes, negar una relación al menos indirecta, en el sentido de que el celibato infeliz, con las frustraciones que engendra, puede fomentar todas las perversiones e incitar a la violencia o incluso a la delincuencia sexual, será cada vez más difícil de mantener”. (Le Monde 18/09/18)

Hablar de “una relación indirecta en un celibato infeliz” con la pederastia, yo también suscribiría, pero no lo limitaría al “celibato” infeliz, pues creo que cabe extenderlo, al menos como hipótesis, a la relación sexual infeliz en una pareja, sea homosexual como heterosexual. Mi ignorancia en estos temas me impide seguir adelantes. Soy sociólogo, no psicólogo o psiquiatra, menos aún sexólogo, pero, no me cuesta aceptar que una vida sexual vivida infelizmente, una vida sexual frustrada, luego frustrante, se presta, si no se es capaz de bien gestionar la frustración, a toda suerte de remedos, algunos perversos como la pederastia entre los pedófilos, más allá de que vivan solos o en compañía.

Personalmente he defendido en varios de mis trabajos la voluntariedad del celibato. Pero por razones que no tienen que ver con la pederastia. 

. Los conflictos en la iglesia.

Leí en su integridad el texto-panfleto de Viganò. Me dejó profundamente dolido, abrumado ante tanta miseria. No me basta que me digan que forma parte de una guerra en el interior de la Iglesia, aunque hay guerra, obviamente. Pero no es cosa de nuestros días. Estas guerras las ha habido siempre. Desde los inicios de la cristiandad: el llamado Concilio de Jerusalén hacia el año 50 de nuestra era, hasta la renuncia de Benedicto XVI y, ahora, el acoso al papa Francisco.

La carta de Viganò rezuma rencor, revanchismo y más. Basta ver quienes la defienden. Pero resulta muy difícil defender que todo lo que en ella se dice sea falso.

También se ha dicho, y cito aquí el documento “Perdón” que firman algunas Instituciones de Iglesia en España, arriba referenciado, que, “en la publicidad dada al escándalo, ha participado la extrema derecha eclesiástica más enemiga de Francisco, como medio para conseguir su dimisión. Quienes antes prohibían y castigaban toda crítica a la autoridad eclesiástica, alzan ahora su voz pidiendo claramente nada menos que la renuncia del papa y eligiendo además cuidadosamente el momento de hacerlo. Son gestos que no parecen muy nobles ni muy evangélicos. Pero que tal vez ayudan hoy a explicar el porqué de la inesperada dimisión de Benedicto XVI (que había hablado antes de “una iglesia llena de corrupción y suciedad”) y el contenido de aquel misterioso informe que tuvieron los cardenales en el conclave que eligió a Francisco”.

Todo esto es cierto pues, en el mundo en el que vivimos, en nombre de objetivos, muchas veces espurios e inconfesables (el dinero y el poder, en primer y principal lugar), se buscan motivos para derribar adversarios políticos (basta asomarse a la prensa española, cualquier día) y también religiosos. La Iglesia no vive, afortunadamente, en una urna de cristal, y las intrigas anidan en su seno, ya en tiempos de la vida del Nazareno. Pero, dicho lo anterior, las guerras en el interior de la iglesia no deben servir de excusa para reconocer y afrontar la pederastia de demasiados miembros de su staff clerical. 

. El clericalismo de la Iglesia Católica

En el arriba mentado documento “Perdón”, al referirse al clericalismo, se hace referencia a un intento fallido, hace diez años, del obispo australiano Geoffrey Robinson, quien recibió de la Conferencia episcopal de su país el encargo de investigar los escándalos de pederastia. Tuvo que renunciar por presiones del Vaticano, y publicó un libro contando su historia[21]. En el documento “Perdón” citan algunos párrafos del libro del libro de Robinson, que, a su juicio, explica bien qué entienden por clericalismo en este contexto: “La obsesión por reivindicar el ministerio presbiteral como poder y no como servicio (….) ha sido con casi seguridad una de las causas estructurales de la peste que hoy lamentamos.(…) Francisco ha denunciado repetidas veces al clericalismo: ya antes de ser obispo de Roma como “hipocresía” y “mundanidad” contrarias al espíritu de Jesús; y más tarde como forma de impedir la eclesialidad de los laicos y ´como uno de los peligros más graves de la Iglesia´ (en 2017). Parece también innegable que la obsesión de la congregación romana por frenar las investigaciones del obispo Robinson era, en realidad, una defensa de su propio clericalismo”. Y concluyen este punto, antes de dar paso al siguiente con él relacionado, con esta afirmación: “y lo que es ese clericalismo a niveles individuales, es el eclesiocentrismo a niveles colectivos”, eclesiocentrismo como otra de las causas de la pederastia, que mostraremos más abajo.

Pero retengamos antes la reflexión de Jesus Martinez Gordo en su artículo, titulado, precisamente “Pederastia y Clericalismo”[22] del que trasladamos un párrafo. Tras proponer la celebración de Asambleas o Sínodos diocesanos que culminen en uno general de la Iglesia española, escribe que “en ellos habría que afrontar, entre otros asuntos, la cuestión del clericalismo y la insoportable hipoteca que supone para el futuro de nuestras iglesias. Sería una magnífica ocasión para, además de dar voz a las víctimas de estos crímenes y reparar algo del mucho daño causado, reivindicar, por ejemplo, la participación de todos los bautizados en la elección de sus respectivos obispos y para proponer la promoción de nuevas maneras de acceder al sacerdocio: no solo que los casados puedan serlo (los llamados “viri probati”) o que el celibato sea opcional, sino que, en casos, cada día más normales, de ausencias prolongadas de curas, algunos laicos sean elegidos para ser ordenados y presidir sus comunidades por un tiempo determinado; finalizado el cual, dejarían de ejercer como tales (los sacerdotes “ad casum” y “ad tempus”). Obviamente, también las mujeres deberían ver abierto su paso al sacerdocio. Que Jesús no las eligiera apóstoles en su tiempo no quiere decir que lo prohibiera o impidiera hoy. Nada de eso. Y más, visto que su comportamiento fue revolucionario frente a la situación que padecían en aquella época”.

No puedo no manifestar mi aquiescencia total con estas ideas cuando las he defendido, con detalle, en varios de mis últimos libros. Obsérvese, también, que la crítica al clericalismo va asociada a la idea de “poder”, de abuso de poder, que, en el caso de la pederastia, quiere decir abuso de poder sexual, amparado en el poder que se otorga al clero en la estructura piramidal de la Iglesia Católica actual, aunque, lentamente, ya empieza a hacer aguas. Para desesperación de muchos: unos por su lentitud, otros porque, innegablemente, atisban el final de “su” modelo de Iglesia.   

El eclesiocentrismo

Volviendo al ya citado documento “Perdón” podemos leer que “junto al clericalismo, como hermano gemelo suyo, debemos hablar de un falso amor a la Iglesia, un pecado habitual y estructural de eclesiolatría: de amar a la Iglesia más que a Dios, con la excusa de que es la representante de Dios. De esta manera se pone el “buen nombre” de la Iglesia por encima del buen nombre de Dios, único que merece toda gloria. Y se olvida culpablemente que, según los evangelios, el verdadero objeto del amor de Dios no es la Iglesia sino “el mundo” (Jn. 3,16-17). Tras mentar, con cierto detalle, tres casos sangrantes de eclesiocentrismo en la historia de la Iglesia – Maciel, Ch. Maurras y el arzobispo Carranza, citando aquí a Tellechea Idígoras – se detienen, a continuación, en la curia romana y en el nombramiento de obispos. Traslado dos de sus apuntes en estos temas.

Respecto de la curia romana escriben esto: Sin ánimo de herir, pero desde la necesidad de ser honestos que impone nuestro tema, y con el deseo de que la Iglesia sea la que Dios se merece y no la que más favorece a sus dirigentes, debemos añadir que la curia romana, con su enorme poder frente a toda la iglesia y frente al mismo papa, ha sido la institución donde más han cuajado y desde donde más se han propagado los pecados anteriores”.  La afirmación, dura y rotunda, de que “la curia romana (….) , ha sido la institución donde más han cuajado y desde donde más se han propagado los pecados anteriores” exige mostrar la fuente en la que está basada.

Respecto del nombramiento de obispos y selección del clero escriben que “una de las cosas que más extrañan en la peste de la pederastia clerical es la presencia de tantos nombres de obispos y hasta cardenales, entre los encubridores, pero a veces incluso entre los violadores. Ello suscita la pregunta de cómo y con qué criterios se habían hecho esos nombramientos” Tras una larga requisitoria, ya al final de este punto leemos lo siguiente: “aunque no podamos medir la proporción exacta, parece innegable que el sistema actual de nombramientos ha tenido su parte en la catástrofe de los curas pederastas y de los encubridores. Porque, además, ese sistema engendra luego, mecánicamente, unas formas autoritarias de proceder”.

He escrito un largo libro sobre el poder y su ejercicio en la Iglesia Católica que me dispensa de detenerme aquí en estos puntos. Simplemente añadiré que comparto la reflexión sobre el nombramiento obispos pero que no tengo información contrastada para avalar (o infirmar) lo que se dice de la curia romana. Asímismo diré que la relación de esos puntos con la pederastia clerical me suscita dudas. Sin embargo, comparto plenamente la idea de que el sistema de nombramiento de los obispos, y la centralidad excesiva de la curia, son manifestaciones de “formas autoritarias de poder” que, esto sí, me parece que se pueda correlacionar con la pederastia, en las décadas anteriores, (hasta el cambio de siglo, más o menos) cuando todavía se vivía bajo el paraguas del estado de cristiandad, a cuyo derrumbe estamos asistiendo.

En fin, permítaseme recordar que llevo defendiendo, varias décadas, que los nombramientos episcopales y papales deben ser temporales. He sugerido que diez años como mucho, sin reenganche ni traslados.

. La colusión entre la homosexualidad y la pederastia

En bastantes de las informaciones y documentos que he señalado en las páginas anteriores se ha podido constatar cómo la correlación entre la homosexualidad y la pedofilia, y su paso al acto en la pederastia, son aducidos con frecuencia como siendo una de las causas, si no “la” causa de pederastia en el clero. Personalmente apunto en otro sentido.

Creo que el fondo del problema, al menos uno de los fondos que exigen atención continuada, reside en una cultura en la Iglesia que, dicho escuetamente, magnifica el dolor y condena el placer, particularmente el placer sexual. No tanto que busque el dolor por el dolor (aunque hubo doctrinas y actitudes en el pasado que buscaban el martirio, y todavía en la actualidad “sufrir con resignación”, compartiendo los dolores de Jesús en la cruz, aparece como una virtud cristiana) pues, por ejemplo, se aceptan los cuidados paliativos, incluso si aceleran la muerte (mientras no se la busque directamente, dicen no pocos). Pero no conozco documento oficial alguno de la Iglesia Católica que diga que el placer sexual sea bueno en sí mismo considerado, como tal placer sexual. Si existe tal documento agradecería conocerlo. Más bien se dice lo contrario. Hay como una sospecha (se pierde el control de la razón en el coito, se arguye) de que, a fin de cuentas, el acto sexual debe estar encaminado a la procreación, siendo falta grave impedirlo por medios artificiales. Ahí está Humanae Vitae para corroborarlo. 50 años después.

Pienso que es en esta cultura que, primero la homosexualidad y ahora la practica sexual de la homosexualidad, es considerada como intrínsecamente perversa, luego, dicen en este tema algunos, necesitada de ayuda psiquiátrica (u otra) para domesticar la tendencia (al parecer natural) a la relación sexual entre personas del mismo sexo. Incluso, parece ser que, en personas heterosexuales, según sus circunstancias vitales, pueden desear tener relaciones sexuales completas con personas del mismo sexo. Pienso en las cárceles, separadas por el sexo de los reclusos. Pienso en los (escasos) seminarios en occidente, en los conventos unisex, de hombres y mujeres. Personalmente, quiero añadir, que hoy en día, no veo problema alguno en la práctica sexual homosexual, con más limitación que la que debe presidir toda relación, sexual o de otro orden, entre dos personas adultas donde debe primar el respeto al “otro”, y obviamente su acuerdo para tal relación.

He de confesar que para llegar a esta convicción han debido pasar muchos años, leer muchas cosas, conocer la vida pública de no pocos homosexuales (hombre y mujeres) para dejar de ver en ellos, para superar incluso, lo que de crio me transmitieron: que eran unos desviados sexuales a los que se les tachaba de maricones y tortilleras.

. Los trapos sucios se lavan en casa: el tema del encubrimiento y de la ocultación de datos

Este es un tema que requiera más atención del que aquí le voy a prestar. Además de que este texto ya es muy largo, he de confesar que es un tema con el que comparto opiniones encontradas. Recuérdese que opinar quiere decir tener una opción sobre un tema sabiendo que la contraria puede ser la cierta. Una opinión no es una convicción, menos aún una certeza.

Quiero decir que, en este orden de cosas, tengo algunas convicciones (débiles, por no profundizadas) con las que me he manejado en la vida. De entrada, la necesidad de mantener, en la medida de lo posible y sin causar perjuicio grave a otros, la privacidad y discreción. Siempre he sido crítico con WikiLeaks y similares. La gobernanza, en cualquier rango o ámbito (en la política, en la iglesia, en la gestión de un centro docente, etc., etc.), exige confidencialidad, discreción y mano izquierda. No me parece saludable para la marcha de una sociedad que todos los trapos sucios salgan a la calle y se aireen. Si hay un comportamiento reprobable y rechazable, hay que subsanarlo, por supuesto y, en su caso, castigar al culpable. Puede exigir hacerlo público, pero no siempre me parece que sea la mejor solución, si el objetivo es el de resolver el mal que hay que atajar. Otra cosa es que se pretenda desvelar comportamientos rechazables con otros objetivos, espurios respecto del que creo que debe ser el principal: atajar el mal y condenar, en su caso, al culpable. Claro que aquí topamos con otra cuestión a la que no dejo de dar vueltas: la lógica de lo noticiable.

Los medios de comunicación social, máxime ahora que viven sus horas más bajas por el empuje de Internet y la información gratuita (lo que obviamente es nefasto para la veracidad de la información) los medios de comunicación social, decía, buscan denodadamente cualquier información que, incluso, pueda ser lesiva para las personas que ocupen un cargo público, o que sean celebres. Así, hemos llegado a la información basura, dominante en nuestros días. Cada día cuesta más ver un telediario, abrir un periódico, escuchar una emisora de radio, convertidos en púlpitos laicos de lo socialmente correcto y en anecdotarios de desgracias múltiples, lo que hace que muchos se refugien en internet y en las redes sociales donde, como ya nos advierte el gran antropólogo Marc Augé, ” para el que sabe y sabe buscar, Internet es una mina. Para los demás una trampa”. Con lo que pasamos de “guatemala a guatepeor”.

¿Hemos ganado hoy cuando el más pequeño desliz, en el ámbito de la sexualidad, por ejemplo, un tocamiento equívoco en un ambiente de jolgorio desenfrenado por la ingesta abusiva del alcohol (muy potenciador del deseo que no de la capacidad sexual) en un ámbito festivo, provoca la proliferación de discursos a cuál más grandilocuente, magnificando el detalle más escabroso posible? Vivimos en una cultura muy erotizada. Parece que la palabra más tecleada en Internet es sexo. Pero, más que eso, me asombra ver las portadas de la prensa común, la publicidad de lo que sea, coches, motos, viajes, etc., llenos de mujeres jóvenes en actitudes sensuales, insinuantes, sin que los movimientos feministas y los puritanos del siglo XXI digan nada. Pero, por otra parte, en ese contexto, el que sea casto de total castidad no solo no aparece como un héroe, sino como un bicho raro, sospechoso de toda suerte de desmanes.

Pero dicho lo anterior, no es menos cierto que gracias a la publicitación de determinados comportamientos, ha habido logros importantes. Es prácticamente seguro que, si los abusos sexuales del clero se hubieran lavado en casa, la Iglesia no hubiera comenzado a adoptar las medidas que ya está adoptando. Lo mismo cabe decir de tantos y tantos desmanes en la vida pública, particularmente en el mundo de la política y, desde el “Me too” en el de los abusos sexuales a la mujer. El tema está en saber dónde está la línea que separa el morbo y la inmundicia de la imprescindible respuesta a los abusos del tipo que sean.

Quiero añadir, trasladando aquí dos comentarios escritos por la misma persona, en un medio de comunicación en el que se escribía sobre la pederastia en el clero.

Gabriel Elisabeth (1).  “Sí ... ¿por qué el nuncio (Viganò) no lo denunció antes? Pero también, el celibato de los sacerdotes es un requisito que data solo del siglo XII o XIII para proteger los bienes de la Iglesia ... además de que los ortodoxos no tienen este principio ... Cómo ser ayudado, eventualmente, por un célibe en asuntos sexuales? ! Nos dicen que nos traen a lo más espiritual ... Es mejor reír ...”

Gabriel Elisabeth (2). “El tema (de la pedofilia en el clero) deviene tan frecuente que uno puede preguntarse si no hay exageraciones calculadas. Dicho esto, conozco a responsables de niños y adolescentes que tienen buen cuidado de no hacer un solo gesto, incluso amistoso, ¡por temor a ser acusados de pedofilia!  ¡Volveremos al comportamiento de los puritanos de los siglos pasados! No creo que sea una buena cosa”[23].

Pero no quiero terminar este punto, al menos por ahora, sin repetir, una y mil veces, que nada puede justificar el abuso, los innumerables abusos que ahora estamos conociendo por parte del clero católico en los menores y en los niños. Poner remedio a esta lacra debe ser la prioridad.

. La distinta valoración de diferentes actos sexuales. La necesidad de la contextualización.

La moral sexual es una moral histórica nos dijo el primer día de clase el profesor Janssens cuando abordamos el tema en Lovaina. Guardé aquellos apuntes con mimo hasta que los traspapelé. Pero no lo he olvidado nunca y, ahora aflora con fuerza a mi mente.

Entender no significa justificar. Muchas veces en mi vida, por ejemplo, cuando analizaba los crímenes de ETA, he solido escribir que, para mejor afrontar tales crímenes, entre otras cosas, me parecía fundamental entender por qué actuaban como actuaban, y qué tipo de legitimación utilizaban. A menudo se me respondía diciendo que tal planteamiento venia de alguna manera a justificar sus planteamientos. Pues he aquí que leyendo este verano de 2018 un libro, recién editado, de mi admirado amigo Arnoldo Liberman, “Heidegger y yo, judío”, (Sefarad Editores, Madrid 2018, 258 páginas), en el que ajusta sus cuentas con el filósofo pro-nazi, encuentro una reflexión sobre el tema arriba mentado. La traigo aquí.

Escribe Liberman en las p. 135-136: “Entender no significa disculpar; mejor dicho, significa lo contrario. (…) Pero, siempre me intrigó que, en Si esto es un hombre, Primo Levi, escribe refiriéndose a Auschwitz: ´Tal vez lo que ocurrió no deba ser comprendido, en la medida en que comprender es casi justificar´. Viniendo de cualquier otro la frase quizá no tendría importancia, no así viniendo de Levi, a quien debemos acaso el mejor testimonio del Holocausto. ¿Entender es justificar? ¿O es que Auschwitz come aparte? ¿Se equivocó Arendt y no hay que tratar de entender el mal extremo? ¿No es contradictoria la frase de Levi con el hecho de que él mismo se pasase la vida tratando de entender el Holocausto y por eso declarara: “para un hombre laico como yo lo esencial es comprender y hacer comprender”?

Añade continuación Arnoldo Liberman: “Solo Tzvetan Todorov, que yo sepa, ha explicado convincentemente esa contradicción. Según él la advertencia de Levi no vale más que para el propio Levi y los otros supervivientes de los campos nazis: estos no tienen que intentar comprender a sus verdugos, porque la comprensión supone una identificación con ellos, por parcial y provisional que sea, y eso puede acarrear su propia destrucción. Pero los demás no podemos ahorrarnos el esfuerzo de comprender el mal, sobre todo el mal extremo, porque, como concluye Todorov, y con él Liberman, “comprender el mal no significa justificarlo, sino darse los medios para impedir su regreso (…) Eso casi nunca es fácil. No solo porque entender exige talento: también porque exige coraje”.

La distinción que realiza Primo Levi, y aprueba Liberman, en la diferente actitud de las víctimas y en la de los estudiosos, me parece muy pertinente. La hago mía. Yo he solido escribir, defendiendo la importancia de entender la violencia, que no debemos pedírselo a las propias víctimas, pues supondría victimizarlas por partida doble. Por otra parte, como nos recuerda Hannah Arendt, "intentar comprender no significa perdonar, pero comprender lo veo como mi deber". En efecto, otra cosa es que, en su gestión del dolor, las víctimas decidan perdonar al verdugo, que siempre seguirá siendo verdugo. Pero, lo repito, nunca he pedido, ni pediré a una víctima, ahora, en este texto, a un menor, víctima de abusos sexuales que perdone a su agresor ni que trate de entenderlo.

Pero, quien quiera tratar de combatirlo, tendrá que saber dar cuenta de porqué el agresor actúa como actúa. De ahí, la importancia capital de entender el contexto en el que han actuado los pederastas y las razones y motivos que se habían dado para sus abusos sexuales con menores y niños.  
. Entre el ultra - liberalismo sexual de la sociedad actual y el rigorismo de la Iglesia católica
Así, cuando, “ante la creciente libertad sexual, la Iglesia opone su rigurosa moralidad sexual como la única admisible según la fe y la razón, (….) la iglesia corre el riesgo de imponer, de entrada a sus fieles, exigencias insostenibles, que los presionan, los hacen sentir culpables, los obligan a mentir y engañarlos”, aunque hace décadas, me permito añadir, prácticamente nadie hace caso a tales exigencias. ¿Quién hace caso en el mundo occidental a Humanae Vitae?, por ejemplo.
“¿Y los curas?, se pregunta Schlegel. El cura diocesano, soltero al servicio de las comunidades católicas, también vive "en el mundo", al igual que sus feligreses. Sin compartir su tiempo o su corazón, con una castidad al menos deseada, se supone que su elección prefigura el futuro ´escatológico´ en el reino de los cielos, donde ya no habrá ´esposas ni maridos´, y se supone que su libertad de una familia le permite proporcionar mejor el ´servicio más elevado´ que le debe a sus hermanos y hermanas”.
¡“Servicio más elevado! ¡Como me recuerda esta expresión de Schlegel mis pesquisas cuando leyendo para uno de mis libros, en el vigente Código de Derecho Canónico, los sistemas para las tomas de decisión en la iglesia, me topaba una, y otra, y otra vez, con la expresión de “sagrados pastores” al referirse a los sacerdotes! [24].
“Cuenta la leyenda, continúa Schlegel, que San Antonio, ya retirado en el desierto en el siglo IV, fue atormentado en la imaginación por los demonios de la lujuria. Para los sacerdotes de hoy, los "demonios de la lujuria" están en todas partes, en la carne y en la calle como en las imágenes virtuales de su ordenador. Los curas están expuestos a exhibiciones de libertad de amor, vestimenta, erotismo y las innumerables imágenes que lo transmiten”.
He aquí otro ejemplo de contextualización, que he querido citar en extenso, por parte de un sociólogo estudioso de las religiones con una gran obra a sus espaldas. Schlegel apunta, él también, a la conveniencia de dejar el celibato como opción voluntaria. Repito que esa es también mi opción, aunque no estoy convencido de que, sin más, resuelva la pederastia clerical.
. La masculinidad en el staff clerical

Es una banalidad decirlo y, quizá por ello, no lo veo suficientemente mentado: en la Iglesia Católica, en occidente, su “staff” (cardenales, obispos y sacerdotes, seculares o religiosos) son todos hombres, y todos célibes. El conjunto de dirigentes de la iglesia lo conforman hombres, lo que, inevitablemente, conlleva ver la sociedad desde el prisma de la masculinidad. Además, siendo ellos el staff de la Iglesia, conlleva también, que la propia Iglesia en su organización e, incluso, en su doctrina, esté impregnada de masculinidad. Y que, cuando aparece la mujer, sea, más que habitualmente, bajo la figura de virgen, empezando por la Virgen María, recientemente denominada, nada menos que Madre de Dios, sin que San José, su marido, haya recibido similar advocación de Padre de Dios. La mujer es, básicamente, vista en la Iglesia, como virgen. No he realizado el recuento de santas, reconocidas como tales por la Iglesia Católica, pero apenas me vienen a la cabeza mujeres casadas, reconocidas como santas.

Creo que, legítimamente, cabe preguntarse, ante la ausencia de la mujer en su vida personal y privada, y la proliferación, en sus oraciones de la mujer, muchas veces “virgen y mártir”, me pregunto, repito, qué incidencia puede tener en el clero, en su “estar en el mundo relacional”, en su relación con la mujer de carne y hueso. Cabe preguntarse también, si, al límite, en algunos casos, siendo ya uno demasiados, pueda derivar en comportamientos pederastas, mayoritariamente, salvo error por mi parte, con chicos más que con chicas.

Parte de la respuesta a estas cuestiones la tendríamos con el análisis fino de los comportamientos sexuales en miembros del clero católico en comparación con los de los pastores protestantes casados, controlados científicamente en contextos similares. Quiero decir, en los mismos países y en los mismos periodos temporales. Cabría también comparar los comportamientos de clérigos célibes y casados en las Iglesias católicas orientales donde tal posibilidad existe.

Esta hipótesis de la masculinidad como una de las causas posibles de la proliferación de la pederastia en el clero se me aparece muy importante a explorar.  Habría que partir de un trabajo serio, científico, mediante entrevistas en profundidad, a una muestra bien seleccionada de sacerdotes. De entrada, bastaría con llevarlos a cabo en uno o dos entornos concretos, tanto entre acusados como pederastas, como no. Obviamente, como se hacen las cosas en la ciencia, de forma anónima. La ciencia no es periodismo. Ningún dato que pudiera identificar a un sacerdote o religioso entrevistado debiera ver la luz pública. La muestra no tiene por qué ser muy elevada. Dos de cincuenta serían más que suficientes. En fin, no quiero continuar con este punto pues no pasa de ser una hipótesis de trabajo, por muy importante que me parezca. Y me parece, pues, además, permitiría, a su vez, abrir la ventana a un tema crucial en la Iglesia de nuestros días: el papel de la mujer en ella. Los dos temas van unidos.

6.Unas breves reflexiones finales para cerrar, que no concluir, estas páginas

. Habrá que dilucidar hasta donde, y en qué contextos, hay correlación entre la pederastia y el celibato. La muy seria investigación australiana de 2018 propugna el celibato voluntario en la iglesia católica. No es el único. Pero, me inclino a pensar que lo esencial no está en la condición de célibe o viviendo en pareja, sino en cómo se vive la sexualidad, tanto en el celibato como en la pareja. También si se da en un clima de simetría o de poder.

. Creo fundamental, básico, radical (ir a la raíz), tomar conciencia de la mala relación de la iglesia y religión católicas con el sexo y, especialmente, del sexo como placer. En este orden de cosas, la disociación entre la cultural de libertad sexual (entre adultos) en la sociedad actual, en contraposición al rigorismo de la iglesia, puede ser un factor explicativo, entre otros, de la eclosión de la pederastia en el clero, durante las pasadas décadas.

. El staff de la iglesia es masculino. No veo suficientemente subrayado este aspecto que también creo crucial. Lo que nos lleva a otra cuestión, absolutamente clave en la iglesia católica: la situación de la mujer. Personalmente apoyaría la doble hipótesis de una fuerte correlación entre la pederastia clerical y la situación de la mujer en la Iglesia, por un lado, y la actitud de la iglesia (obviamente masculina, distante y temerosa) con la mujer de carne y hueso, mujer que se presenta, muy frecuentemente como virgen, en el santoral. Estamos aquí en un punto neurálgico del tema. Imposible soslayarlo, a mi juicio.

. No hay que olvidar la difícil salida del estado de cristiandad cuando el “ordo clericalis” dominaba la ética e, incluso, la gobernanza civil. En ese marco sitúo yo los conflictos en el interior de la Iglesia, conflictos que siempre los hubo. Ayer fue el papa Benedicto. Hoy, Francisco. Esta cuestión se explicita en documentos panfletarios como los del nuncio Viganò, y en algunas Webs y redes sociales muy ideologizadas, pero, solo tangencialmente, tiene relación con la pederastia.

. En un mundo muy erotizado, en el que se rechaza todo asomo de paternalismo como de supremacismo masculino, en el que parece apuntarse un neo-puritanismo, la contención de la libido parece misión imposible para el común de los mortales. Sean hombres célibes o casados.

. Hemos transitado, al menos en el occidente opulento, de una familia patriarcal, centrada en el padre a otra en la que el niño es el rey de la familia, destronando completamente al rey de otrora, al padre. Y el rey es inviolable. Sagrado dirán algunos. De ahí, la lectura que cabe hacer, en la era secular, del comportamiento del clérigo, “padre espiritual”, que abusó del niño en la era de la cristiandad, con una Iglesia que pretendía imponer la moral a la sociedad.
. Creo que habría que analizar con más detenimiento el tema del encubrimiento. No hay duda de que ha habido encubrimiento culpable en la Iglesia, incluso realizado de buena fe, con consecuencias terribles para los niños. Hace décadas, se condenaba la difamación o revelación de cosas negativas y no solamente ante la pederastia del clero. Pienso también, que, hoy en día, apenas sabemos nada de la pederastia en el seno de las familias. Dicho sea, ruego se me entienda bien, sin pretender aplicar el ventilador. Digo solamente que el tema del encubrimiento exige profundización.

. Pues, afirmar, como parece cierto, que los casos de pederastia se dan, prioritariamente, en el seno de los entornos más próximos, como la familia, no debe servir de excusa para abordar, con rigor y vigor, la pederastia en el clero.

. Yo también sostengo, como dice el documento “Perdón” de algunas instituciones españolas de iglesia, que la llamada “tolerancia cero” vale sólo frente a los delitos y contra la posibilidad de que estos prescriban, no ante las personas en las que siempre queda alguna posibilidad de redención (“reeducación y reinserción social”, se dice en la Constitución española, art. 25b, artículo, hoy, de capa caída) que hemos de procurar implementar. El principio de “odiar al pecado, pero amar al pecador” no ha perdido vigencia. Y, junto a la resiliencia de las víctimas queremos pensar también en la reconstrucción de los verdugos.

. Soy plenamente consciente de que quedan muchas cuestiones por abordar. Por ejemplo, las consecuencias para la Iglesia Católica de que haya salido a la luz pública la magnitud y extensión de los abusos sexuales del clero. Lo que, de entrada, servirá, si toma buena nota y cambia, para purificar la Iglesia. Limitándome a lo sociológico, (no tan reñido con lo teológico y con lo moral), habrá consecuencias dentro de la propia Iglesia, en su organización interna y, quiero creer que, en su lectura del sexo, de las relaciones sexuales. Y consecuencias para su labor pastoral que, a fin de cuentas, es la razón de ser de la iglesia: mostrar al Dios de Jesus de Nazaret al mundo de hoy, un mundo poblado por tantos dioses seculares.

. Quiero cerrar estas páginas como las comencé. Reiterando lo que considero más importante y más urgente: resarcir hasta donde sea posible el daño causado a niños y menores, desvelar el manto de silencio de sus abusadores que deben recibir la sanción correspondiente, y hacer lo necesario para que tales situaciones no se repitan. Lo que exige, perentoriamente, conocer cómo, en razón a qué contextos, actitudes, organización interna de la Iglesia, etc., etc., tal plaga ha podido anidar y desarrollarse en la Iglesia católica. Aquí tampoco hay atajos: a Dios rogando y con el mazo dando.


Donostia San Sebastián, 3 de octubre de 2018
Javier Elzo




[3] Toda esta información está entresacada de una consulta en Aciprensa del 22 de enero de 2018. Este es el enlace.  https://www.aciprensa.com/noticias/pedofilia-en-la-iglesia-esta-vinculada-a-la-homosexualidad-dice-ex-rector-de-seminario-44131
[5] http://www.atrio.org/2018/08/otra-teoria-y-practica-de-la-sexualidad-en-la-iglesia-este-es-el-desafio-de-fondo/#more-16375.  La entrada de ATRIO (del 28 de agosto) se inicia con una breve aportación mía, parte de la cual utilizaré más adelante en este texto, a la que sigue la más extensa y enjundiosa de Claudio Ibáñez.
[6] Esta es la referencia que ofrece del studio: Sipe, A.W.Richard. Celibacy in Crisis: A Secret World Revisited. Routledge, 2003. Cabe citar otro trabajo, donde también participa Sipe, también publicado en EE.UU, cuya segunda edición es de 2006, pero hay otras, incluso en 2016, titulado “Sex, Priests, and Secret Codes: The Catholic Church's 2,000 Year Paper Trail of Sexual Abuse “, cuyo contenido no he llegado a consultar. Sus autores son Thomas P. Doyle , A.W. Richard Sipe y Patrick J. Wall. El editor (en la edición de 2016) es Crux Publishing.
[8] Trabajo básicamente con informaciones de Andrea Tornielli en Vatican Insider y de la propia Sala de Prensa del Vaticano que he consultado en la Web Loiola XXI. Estos son los enlaces: https://loiolaxxi.wordpress.com/2018/08/20/reflexion-de-andrea-tornielli-de-vatican-insider-sobre-el-informe-de-pensilvania/,

[9] Me baso para escribir estas líneas en la información suministrada por el cotidiano católico “La Croix” el 26 de septiembre de 2018
[11] Pierre Verdrager, sociologo, autor de "L’enfant interdit : Comment la pédophilie est devenue scandaleuse". Armand Colin, Paris 2013
[12] Hay varias ediciones en castellano en Ariel. Creo que la primera es de 1976. La edición francesa es de 1972 en Seuil. El original en inglés es de 1971 y se ha reditado muchas veces. Recuerdo vivamente su influencia en España durante la transición.
[13] Tony Duvert, “Le Bon sexe illustré“, Minuit, Parias 1974, p. 108
[14] Pagina 11 del libro de Verdrager. Para contextualizar la afirmación de Foucault, véase  http://1libertaire.free.fr/MFoucault317.html  Este texto es la transcripción de un debate público en la radio - France Culture, el 04/ 04/1978) - entre un abogado, un periodista de Gai Pied (periódico pro homosexual), un filósofo defensor de la homosexualidad y Michel Foucault. No tiene desperdicio para entender qué cuestiones se planteaban en aquellos años en Francia sobre este tema. Es también un ejemplo de lo que es una radio de calidad que aborda con seriedad temas de importancia, incluso escabrosos.
[15] Un ejemplo lo tenemos en el título de un libro de mi buen amigo Javier Urra, “SOS…Víctima de abusos sexuales”, Ed Pirámide. Madrid, 2007.
[16] Gérard Bach, “Le miroir de nos pratiques“, en “Homophonies“, nº 47, septiembre 1984, p.39, citado por Verdrager, o. c. p 55-56.
[17] Verdrager, en el libro que comentamos, apunta (ver página 139) cómo el cardenal Bertone en 2010, trató de asimilar la homosexualidad a la pedofilia, pese a que Benedicto XVI, el año 2008, en un vuelo a los EE. UU, entrevistado por los periodistas, ya había manifestado que homosexualidad y pedofilia eran dos cosas distintas.
[18] Cita aquí Vergrader el trabajo de Homayra Sellier, “Innocence - en – danger. com. Internet, le paradis des pedophiles”, Paris, Plon, 2003, p. 12.
[19] Ruego se me perdone que, por mera comodidad intelectual, me limite a referir, a pie de página, varias entradas en “Religión Digital” de la mañana del día de hoy, (15/09/18, 10.30 a.m.) al revisar el texto de arriba, ayer redactado: “Laicas y Laicos de Concepción (en Chile) exigen que se sancione ´con toda la fuerza de la ley´ los abusos a menores”; La Fiscalía pide para el líder del grupo de los 'Miguelianos', Miguel Rosendo, 66 años de cárcel, acusado, entre otras cosas, de tres delitos contra la libertad sexual --uno de agresión sexual continuado y dos de abuso sexual continuado; El Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI) de Argentina, dirigida por un rabino, un musulmán y un sacerdote católico, se suma a la defensa de Francisco tras la carta del ex nuncio en Washington Carlo María Viganò que reclamó la renuncia de Francisco; “Sus declaraciones en el vuelo de vuelta de Irlanda son tremendamente ofensivas". 'Daniel' y otras tres víctimas de los 'Romanones', al Papa: "La Iglesia defrauda a las víctimas para abrazar a los abusadores"; Los obispos franceses, "tristes y avergonzados" por los "atroces" abusos a menores. Prometen una "vigilancia implacable y un cambio permanente de actitud" ante la pederastia; Los obispos de EE.UU. comparten con el Papa el dolor por "el demonio del abuso sexual". Roma acepta la renuncia del obispo de Wheeling-Charleston, acusado de abusos, y ordena una investigación; Julián Barrio (arzobispo de Santiago de Compostela) agradece a Francisco su "valentía evangélica". Le da las gracias por su "dolor, humildad y realismo" frente a los abusos. Invita a sus fieles a estar atentos "a cualquier señal que Pedro pueda hacernos para ayudarle".
[20] De los 60 firmantes señalo aquí estos nombres, por ser, quizá, más conocidos en España: Louis Aragon, Roland Barthes, Simone de Beauvoir, Patrice Chéreau, Gilles et Fanny Deleuze, Jean-Pierre Faye, André Glucksmann, Guy Hocquenghem, docteur Bernard Kouchner, Jack Lang, Jean-François Lyotard, Jean-Paul Sartre y Philippe Sollers.
[21] Poder y sexualidad en la Iglesia. Colección “Presencia Teológica”.  Ed. Sal Terrae, 2008. El libro lleva un subtítulo bien expresivo: Reivindicar el Espíritu de Jesús.
[22] Jesús Martinez Gordo “Pederastia y clericalismo” en Diario Vasco y en http://www.settimananews.it/chiesa/pederastia-e-clericalismo/  (30/ 08/18)

[23] En “Le Monde” (28/08/18). 
[24] Leo en la prensa, que el 27 de septiembre de 2018, “el Papa Francisco ha dimitido del estado clerical a Fernando Karadima Fariña, de la Archidiócesis de Santiago de Chile”. Antes la expresión utilizada era la de “reducción al estado laical”. Habiendo criticado en mis trabajos esa expresión, por lo que tiene de injuriosa para los laicos, quiero manifestar mi satisfacción por el cambio. Aunque aún queda mucho por hacer.

2 comentarios:

  1. Gracias por afrontar el problema de una manera muy reflexiva, documentada y propia de su profesión enfrentándonos a la realidad social que a todos nos afecta. Lo estudiaré con muchísima atención.

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  2. Gracias por tu interés, Roman. Todo comentario, sobretodo si es crítico lo agradecería para mejorar el texto.
    Cordialmente
    JE

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