El Adagio de la 8ª de Bruckner
Esta noche mi mujer tenía
una cena-compromiso y estaba solo en casa. He puesto el DVD de la 8ª de
Bruckner con la
Staatkapelle de Dresde y Thielemann a la batuta. Acababa de
hacerme con el DVD, vía Amazon (con perdón de mis amigos disqueros). Este
adagio es, para mí, uno de los movimientos de todas las sinfonías que conozco
que más me llegan. No siendo musicólogo sino meramente melómano aficionado
compulsivo, no sería capaz de explicar por qué. La 8ª de Bruckner, y de modo particular
su adagio, es de la obras que, siguiendo el símil de la Guía Michelin , “vaut
le voyage”, merece el desplazamiento. Al terminar el DVD he vuelto a escuchar
el adagio. No tengo palabras para expresar mis emociones y sentimientos. Se me
hace imposible palabrear las sensaciones que la música me provoca.
He escuchado la 8ª de
Bruckner en directo, que recuerde, a Thielemann con la Staatkapelle de
Dresde en Lucerna y con la
Filarmónica de Viena en París. A Baremboim con la su orquesta
de Berlin (Staatkapelle) en Berlín y en Granada, a Haitink con el Concertgebouw
en Amsterdam y en Santander, a Maazel con Fil de Viena en París, a Juanjo Mena
(gran bruckneriano) con la BOS
de Bilbao y, sobretodo a Celibidache con la Filarmónica de Munich
en Madrid y en Paris (el mejor concierto de mi vida con San Mateo y Harnoncourt
y los suyos en el Musikverein).
Sueño con escucharle a
Blomstedt y la Filarmónica
de Berlín, en su sede berlinesa en enero de 2015. Es una pasión.
Para los Festivales de
Verano de Granada de 2008, inesperadamente para mí, me pidieron que escribiera
unas notas para el Programa de mano que se repartió. Baremboim con su
Staatkapelle de Berlin, interpretó las tres últimas sinfonías de Bruckner.
Escribí, lo que sigue de la
Octava.
Octava
Sinfonía (para el Programa de mano de los Festivales de Granada el verano de
2008)
Como dice uno de los estudiosos de su
obra, Bruckner era una persona “social y físicamente inadaptada para situarse
en el seno de lo que él entendía que era la elite respetable de la sociedad”[1].
El legendario director Wilhem Furtwängler dijo de él que “era un místico
perdido por error en el siglo XIX”. Estas observaciones van mucho más allá
que lo que puede conllevar en sus consecuencias psicológicas, afectivas y
sociales en la vida de Bruckner. Su “fracaso social” le hará centrarse
exclusivamente en su música sí, y legarnos obras imperecederas que con el paso
de los años se hacen más imprescindibles en la historia de los melómanos, pero
hasta el final de su vida, por su inseguridad personal, el despiadado juicio
que sometían a sus obras los críticos musicales, los directores de orquesta y,
sobretodo sus propios colaboradores y discípulos el resultado ha sido nefasto
para Bruckner y…para todos nosotros. Bruckner enfermó literalmente cuando el
director Hermann Levi, a quien le envió la partitura de su 8ª, el año 1887, se
la devolvió con acerbas críticas, por mediación de Joseph Schalk, un alumno de
Bruckner, pues él, sabedor del negativo impacto que le iba a causar a Bruckner
su juicio, no se atrevió a hacerlo personalmente. Tenía razón y Bruckner entró
en una profunda depresión incapaz de escribir, hasta que pasado un largo
tiempo, se sobrepuso y decidió rehacer la Octava. Cinco años
pasarán hasta su estreno en 1892 y aun hoy nadie sabe cual es la versión que
definitivamente era la preferida del propio Bruckner. Por ejemplo en una carta
dirigida al director de Orquesta Felix von Weingarten que quería presentar la
obra en Mannheim, Bruckner parece reconocer que los recortes son concesiones a
la presión del momento pues le escribe textualmente esto: “Le ruego que acorte
rigurosamente el último movimiento tal como lo indiqué (en la revisión
realizada a instancias de Levi), pues es demasiado larga y (en su integridad)
está destinada a otros tiempos, a un círculo de amigos y conocedores”. Así no
es de extrañar que haya tres versiones de la 8ª Sinfonía de Bruckner, en cuyo
detalle no voy a entrar, y me limitaré a señalar que la que en este Festival se
presenta, la de Haas, es la más usual de todas. Es también la que Daniel
Baremboim ya utilizara en su grabación con la Filarmónica de Berlín
el año 1994.
En efecto, sus cuatro movimientos, siguen
una lógica interna en su densidad musical y en el entrelazamiento que encuentra
su conclusión lógica en el final. Que será, lo adelanto, lo que faltará a la
novena. A diferencia de la séptima donde lo esencial (el punto álgido que diría
Jochum) se sitúa en los dos primeros movimientos, en la Octava la progresión,
siendo continua a lo largo de la obra, lo esencial se sitúa en los dos últimos
movimientos. Este mero melómano no es quién para discutir a Jochum que el punto
álgido de la Octava
sinfonía está en la coda del último movimiento pero me permitirán que señale
que su adagio, en sí solo considerado es, para quien suscribe, en sus mas de
treinta minutos, el summun de la música sinfónica de Antón Bruckner.
Introdúzcanse en el adagio, ya tosidos por favor, y déjense llevar por el fluir
de una música absolutamente excepcional.
No conocía este adagio.Fino,intenso,maravilloso.Gracias por mostrármelo.
ResponderEliminarG.L.