Un silencio religioso. La izquierda frente al yihadismo
Afirmaba el presidente Francois Hollande, poco después de la
matanza en la redacción de Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, que los
hombres que han cometido estos crímenes “no tienen nada que ver con la religión
musulmana”. Poco después insistía su ministro de Asuntos Exteriores Laurent
Fabius, “No se repetirá jamás suficientemente, eso no tiene nada que ver con el
Islam”. Hay que hacer circular la idea de que ¡Ça n´a rien a voir (Eso no tiene nada que ver) con el Islam. Cuando
la imposibilidad de decir las cosas viene de arriba, eso quiere decir
prohibición”. Estas líneas las he extraído de las primeras páginas de un reciente
libro escrito por Jean Birnbaum, “Un silencio religioso. La izquierda frente al
yihadismo”[1],
con el que titulo también estas líneas. Conviene precisar, desde ya, que Jean
Birnbaum no es un descerebrado miembro del racismo ultra conservador. Bien al
contrario, es nada menos que el responsable del suplemento literario “Le Monde
des livres” que se inserta semanalmente en la edición de los viernes del
cotidiano francés que, como es bien sabido, es de tendencia de izquierdas, no
extremista.
Un
correo de Hassan. La misma idea “eso no tiene nada que
ver con el Yihad” dominó en la inmensa mayoría de comentaristas y articulistas
tras el terrorífico año 2015 francés, y en Bruselas en marzo de 2016. Pero no
solamente entre los comentaristas. También entre los ciudadanos franceses,
particularmente los de confesión musulmana. Así, uno de los recepcionistas del
hotel de Paris donde me suelo alojar, Hassan, me respondió a un correo que les
envié solidarizándome tras las matanzas del 11 de noviembre de 2015 esto:
“Desgraciadamente personas bárbaras que no tienen una onza de humanidad, han
actuado con su propio modo de ver las cosas, y no representan en ningún caso a
la mayoría de los musulmanes de Francia, comunidad de la que yo formo parte,
que no desea otra cosa sino vivir tranquilamente, y en armonía con el resto de
la sociedad francesa”.
En efecto, digamos, también con Jean Birnbaum, que no cabe
equiparar el Islam con el terrorismo yihadista. Es falso y simplista. Tales
simplificaciones ya las hemos vivido en el País Vasco donde “todo era ETA” y
nacionalismo equivalía a terrorismo, simplificaciones que no han desaparecido
todavía en determinados ámbitos y medios. Pero lo que sostiene Birnbaum es que,
a la hora de comprender, dar cuenta de, explicar etc., (que no justificar, por
supuesto), los crímenes terroristas, es ponerse la venda en los ojos cuando no
queremos ver la justificación que los terroristas dan de sus actos y en qué
marco conceptual los inscriben. Y esta es, en gran medida, de carácter
religioso en el terrorismo islámico, como lo fue en Euskadi la ideología
nacional-revolucionaria convertida en religión laica para pretender justificar
el terrorismo de ETA.
El
islamólogo Rachid Benzine (citado varias veces por Birnbaum en su libro) en una
entrevista en “El País” (3 de abril 2015) recordaba la importancia del
wahabismo —la versión radical del islam de inspiración saudí— como “la nueva
ortodoxia” y que “el trabajo principal consiste en desmontar los mitos
simplistas que constituyen el principal nutriente del Estado Islámico”. Hay que recordar, una vez más, que para combatir
el terrorismo, además de la imprescindible actuación de los servicios de
inteligencia, de la policía, del sistema judicial, de los medios de
comunicación, de los agentes sociales, etc., etc., es fundamental entrar en el
núcleo de la justificación que los terroristas, y quienes les socializan y
legitiman, se dan de sus propios actos. Aprehender porqué, en el caso del
terrorismo yihadista, hay millares de jóvenes en todo el mundo que están
dispuestos, incluso, a morir matando. Jóvenes de toda condición social, aunque hay
más de la “clase de tropa” en muchos de los ejecutores, mientras que las élites
terroristas (perdóneseme la expresión) provienen mayoritariamente de la “alta
sociedad”. Como habitualmente ha sucedido en la historia. Recuerden el origen
de Bin Laden y el del líder de la matanza de las Torres Gemelas en septiembre
de 2001, Mohamed Atta.
Toda
explicación vale excepto la religiosa. Parafraseando a
Birnbaum (pp. 20-21) cabe decir cómo en la televisión, radios y periódicos,
diversos especialistas se relevan para afirmar que los terroristas pueden bien
reclamarse de la yihad pero que sus acciones no deben en ningún caso
relacionarse a cualquier tipo de pasión religiosa. Se les etiqueta como
“Barbaros”, “Energúmenos”, “Psicópatas”, etc., etc. “Todas las calificaciones
eran buenas para descartar la menor referencia a la fe”. Birnbaum nos muestra
modelos y ejemplos de algunos de los discursos habituales de los especialistas
contra el terrorismo de matriz islamista radical que han circulado a lo largo
del año 2015 en los medios políticos y mediáticos.
“Los yihadistas son
unos monstruos sanguinarios que hay que ponerlos fuera del riesgo de dañarnos,
dirá el criminólogo. Los yihadistas son el producto de un desorden mundial del
que Occidente es el responsable, corregirá el geopolítico. Los yihadistas son
víctimas de la crisis, rectifica el economista. Los yihadistas son críos de las
ciudades que se han desbocado, dirá el sociólogo. Los yihadistas son la prueba
de que nuestro modelo de integración no funciona, abundará el politólogo. Los
yihadistas son los herederos de la ola humanitaria, su movilización es
comparable a la de los estudiantes que se comprometen en una ONG en la otra
punta del mundo, indicará el antropólogo. Los yihadistas son jóvenes que se
ahogan en una sociedad de viejos, se marchan a Siria para desambientarse como
otros se hacen cocineros en Australia, precisa el demógrafo. Los yihadistas son
hijos de Internet y de los video-juegos, han abusado de Facebook o de la serie
Assassin´s Creed, deja caer el experto en lo numérico. Los yihadistas son puros
productos de nuestra sociedad del espectáculo, buscan simplemente la
celebridad, apunta el mediólogo…”
Qué duda cabe, me permito interrumpir el discurso de
Birnbaum, que, aun con cierta exageración y unilateralidad en algún caso, estas
explicaciones son exactas y reflejan correctamente gran parte de las
motivaciones o causalidades que están en la base de que algunos jóvenes (y
menos jóvenes) cometan actos terroristas en el universo yihadista. Pero,
subraya Birnbaum a continuación que “desde los atentados de enero de 2015 se
han analizado todas las explicaciones, todas las causalidades posibles salvo
una: la religión. La religión en tanto que manera de ser en el mundo, fe
intima, creencia compartida. Con constancia, este factor, como tal, ha sido reducido
al silencio: así como el islamismo no tiene nada
que ver con el islam, el yihadismo es extranjero al yihad”. Concluirá
Birnbaum afirmando que “vivimos
una ceguera profunda que concierne a las relaciones que muchos, más allá de sus
ideologías, entretienen con la religión: es la reticencia a contemplar la
creencia religiosa como causalidad específica y como fuerza política: nos
adherimos a explicaciones sociales, económicas o psicológicas (para explicar la
yihad en este libro) pero no a la fe” (p.23).
¿Por qué ese silencio?
Y ¿por qué subtitula su libro Birnbaum, un hombre de izquierdas no se
olvide, el silencio de la izquierda frente a la yihah?. ¿Exagera en el papel
que le concede al Islam en el terrorismo yihadista?.
Voy a responder a este interrogante en dos planos
diferentes. Por un lado mostrando la legitimación que de sus actos ofrecen los
islamistas-terroristas y quienes les apoyan. Por el otro, pretendiendo analizar
la causa o motivo del silencio del factor religioso en nuestra sociedad,
particularmente de quienes se dicen de izquierdas, a la hora de explicar, junto
a otros factores por supuesto, la violencia yihadista.
A)
La
auto-legitimación religiosa del terrorismo yihadista.
No me resisto
a trasladar aquí una reflexión que me hizo en el hall de la UD, estando los dos
solos, y cuando ya me despedía de él, Dalil Boubakeur, Rector de la Gran
Mezquita de Paris, y que había dado una magnifica conferencia, el año 2004, en
el Forum Deusto: “no se olvide, profesor, que el Islam nació en la sangre, como
muchas veces olvidamos, nosotros, los musulmanes”. En efecto tras la muerte de
Mahoma, Ali, su primo, yerno e hijo espiritual, se opuso al fiel compañero del
profeta, Abou Bakr. Este último se impuso y fue el primer sucesor de Mahoma
como califa. Pero sus dos sucesores fueron asesinados, después Ali lograría el
califato antes de ser él también asesinado, así como sus dos hijos. Desde entonces vive el Islam la cruenta
división entre sunitas y chiitas. Con el uso reiterado de la violencia como nos
recuerdan los propios intelectuales de confesión musulmana.
Por ejemplo el
gran islamólogo Rachid Benzine, mentado más arriba, quien afirmaba ya en 2014,
luego antes de los recientes grandes atentados en París y Bruselas, que “frente
a la acumulación de comportamientos bárbaros, muchos musulmanes protestan:
´todo esto no es el Islam´, o en las redes sociales ´no en mi nombre´. En
efecto no es esa su concepción del Islam, la forma como ellos lo viven en la
intimidad de su corazón y en sus familias. Pero es sin embargo el Islam
obscurantista que se ha enseñado estos últimos decenios en la mayor parte de
los centros de difusión de la doctrina, de la cultura y de la piedad. En casi
ninguno de esos lugares se incita a la gente a reflexionar, a desarrollar su
espíritu crítico, a hacer prueba de discernimiento (lo que, dicho sea entre
paréntesis, acaba de proponer el papa Francisco en su documento sobre la
familia, sirviéndose de un procedimiento que lleva la marca de la orden a la
que pertenece, los jesuitas, a saber, el “discernimiento”). Se les inculca,
continua Benzine, una ´historia santa´, maravillosista, que se les pide
creérsela literalmente, sin consideración alguna por los géneros literarios y
las significaciones profundas, sin espacio a la comprensión de la importancia y
de la función de los mitos fundadores. La dimensión histórica del Islam, las
condiciones de su emergencia, lo que lo ha configurado desde sus orígenes es
completamente ignorado, mientras que son sacralizados acontecimientos y textos
que son, en realidad, el fruto de contingencias históricas, donde las disputas
por el poder y los intereses egoístas fueron preponderantes” (publicado en Liberation
16/10/14, luego tres meses antes de la matanza en Charlie Hebdo, y que recoge
Birnbaum en la página 59 de su libro).
En este
marco, como señala otro gran arabista, Javier Martín, “en este marco atacar en Bruselas, París o Lahore no es un fin en sí
mismo. Sino que forma parte de una causa: la de defender la única
interpretación que consideran válida del islam frente a la pléyade que forman
sus enemigos, entre los que colocan también a aquellos que ejercen su propia
religión de otro modo. Los hermanos Kouachi, autores de la matanza de Charlie
Hebdo y Ahmedi Coulibay, el hombre que entró en el supermercado judío,
señalaron que su acción era “una venganza contra quienes insultan al islam”. Según
la revista Dabiq, órgano de propaganda del ISIS, el territorio bajo su
control ofrece todo lo necesario para ser un buen musulmán. Representa —dicen—
una sociedad “pura”, a salvo de los perniciosos vicios de occidente, y del
“islam pervertido”. (El País,
03/04/16).
Una reflexión de Derrida y
otra de Abdennour Bidar. Tras el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York el
11 septiembre de 2001, el gran filósofo Jacques Derrida sostenía en un libro
publicado conjuntamente con Jürgen Habermas
que “hay que ayudar a lo que se denomina Islam, a lo que se denomina
árabe, a liberarse de dogmatismos violentos. Hay que ayudar a los que luchan
heroicamente en ese sentido desde el interior”[2].
Esta relación entre la religión y la violencia la he encontrado también en un filósofo musulmán. Tras la decapitación, entre otros, de Hervé Gourdel (un excursionista francés) a manos de terroristas de los Soldados del Califato del denominado Estado Islámico en septiembre de 2014, Abdennour Bidar, filósofo musulmán, que sostiene el movimiento “Not in my name”, redactó una “Carta abierta al mundo musulmán”. La ha recogido el blog del “L´Oratoire du Louvre”, una Iglesia cristiana protestante sita en el centro de Paris[3]. A continuación traslado un par de párrafos de
“Querido mundo musulmán:… te veo dando a luz un monstruo que se pretende denominar Estado islámico y al que algunos prefieren darle un nombre de demonio: DAESH. Pero lo peor es que te veo perderte - perder tu tiempo y tu honor – en el rechazo a reconocer que este monstruo ha nacido de ti mismo, de tus vagabundeos, de tus contradicciones, de tu descuartizamiento entre pasado y presente, de tu incapacidad demasiado tiempo prolongada a encontrar tu lugar en la civilización humana. (….). Las raíces del mal,… están en ti mismo, el monstruo ha salido de tu vientre del que surgirán otros monstruos, aún peores, mientras no admitas tu enfermedad, para atacar, al fin, esta raíz del mal.
Incluso los
intelectuales occidentales tienen dificultad para apercibirla: la mayoría, han
olvidado hasta tal punto el poder de la religión – en bien y en mal, sobre la
vida y sobre la muerte-, que me dicen, “no, el problema del mundo musulmán
no es el islam, tampoco la religión, sino la política, la historia, la economía
etc.”. Ya no recuerdan en absoluto que la religión puede ser el corazón del
reactor de una civilización humana. Y que el avenir de la humanidad dependerá
mañana, no solamente de la resolución de la crisis financiera sino, de forma
bastante más esencial, por la resolución de la crisis espiritual que atraviesa
toda nuestra humanidad. ¿Sabremos reunirnos, todos nosotros, a escala
planetaria, para afrontar este desafío fundamental?. La naturaleza espiritual
del hombre tiene horror del vacío, y si no encuentra nada nuevo para llenarlo,
lo hará mañana con religiones cada día más inadaptadas al tiempo presente que,
como el Islam actualmente, se dedicarán entonces a producir monstruos”[4].
Creo que
queda claro que Birnbaum no exagera y que resulta imposible comprender,
explicar, luego luchar con esperanza contra la violencia islamista, sin
reconocer el peso que tiene en su interior una determinada lectura de su
religión. De ahí que resulte más llamativo todavía el “silencio religioso” de
la izquierda europea a la hora de afrontar la yihad terrorista. Quiero decir, la
actitud de gran parte de esa izquierda (no solamente la izquierda por supuesto,
pero sí en mayor grado), en la erradicación del factor religioso a la hora de
comprender y analizar los fenómenos sociales, hoy, aquí, el terrorismo
yihadista. Pero no es el único caso.
B.) ¿Cómo entender la exculturación social
de la religión por parte de cierta izquierda europea?
En efecto,
como se puede leer en otro libro importante en torno a este tema, “salvo
algunos filósofos y muy raros sociólogos, las ciencias sociales desde hace
cincuenta años han ignorado la fuerza de lo religioso en una sociedad en
Francia (en Francia, en España y no digamos en Euskadi, me permito apuntillar)
en razón de la exculturación religiosa de nuestras sociedades contemporáneas;
en razón también de que lo religioso ha sido declarado un vestigio residual del
pasado, ignorando la vitalidad religiosa de otros continentes y de otras
religiones que el cristianismo. Sin embargo, ¡la Revolución iraní tiene ya
cerca de treinta y seis años!”[5].
En la
consolidación de este silencio, la tradición de la izquierda política e
intelectual ha jugado un papel central. El proyecto de emancipación, que
estructura su cultura y su imaginario, designa de entrada la emancipación
respecto de la religión, entendida como principal agente de alienación. Aunque
bastantes figuras históricas del socialismo, del comunismo o del anarquismo,
han tenido seriamente en cuenta las creencias religiosas sin reducirlas a
simples prejuicios. Karl Marx sin ir más lejos, como nos muestra Francesc
Torralba en su columna del semanario Vida Nueva, del 16-22 Abril pasado,
titulado significativamente, “Y, ¿si Marx tuviera razón?”. Un amigo madrileño
me envía un texto de Jeremy Corbin, líder del Partido Laborista del que
entresaco esta afirmación: “Creo que las comunidades de fe son aliados
esenciales en la lucha por una Gran Bretaña mejor”. Claro que Corbin no está en
España sino en Gran Bretaña. Pedro Ontoso, periodista de El Correo, desarrolla
la positiva relación de Corbin (que no es creyente, dicho sea de paso) con la
religión, en una entrada de su blog. Aunque en España, Ramón Jauregui, un gran político del PSOE, escribía en un artículo que “el pacto con los líderes musulmanes debe comprometernos de manera recíproca en proyectos de integración social y desarrollo económico, especialmente para jóvenes en riesgo de exclusión, junto a una firme actitud de condena y rechazo a los extremismos doctrinarios (…) La aceptación del hecho religioso y la libertad de la fe no pueden ser coartada para la vulneración de nuestra concepción de la dignidad humana o de la igualdad entre mujeres y hombres, por poner solo esos dos valores de nuestro credo democrático.
Con
semejante ceguera intelectual es imposible entender el terrorismo yihadista, no
sé si el primer problema del planeta como acaba de declarar Obama pero,
ciertamente, uno de los más crueles y sangrientos. Veamos, sin embargo, lo que
opinan al respecto algunas grandes figuras, no creyentes, de la izquierda.
Pero ese pacto está por hacer. De hecho, esas políticas tan importantes en zonas de alta concentración inmigrante brillan por su ausencia en las grandes ciudades europeas.(…) No es una tarea fácil, lo sé, pero destruir el relato fanático del ISIS entre los jóvenes europeos, nacidos y educados aquí, es una tarea urgente que no podemos hacer sin contar con la comunidad árabe a la que pertenezcan; y sin establecer, en consecuencia, los términos de una laicidad incluyente en la que las creencias religiosas conviven y contribuyen a la paz y a los valores democráticos. (El País 01/04/16).
Es cierto sin embargo que, “en realidad,
en su conjunto, esta izquierda ha perpetuado una tradición que ve en la
religión una quimera sin consistencia. En esta óptica, la religión no
representa otra cosa sino una ilusión individual y una fuerza reaccionaria,
cuya función sería esencialmente escamotear y ocultar los auténticos retos”.
(Birnbaum pp. 35-36).
Walter Benjamin en la primera de sus “Tesis sobre la historia”, redactadas
en 1940, cerca de la frontera franco-española, escapándose de los nazis, y poco
antes de suicidarse, comparó al marxismo o al materialismo histórico con un
autómata. Una marioneta que juega al ajedrez y que gana siempre pues es capaz
de prever cada movimiento del adversario. Pero hay un subterfugio. La marioneta
oculta la presencia de un enano escondido bajo la mesa, un enano jorobado y muy
inteligente, que acciona los mecanismos bajo mano. Walter Benjamin desvela el
truco: “la marioneta, materialismo
histórico, está concebida para ganar siempre. Puede osadamente medirse a
cualquier adversario, a condición de que tome a su servicio la teología, que
sabemos que hoy es pequeña y fea, y a la que se le pide no hacerse ver”[7].
Jean Birnbaum comentando esta reflexión de Benjamin, escribe que durante mucho
tiempo la izquierda ha creído “poder ganar indefinidamente pues con el marxismo
y sus derivados pensaba disponer de una baza universal capaz de anticipar la
historia” y hacer fracasar a los conservadores y reaccionarios que vivían
“aferrados al mundo antiguo”. Pero, continúa Birnbaum siguiendo la metáfora de
Benjamin, “bajo la mesa, la teología se activaba discretamente. Y la izquierda
continuaba como si nada sucediera (…) hasta que el enano se revuelve. No es
justo le grita a la marioneta. Pase que te apoyes sobre mí para epatar a la
galería. Pero que tú me olvides, que en tu fuero interno llegues a negar mi
existencia, es insoportable. ¿Te crees autónomo, super-inteligente?. Pues bien,
mira tu cabeza: ahora que doy vuelta a la mesa, pobre marioneta, tú no eres más
que un títere dislocado” (p. 223). Y Birnbaum, continúa citando y comentando
textos de Marx para concluir diciendo que “según los criterios del propio Marx,
insistamos en ello, cada vez que la historia se encasquilla, la fe retorna”
(p.225 y ss.).
Mis conocimientos del pensamiento de Marx no me permiten ni avalar ni
infirmar los juicios de Birnbaum pero no puedo no constatar el viraje que
muchos intelectuales de izquierda están llevando a cabo en gran parte de Europa
occidental (y aunque en menor medida, también en España) en sus
posicionamientos acerca de la religión, aun manteniéndose la mayoría en
posiciones no creyentes, más agnósticas que ateas. Me permito referenciar aquí
un excepcional diálogo entre Edgar Morin y Tariq Ramadan acerca de sus
concepciones acerca de Dios y de la fe y que, traducido al castellano, puede
consultarse en mi blog[8].
Y, ¿Cómo olvidar el aventajado libro de Gilles Kepel publicado en 1991,
(traducido en España en 2005) “La Revancha de Dios”[9],
donde ya anunciaba la jihad que ahora estamos viviendo?.
Las últimas líneas del libro de
Birnbaum (p. 234) resumen bien su posición de fondo. Leemos que “si la
izquierda quiere afrontar el mazazo de lo teológico-político, es urgente que
rompa el silencio. Que cese de ocultar la fuerza autónoma del ímpetu religioso.
Que se deshaga de las certidumbres y reflejos que se lo impiden. En resumen,
que vuelva a ser lo que ella misma fue y que reanude su tradición crítica. Sin
lo cual, lo espiritual continuará aterrorizando a los militantes de la
emancipación, y les engañará. Y, la religión podría devenir el último suspiro
de la izquierda, esta criatura deprimida”. Es la última frase del libro, lo es
también de la positiva recensión al mismo que se puede leer, bajo la
firma de Nicolas Dutet, nada menos que en el histórico diario comunista
francés, “L´Humanité”, del 22 de febrero de 2016, apenas el libro de Birnbaum en
la calle.
¿Qué hacer?. Por una parte, jamás ceder sobre el imperio de la razón, ni sobre el
imperativo de separar lo religioso de lo político; pero, de otra parte,
constatar que las fronteras de la razón política no son simples a trazar. En el
seno mismo de la izquierda y de la tradición que se reclama de la emancipación,
un puñado de pensadores críticos que han llevado a cabo este doble gesto, han
mantenido estas dos necesidades. Birnbaum cita, entre otros, a Walter Benjamin,
Michel Foucault, Jacques Derrida, Claude Lefort, Regis Debray y yo podría
añadir, entre otros, y limitándome a pensadores franceses, a Edgar Morin, Luc
Ferry, Comte-Sponville, Alain Touraine… todos de izquierdas y todos no
creyentes.
Ninguno de ellos ha considerado que
el ejercicio de la política moderna tenía como condición la superación y
relegación de lo religioso. Todos tenían conciencia de que para bien distinguir
estos dos ámbitos, lo mejor es dar un espacio tanto al uno como al otro. “Es
negando su efectiva existencia cuando se corre el riesgo de caer en una
violenta indistinción: quien quiera separar lo político y lo teológico debe, de
entrada, llevar a cabo un trabajo de vigilante rearticulación” (Birnbaum, pp.
231-232). En efecto, tanto cuando ha habido colusión entre lo religioso y lo
político (el estado de cristiandad tantos siglos, las teocracias musulmanas en
la actualidad), como cuando se ha propugnado la eliminación de lo religioso de
la vida socio-cultural, pretendiendo limitarlo a la esfera de lo exclusivamente
privado (en la actualidad en determinado laicismo en España), o en la colusión
entre la política y el estado ateo (72 años en la extinta URSS), el conflicto social,
tarde o temprano, está garantizado. Un conflicto muy sangriento.
Javier ElzoCatedrático Emérito de Sociología
[1] . “Un silence
religieux. La gauche face au djihadisme”. Seuil
2016, página 13.
[2] Jacques Derrida y Jürgen Habermas, “Le
Concept du 11 Septembre”,
Galílee, 2003, p. 168.
[3] . La
referencia del texto, en francés, es la siguiente. http://blog.oratoiredulouvre.fr/2014/10/tres-profonde-lettre-ouverte-au-monde-musulman-du-philosophe-musulman-abdennour-bidar/
[4] . Esta
traducción la entresaco de mi último libro, “¿Quién manda en la Iglesia? Notas para una sociología del poder en la
Iglesia Católica del siglo XXI”. Ed. PPC, Madrid 2016, 336 p. Ver pp.
165-166
[5] . D.
Creuzet y J-M Le Gall. “Au
péril des guerres des religion”. PUF, 2015, p. 17-18.
[6] Jacques Derrida en “Foi
et Savoir”, Seuil, 2000, pp. 45-46. La
traducción es mía. El libro está editado en castellano en Argentina pero
actualmente descatalogado y prácticamente inencontrable, pese a mis intentos. La
citación la traduzco del libro de Birnbaum p. 230.)
[7] Walter Benjamin, “Sur le concept
d´histoire », Œuvres III. Gallimard, coll. Folio Essais, 2000, p. 427,
citado por Jean Birnbaum, Un silence religieux, o. c. p. 222.
[8] En http://javierelzo.blogspot.com.es/2016/01/excepcional-dialogo-sobre-dios-entre.html.
Está traducido del magnífico libro – dialogo entre Tariq Ramadan y Edgar Morin,
“Au péril des idées”, Presses du Chatelet, 2014.
[9] En
español publicado por Alianza Editorial, Madrid, 2005, 320 paginas.
Il arrive parfois que plus nous utilisons de mots pour dire quelque chose; plus on s´éloigne de ce que l´on veut dire. En cela, la philosophie, l´essai, devraient être avant tout une économie de mots (de maux, aussi, bien sûr). Un texte court ajoute moins d´entropie. Voici un roman court de Jean Echenoz sur Maurice Ravel, que je n´ai point lu; qui n´a rien â voir, en principe, avec votre texte; sauf qu´il pourrait être bien écrit, je ne sais pas, sauf que nous parlons encore françois..(j´ai beaucoup oublié en 40 ans, cependant).
ResponderEliminarhttp://www.ina.fr/video/3041891001