¿Derecho
a decidir su muerte?
Javier Gafo, un jesuita adelantado a su
tiempo, fue reconocido hace 25 años como un pionero en las cuestiones de
bioética. Escribió el año 1990 un libro, editado por Caritas, titulado “La
eutanasia: el derecho a una muerte humana”, que ya no encuentro en mi
biblioteca. No puedo citarle pero tengo muy presente en la memoria una
conversación con él, poco antes de su fallecimiento (murió el año 2001).
Veníamos los dos en mi coche de Bilbao a Donosti. Hablamos de la eutanasia, de
la muerte digna, de la diferencia entre la eutanasia pasiva y activa, de los
cuidados paliativos etc., etc. En un momento del viaje – lo tengo vivo en la
retina, estaba pagando el peaje en la autopista en Zarautz - a una cuestión
mía, cuyo detalle no recuerdo, me dijo que, en determinados casos terminales,
lo único que diferencia la eutanasia activa de la pasiva estaba en la voluntad
del médico o del familiar al facilitarle una medicina: si aliviar el dolor y el
sufrimiento del paciente o si darle la muerte, precisamente para aliviar su
dolor, y el de los familiares que le rodeaban. Era una cuestión de
intencionalidad propia a la persona, ante un mismo acto. Por ejemplo darle una
medicina aun sabiendo que ello puede acortarle sustancialmente la vida. La idea
me impactó. Como me impactó años después escuchar en Deusto Forum a Diego
Gracia, Catedrático de Historia de la Medicina , bioético de gran prestigio y propulsor
de la filosofía zubiriana, entre otras cosas, sostener en el turno de preguntas
que, a veces, era difícil diferenciar los cuidados paliativos de la eutanasia
pasiva. Sostenía incluso que, en medicina, la palabra eutanasia dejaría de
utilizarse en el futuro o quedaría como una cuestión residual para casos
excepcionales: personas que viven en coma varios meses o años.
En Francia llevan tratando este tema varios años. Tras dos días de debates,
el martes 10 y el miércoles 11 de marzo, la propuesta de ley sobre el final de
la vida se adoptó el martes 17 del mismo mes de marzo por la Asamblea Nacional
por 436 votos a favor, 34 en contra y 83 abstenciones. (La Ley debe pasar por el Senado,
lo que no será sino un mero trámite). Una mayoría tan aplastante se explica,
precisamente, por los años de reflexión pública del tema y porque las cabezas
redactoras del texto eran los diputados Alain Claeys (Partido Socialista) et
Jean Leonetti (UMP, de centro derecha), redactor, este último, el año 2005 de
la ley que lleva su nombre y, en gran medida, base sustancial de los debates
posteriores, la última ley incluida. La ley adoptada no autoriza ni la
eutanasia ni el suicidio asistido, pero instaura dos derechos de gran calado.
Por un lado, el derecho a una sedación “profunda y continuada”, que puede
llevar a la muerte a los enfermos en situación médica terminal y, por otra
parte, hace más obligatorias, mucho mas difíciles de obviar, por los médicos y
por el sistema sanitario en general, lo que denominan como “directivas
anticipadas” de una persona cuando aún está en posesión de su capacidad de
decidir.
Han sido precisamente las dos novedades de la ley, las que explican las
abstenciones y las posturas contrarias a la ley mayoritariamente adoptada. Me
refiero a la sedación profunda y continuada, y a la casi total obligatoriedad
(“salvo en caso de urgencia vital durante el tiempo necesario para una
evaluación completa de la situación”, dice la ley) a respetar las voluntades
anticipadas de las personas en cuanto al final de su vida (en un documento
oficial estandardizado, como ya se hace entre nosotros, pero sin que tenga,
aquí, la fuerza conminatoria de la ley francesa),
Algunos ecologistas y parlamentarios de izquierdas defendían y proponían
una ayuda activa medicalizada a morir, lo que ya estaba en el programa
electoral de Francois Hollande, y que ha aprobado el 6 de febrero pasado el
Tribunal Supremo (no el Parlamento) canadiense. Los defensores del suicidio
asistido lo hacen, entre otras, por estas dos razones mayores. La primera, de
enorme calado ético, viene a decir que, al menos en determinadas
circunstancias, en las que no puedo entrar por problemas de espacio (los
sociólogos recordarán las tres modalidades de suicidio de Durkheim), la persona
humana tiene derecho a escoger, no solamente una muerte digna, sino incluso, el
momento de su muerte. El segundo argumento, viene a decir que no tenemos
evidencia científica de que una persona en estado de sedación profunda no
sufra, y si sufre, cual sea la magnitud de su sufrimiento pues la sedación
prolongada conduce a una deshidratación. Leonetti contra - argumentaba a este
razonamiento preguntándose “si alguien tras una anestesia general recordaba
haber pasado hambre o sed”.
Por otra parte, el argumento mayor que todos estos años se ha argüido para
no admitir el suicidio asistido por un médico, reside en el principio básico de
que el médico está para curar, aliviar el dolor pero nunca para llevar a cabo,
lo que se esgrime como “un acto de muerte” un acto cuyo objetivo,
voluntariamente aceptado, conlleve a la muerte. Es lo que rechazaba
expresamente la ley Leonetti de 2005: “Nadie podrá jamás justificar el derecho
de matar (donner la mort) a un hombre”. Esta afirmación es recordada en
un artículo, firme y ponderado a la vez, firmado en las columnas de “Le Monde”
(10/03/15) por cinco personalidades religiosas: un cardenal francés, el
Presidente de la
Federación Protestante de Francia, el Presidente de la Asamblea de Obispos
ortodoxos de Francia, el Gran Rabino de Francia y el Presidente de la Unión de Mezquitas de
Francia. Les sugiero su lectura. Pero no olviden lo que me dijo Javier Gafo en
el peaje de Zarautz, y que relato al inicio de estas líneas, y comprobarán la
pertinencia de sus palabras. En definitiva, la ley aprobada, apoya fuertemente
la sedación profunda, aunque conlleve a la muerte, pero no acepta un acto cuyo
objetivo sea producir la muerte. Aunque, se sepa que puede conllevar la muerte.
Pero, a mi juicio, la gran novedad de la ley adoptada estriba en que, en
última instancia, salvo circunstancias excepcionales, el final de la vida está,
básicamente, en la decisión que, libremente, haya adoptado una persona mientras
gozada de la posibilidad de hacerlo. Decisión que, ya lo he dicho, debe hacerse
en un documento protocolizado y, añado ahora, puede modificarse cuando el
signatario lo desee. Y aquí encontramos a los que rechazan la ley ya que sostienen
que la sedación profunda y prolongada pueda ser terminal. Son 38
parlamentarios. Por ejemplo el parlamentario de centro derecha, Philippe Gosselin,
razona así: “Existe el riesgo de un paso más hacia la eutanasia, aunque yo no
soy de los que afirman que es un suicidio disfrazado (lo que ya muestra que
algunos de su grupo parlamentario así piensan)”, como es el caso en mas de un
parlamentario que ha votado en contra.
Marisol Touraine, hija del gran sociólogo Alain Touraine, Ministra de Salud
en el actual gobierno francés, y que promovía la ayuda activa a morir (como
estaba en el Programa electoral de Hollande, insisto), sin embargo ha juzgado
la ley equilibrada y como un avance, pues está “compartida por la mayoría de la
población”. Una población, me permito añadir por mi cuenta, que acabará
apoyando mayoritariamente el suicidio asistido, en determinadas situaciones. Si
la palabra suicidio les asusta busquen otra, pero la realidad será que habrá,
más pronto que tarde, una mayoría social que aprobará una ayuda a morir,
llegados a ciertas circunstancias. Un amigo, experto catedrático en bioética,
católico de cuna y convicción, cuyo nombre no quiero dar para no involucrarle
en este tema espinoso y porque sus palabras provienen de una entrevista en
prensa, (luego no lleva su firma) decía que “cuando
no se puede hacer más por mejorar la situación de las personas y éstas
consideran que su situación es peor que la muerte creo que no se les puede
seguir sometiendo al sufrimiento de prolongarles la vida”. No veo cómo argüir
en contra.
Un
texto similar a este (algo más reducido) se publicó, al menos en DEIA y en
Noticias de Gipuzkoa, (02/04/15)
Muy interesante el texto. Sí veo en cambio cómo argüir en contra de dejar la puerta abierta sin más, y es el evitar derivas y abusos. Me parece más sensato siempre tener textos legales más restrictivos, que dificulten las derivas. Leí hace un tiempo un artículo que no consigo volver a encontrar, sobre un pueblo en Alemania, en la frontera con Holanda, habitado por muchos ancianos holandeses, temerosos de que en algún momento de flaqueza, expresen su deseo de ser eutanasiados y no hubiera marcha atrás. Al parecer el texto legal en Holanda deja las puertas bastante abiertas. Más sensato me parece lo contrario. En cualquier forma, sin textos legales que autoricen la eutanasia, en España ya se aplica creo yo la sedación profunda continuada y no pasa nada. Me parece mejor opción.
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