La pederastia en el clero: breves apuntes
para una lectura sociológica
(Texto provisional)
Índice:
1. Una lista incompleta de
preguntas desde la sociología
2. Un vademécum muy incompleto
de trabajos y testimonios sobre la pederastia del clero
. El ex rector del Seminario de la Arquidiócesis de
Lima (Perú) en 2018. – - . Un dossier
italiano conocido en febrero de 2018
. Iglesia
y sexualidad: los graves efectos del celibato y la abstinencia (según varios
estudios)
. El
Informe de Pensilvania de agosto de 2018
. El Informe alemán de 2018
. Una información obtenida por cámara oculta
3. Cuando hace
treinta años la pederastia era legitimada: un libro de lectura difícil
. Resumen mínimo
del libro
. La legitimación de la pederastia
. Rechazo y superación de la legitimación pedófila
4. Sobre el niño, el
menor y sus edades legales.
. Sobre un Carta firmada por 60 personalidades francesas
. La evolución de la mayoría sexual en Francia
. Las edades legales de los menores en España, el año 2018
. Del padre rey al niño rey
5. ¿Cómo se ha
llegado a esto? Causas, motivos, circunstancias… para
explicar la pederastia en el clero.
- El
celibato del clero
- Los
conflictos en la iglesia.
- El clericalismo de la Iglesia Católica
- El eclesiocentrismo
- La
colusión entre la homosexualidad y la pederastia
- Los
trapos sucios se lavan en casa: el tema del encubrimiento y ocultación de datos
- La
distinta valoración de diferentes actos sexuales. La necesidad de la
contextualización
- Entre
el ultra - liberalismo sexual de la sociedad actual y el rigorismo de la
Iglesia católica
- La
masculinidad en el staff clerical
6. Unas breves reflexiones
finales para cerrar, que no concluir, estas páginas
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La pederastia en el clero: breves apuntes
para una lectura sociológica
(Texto provisional. Primera redacción)
El gravísimo tema de la pederastia en el clero católico, cuyas revelaciones
estos últimos tiempos nos han anonadado, va a marcar a la Iglesia católica en los
próximos años. Este tema tiene muchos aspectos que exigen, a su vez, abordajes
diversos. Pero sin olvidar, ni obviar, hay que decirlo de entrada, la cuestión
más importante y la más urgente, a mi juicio, a saber, la indefensión de los
niños (niños y niñas) ante el abuso sexual de los adultos, en este caso de los
religiosos que, además, en los años en los que tuvieron lugar los abusos, en
muchos lugares se les llamaba “padres”, “padre Luis”, “padre Juan” etc. Luego
esos niños y niñas eran violados en su intimidad sexual por un “padre
espiritual” con las consecuencias que de ello se derivan, a decir de los
psiquiatras. Ayudar a esos niños, hoy adultos en su gran mayoría, a rehacer su
vida y hacer todo lo necesario para que no puedan volver a suceder hechos
similares, me parece, de toda evidencia, lo repito, lo más urgente y lo más
importante.
Pero, además de la cuestión prioritaria del trato (y prevención) a los
menores, hay otras cuestiones, también de gran importancia que deben ser abordadas
si queremos que estos hechos no se reproduzcan. Algunos de relevancia
directamente eclesial, como qué hacer con los abusadores, cómo proceder en la
selección de los clérigos etc. Son los que en mayor grado aparecen en los
foros. Los tendré en cuenta, pero no ocuparán el centro de estas páginas (ya
excesivas, me temo). No olvido tampoco los
perfiles psicológicos de los abusadores, en cuyo campo no puedo ni debo entrar
por mi incompetencia en esos temas. Pero, creo que hay, así mismo, otros temas
de cariz más sociológico, de sociología empírica incluso que, salvo ignorancia por
mi parte, están todavía sin elucidar suficientemente. Hay estudios sobre el
tema, algunos señalaré, pero no veo que haya un número suficiente de estudios
científicos, solventes, esto es, que hayan sido revisados y valorados por
personas reconocidas en su competencia e integridad académica, y que sean
accesibles.
Llevaba varias semanas trabajando este tema, con algunos textos míos ya
publicados en varias web´s de signo religioso (que yo haya controlado son estos:
Religión Digital, Atrio, Catalunya Religiò y revistacresol.es) y otros textos
redactados pensando en completar lo anterior, cuando tuve conocimiento del muy
importante documento “PERDÓN (Reflexión de instituciones católicas
sobre los escándalos de pederastia)” publicado en Religión Digital el 17 de
septiembre actual[1]
que, obviamente, he incluido en estas mis reflexiones. Tres días después leo la
exquisita y valiente carta de Ricardo Blázquez sobre la pederastia[2].
De hecho, en los últimos meses, desde la Carta al Pueblo de Dios del papa
Francisco del 20 de agosto de 2018, son numerosos los pronunciamientos de
autoridades eclesiásticas, de obispos y conferencias episcopales, pidiendo
perdón y mostrando su dolor y vergüenza por tantos casos (“plaga” dicen
algunos) que están saliendo a la luz de comportamientos pederastas del clero
católico. Pero, como se indica al inicio del documento “Perdón” recién mentado,
hay que “ir buscando las causas y analizar los hechos para ver si es posible
que estos no se repitan nunca más. Lo hacemos aun sabiendo que nos falta
información, que hay muchos puntos oscuros y que quizá no conocemos todos los
contextos. Por eso iremos sugiriendo también las informaciones de que
disponemos y que ojalá algún día puedan ir completándose”.
En ese mismo
texto, ya avanzado en su redacción, podemos leer esto: “Tenemos derecho a una
información veraz y lo más global posible. Con frecuencia oímos noticias de
detenciones por posesión y difusión de material pornográfico infantil; y el
infractor nunca es una persona sola, sino “una red”. También son frecuentes las
informaciones de menores de edad, captados engañosamente a través de twitter y
demás redes sociales. Es pues legítimo
preguntar si estamos ante una espantosa plaga eclesiástica o ante una
lamentable plaga social y cuáles son los caminos para salir de ella. ¿Hay
estudios fiables sobre las dimensiones exactas de estas aberraciones?”.
Modestamente, ese es, también, uno de los objetivos de estas páginas, aunque ya
adelanto que yo también tengo más preguntas que respuestas. Valgan las
siguientes páginas como un apunte de inicio para abordar, desde la perspectiva
sociológica, la pederastia en el clero.
Pero antes de entrar en materia quiero añadir, en estas primeras líneas,
que hay que distinguir la pedofilia (atracción por los menores, niños, niñas,
adolescentes …) de la pederastia (abuso sexual, en el grado que sea, de los
niños, menores etc.). Obviamente mis reflexiones van dirigidas a la pederastia.
Pero en mi incursión en textos en lengua francesa he utilizado, a menudo, el
término “pedofilie” pues es el más utilizado por ellos.
Acabo de señalar la necesidad de estudios llevados a cabo en diferentes
partes del planeta pues, es una de mis hipótesis centrales, en este tema como
en muchos otros, la contextualización socio- cultural es clave, y va a ocupar
parte de estas páginas. He aquí, de
entrada, una serie de cuestiones que creo se deben abordar desde la sociología.
Una lista incompleta de
preguntas desde la sociología
. Parece que
todavía hay dudas y confusión entre el celibato religioso y las tasas de
homosexualidad y de pederastia. No solamente si hay más casos de pederastas entre
los miembros del clero católico que fuera de él, sino a) si hay más
homosexuales en el clero que fuera de él, y b) si hay correlación entre la
homosexualidad y la pederastia, dentro y fuera del clero católico. Me llama la
atención, en el documento “Perdón” firmado por algunas instituciones católicas
de España, que se diga, en el apartado del clericalismo, esto: “No parece tan claro que estos actos
espantosos sean solo una consecuencia del celibato obligatorio, pues en
bastantes casos parece tratarse de individuos homosexuales que, no sabiendo
cómo afrontar su situación, optaron por hacerse curas: tengamos en cuenta que
algunos casos son de hace bastantes años, cuando la sociedad no ofrecía a los
homosexuales una manera sana y digna de vivir su condición (y ojalá que esto
sea también un aviso para la Iglesia). (….) Y finalmente (y aunque ha
interesado menos a los medios de comunicación informar sobre eso), la plaga de
la pederastia se ha dado también en profesionales casados o no vinculados a
ninguna ley celibataria. Parece pues que hay que intentar buscar un poco más
allá”.
Por supuesto que hay que ir más allá. Pero me sorprende la
correlación, claramente insinuada en el documento, de que es la homosexualidad
de algunos curas (más que el celibato) la razón o motivo que pueda estar en la
base de su pederastia. Veremos más adelante cómo en algún foro religioso se
acepta rotundamente tal correlación. ¡Como si no hubiera pederastas entre los
heterosexuales! En todo caso, me parece importante, en el estado actual de las
cosas, fuera y dentro de la iglesia, saber si hay evidencia científica de que haya alguna correlación
estadística entre la homosexualidad y la pedofilia, (y de su paso al acto
deviniendo pederastia) más allá de la profesión que se ejerza. Esto es: respecto
de la homosexualidad y la pedofilia, distinguiéndolas como dos cuestiones
diferentes, insisto en ello, cabe preguntarse si es más frecuente entre
solteros (no solamente célibes) o entre casados. Más aún si hay perfiles
sociológicos (categorías sociológicas) en los que abunde en mayor (o menor)
medida la práctica pedófila, por homosexuales y por heterosexuales. Y por qué,
si la hay.
. No estamos completamente ayunos de información sobre algunos de los temas
que nos ocupan. Ciertamente. Así, Ricardo Blazquez, en su carta del 20 de
septiembre escribe que “según los estudios
estadísticos, el 80% de los casos tienen lugar en las familias, el 3% en la
Iglesia y el resto en el deporte y la educación”. Y apunta a
unas declaraciones de Angela Merkel, tras un estudio realizado en Alemania quien
afirmó: “luego el problema no es sólo de la
Iglesia católica y protestante sino de la sociedad" y añadió que “en orden a superar esta lacra no nos cerremos las
vías para situar la amplitud de la pederastia en sus reales dimensiones y
proporciones”. No otro es el objetivo que persigo desde hace semanas. Pero, hay
que empezar por mostrar las fuentes con los datos existentes, datos que deben
ser comprobables, como lo exige la ciencia social: pudiendo consultar, por
expertos, las fuentes aducidas. Yo hubiera agradecido que Ricardo Blazquez, a
pie de página, hubiera mostrado el estudio en el que se basan sus cifras, el
estudio del Informe alemán al que hace referencia Merkel.
. Pero, todavía más en concreto, hay que
estudiar si cabe afirmar que en la profesión clerical hay más pederastas que en
otras profesiones y, en su caso, si hay profesiones en las que haya más casos
de pederastia que en otras y por qué. El porqué es crucial. Absolutamente
crucial, si no queremos limitarnos a un recuento de cifras (a menudo para
echárnoslas unos a otros a la cara), cifras que, por otra parte, son difíciles
de obtener pues, la inmensa mayoría de actos pederastas tienen lugar en ámbitos
cerrados. El porqué de los actos pederastas, comprender desde dentro, cómo las
personas con tendencias pedófilas dan el paso al comportamiento pederasta, es
clave para poder si, no poner freno a tales actos, si, al menos, lograr
reducirlos al mínimo, precisamente porque estaríamos intelectualmente más
armados para afrontarlos. Lo digo de
entrada pues será una de mis conclusiones: La iglesia precisa, entre otras
cosas, invertir recursos para conocer, desde dentro, como viven su sexualidad
los curas, religiosos y religiosas. Con delicadeza sí. Con rigor y vigor,
también.
. Respecto de la homosexualidad y la pedofilia, distinguiéndolas como dos
cuestiones diferentes, insisto en ello, cabe preguntarse si es más frecuente
entre solteros (no solamente célibes) o entre casados. Más aún si hay perfiles
sociológicos (categorías sociológicas) en los que abunde en mayor (o menor)
medida la práctica pedófila, por homosexuales y por heterosexuales. Y por qué,
si la hay.
En el caso de la Iglesia Católica en occidente, cuyo “staff” (obispos y sacerdotes,
seculares o religiosos) son todos hombres, y todos célibes, cabe preguntarse
también, si la ausencia de la mujer en su vida personal y privada tiene
incidencia estadística en la tasa de actos pedófilos. En este orden de cosas
habría que analizar los comportamientos de los sacerdotes católicos de
occidente en relación con los de oriente, de los sacerdotes católicos con los
pastores protestantes etc., etc.
2. Un vademécum muy incompleto
de trabajos y testimonios sobre la pederastia del clero
Son muchos los textos que he encontrado en este tema.
Me limito a presentar aquí un muy reducido número de los textos que tengo
archivados.
1.
El ex rector del Seminario de la Arquidiócesis de Lima (Perú) en
2018
El P. Carlos Rosell, teólogo y ex rector del Seminario
Santo Toribio de Mogrovejo de la Arquidiócesis de Lima (Perú), aseguró en una
entrevista que “todos los casos que ha habido de pedofilia” en la Iglesia se
deben “a comportamientos homosexuales” (….) “todos los casos que ha habido de
pedofilia, que es un pecado gravísimo, quiero remarcar lo de gravísimo, y que
ensucia el rostro de la Iglesia, se debe a comportamientos homosexuales”. El P.
Rosell recordó que durante cinco años fue rector del Seminario Santo Toribio de
Mogrovejo, “y te digo una cosa con claridad: está prohibido que una persona con
tendencias homosexuales sea ordenado sacerdote”.
“No es discriminación, hay que distinguir entre la
persona homosexual y las relaciones homosexuales”, precisó. “A la persona se le
merece respeto y la Iglesia lo señala con claridad en su doctrina. La persona
homosexual es persona, es imagen y semejanzas de Dios, ha costado la sangre de
Cristo, hay que respetar a la persona”, recordó. Sin embargo, añadió, “las relaciones
homosexuales son desordenadas, son antinaturales, son inmorales, y por decir
eso uno no es homofóbico”. “Cuando uno dice eso, inmediatamente te lanzan la
etiqueta de medieval, fanático, retrogrado. No, hay que decirlo con claridad:
las relaciones homosexuales son desordenadas”, insistió. El presbítero subrayó
que “no se puede permitir que una persona que tiene orientación homosexual se
ordene sacerdote, por eso la importancia de cuidar la formación”. Y concluye
señalando que, en diciembre de 2016, la Congregación para el Clero de la Santa
Sede publicó el documento “El Don de la vocación presbiteral. Ratio
Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”, que determina, entre otros temas,
que “la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede
admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la
homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o
sostienen la así llamada cultura gay”. En 2010 el entonces Secretario de Estado
del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, aseguró que “muchos psicólogos y
muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y
pedofilia, pero muchos otros han demostrado que sí hay relación entre
homosexualidad y pedofilia. Existen muchos documentos de psicólogos en ese
sentido”[3].
Lo he señalado con cierta extensión para mostrar,
obviamente a mi juicio, que aquí tiene la Iglesia un problema muy serio. No me
refiero a la relación entre homosexualidad y pederastia, que también, sino a la
relación que establece entre la tendencia homosexual y la práctica de la
homosexualidad. Si una persona tiene y se respeta su tendencia homosexual, como
algo natural (no entro en si innato o adquirido y en qué proporción, debate sin
fin) ¿en nombre de qué se castiga que practique su tendencia sexual? Porque son
desordenadas se arguye. Pero ¿es que no hay relaciones desordenadas en las
relaciones heterosexuales? Pero dejemos aquí ese tema.
2.
Un dossier italiano conocido en febrero de 2018
En la información de “eldiario.es” que
firma Jesús Bastante, se puede leer que “no solo el celibato, también la
homosexualidad está extendida entre los sacerdotes de Italia, según confirmaría
un dosier de 1.200 páginas que ha sido enviado a la diócesis de Nápoles. El
arzobispado ha tenido que reconocer la existencia de este informe, en el que se
relata sexo en grupos en parroquias, orgías en conventos y el pago de servicios
de prostitución masculina, además de conversaciones íntimas. Este
escándalo para la Iglesia, que no acepta la homosexualidad ni siquiera entre
sus feligreses, afectaría a unos 60 sacerdotes y religiosos de toda Italia, y
entre los que la investigación que ha sido remitida incluye algún obispo”.
Se puede saber algo más de este documento de 1200
páginas, accediendo a la página web que se señala en la información de
“eldiario.es”[4].
3.
Iglesia y sexualidad: los graves efectos del
celibato y la abstinencia (según varios estudios)
Con ese título,
el psicólogo chileno, Claudio Ibáñez, ofrece una interesante reflexión en una
entrada en el portal ATRIO[5]
en el que ofrece los resultados de dos estudios de gran interés. El primero de
ellos es el de Richard Sipe [6],
basado en información recolectada durante 25 años sobre más de tres mil
sacerdotes, que, a su juicio “se considera el estudio de referencia sobre
sexualidad en el clero. De hecho, sus estadísticas sirvieron, con impresionante
precisión, para orientar la investigación periodística, de impacto mundial,
sobre abusos sexuales del clero en Boston en 2001 (este trabajo del equipo
periodístico de The Boston Globe fue llevado al cine por el film
Spotlight, ganador del Oscar a la Mejor Película en 2015). Richard Sipe
concluye que los abusadores de menores representan solo el 6% del clero”.
Aporta más datos sobre la sexualidad en el clero: “entre el 80% y el 90% se
masturba y el 50% de los sacerdotes practica relaciones sexuales adultas, tanto
hetero como homosexuales”.
La segunda
investigación que refiere Claudio Ibáñez es la que, según él, es la más grande
sobre abuso sexual, y que lo vincula al celibato: es la realizada en Australia
por la Comisión
Real de Respuestas Institucionales al Abuso Sexual Infantil “. Es el
resultado de un trabajo llevado a cabo por una comisión independiente y de alto
nivel creada por el gobierno australiano, encargada de investigar los casos de
abuso sexual en menores. Luego no solamente en la iglesia católica, lo que
permite, quizá, avanzar en las diferentes causas, motivos o circunstancias del
abuso sexual en menores. Se presentó el 6 de febrero de 2017. Decir que el
Informe es voluminoso es lo menos cabe decir. Tiene 18 volúmenes, la mayoría,
si no todos, con más de un centenar de páginas, cada uno. Así las
“Recomendaciones del Informe” suman 115 páginas. Hay 26 recomendaciones
dirigidas a la Iglesia Católica. Se me excusará no haber leído la totalidad del
Informe, y redactar, básicamente estas líneas a tenor de lo leído del texto del
Ibáñez, así como de la información que, del Informe australiano, ofreció el
periódico católico “La Croix”[7].
La Comisión indicó que habían detectado 4444
hechos de pedofilia (recuérdese que en la literatura francesa es el término que
utilizan también para la pederastia) atribuibles a la Iglesia Católica entre
1980 y 2015. En torno al 7% de los sacerdotes australianos serían autores presumibles de pedofilia entre
1950 y 2015 (las fuentes de datos, muy escrupulosamente trabajados, son
diversas y no siempre muy seguras, lo reconocen). En algunas diócesis la
proporción habría llegado al 15 %, y, señala “La Croix”, que en alguna orden
religiosa, como la de St John of God Brothers, llegaría al 40 %.
Para determinar qué representan esas cifras en
el conjunto de la sociedad australiana “La Croix” señala que, aunque la
proporción de clérigos pederastas parece inferior a la que se daría en el
conjunto poblacional, habrá que esperar a que la Comisión publique los datos de
otro sector clave en este tema como es el de la Educación Nacional. Pero, en
todo caso, no hay que minimizar la plaga pues el 60 % de las víctimas, ya
contabilizadas, señalan haber sufrido abusos en las instituciones
confesionales, dos tercios de las cuales en las católicas. Dato clave a profundizar.
Tampoco sé, en este momento si han
contabilizado los abusos realizados en el seno de las familias. Concluye
“La Croix” afirmando que “el contexto cultural es determinante en el fenómeno
de los abusos sexuales y que no hay que generalizarlos a otras latitudes”.
Volviendo a Claudio Ibáñez, señala como “en opinión de la
Comisión el celibato es un
factor de riesgo que, sumado a otros, facilita la aparición de alteraciones
psicosexuales en los consagrados. Pero no solo esto, sino que al ser algo imposible
de lograr para muchos consagrados, el celibato “hace que se viva una doble vida
y contribuye a una cultura de secreto e hipocresía y esta cultura parece
contribuir a que se soslaye la transgresión del celibato y se minimice el abuso
sexual como un lapso moral perdonable”. Por ello, en su informe final, la
comisión recomienda al Vaticano poner término a la obligatoriedad del
celibato”. En efecto, así reza la Recomendación 16.18 de la Comisión: “La
Conferencia de Obispos Católicos de Australia debe solicitar a la Santa Sede
que considere introducir el celibato voluntario para el clero diocesano”.
4.
El Informe de Pensilvania de agosto de 2018
El
Gran Jurado de Pennsylvania publicó un
informe de más de 1300 páginas sobre los abusos sexuales cometidos en seis de
las ocho diócesis del estado[8]. El
informe identifica a 301 sacerdotes predadores, con nombre y apellido.
Identifica a más de 1000 menores que sufrieron abusos (algunos
escalofriantes), pero considera que hay muchos más niños que no han denunciado,
o cuyas denuncias se extraviaron. Se habla de miles durante 60 años. El informe señala a los superiores que no
supieron proteger a los niños. Los
líderes de la Iglesia prefirieron proteger a los abusadores y a su institución,
principalmente. “Debido al encubrimiento, todas las instancias de
abuso que hemos encontrado ya han caído en prescripción”.
El
Gran Jurado reconoce que «ha cambiado mucho en los últimos quince años.
Acordamos escuchar a cada una de las seis diócesis que hemos investigado» (…) Cinco
obispos nos enviaron declaraciones y el sexto, el obispo de Erie (Lawrence T.
Persico), vino personalmente. Su testimonio nos impresionó porque fue directo y
sentido”. Pero, “durante décadas. Monseñores, obispos auxiliares, obispos,
arzobispos, cardenales fueron protegidos, muchos, incluidos algunos cuyos
nombres están en el informe, fueron promovidos. Hasta que esto no cambie,
creemos que es demasiado pronto para cerrar el capítulo del escándalo sexual en
la Iglesia católica”.
La Jerarquía de la Iglesia
Católica de Estados Unidos ha dado por valido la mayor parte del Informe,
aunque algunos obispos, así como expertos independientes, han puesto en duda
algunos detalles del Informe.
En una nota de prensa del Vaticano se
puede leer: “Ante el informe divulgado en Pennsylvania esta semana dos son las
palabras que pueden expresar lo que se siente frente a estos horribles
crímenes: vergüenza y dolor. La Santa Sede considera con gran seriedad el trabajo
(del Gran jurado) y el Informe producido” (…) “La Iglesia debe aprender duras
lecciones del pasado y que debería haber una asunción de responsabilidades por parte,
tanto de quienes han abusado como de los que han permitido que
sucediera. El Vaticano espera, pues, que tanto los abusadores aún vivos
como las autoridades eclesiásticas que los han encubierto asuman sus
responsabilidades”. (…) “Las víctimas deben
saber que el Papa está de su parte. Los que han sufrido son su prioridad, y la
Iglesia quiere escucharlos para arrancar este trágico horror que destruye la
vida de los inocentes”
Dejo la palabra al gran
vaticanólogo Andrea Tornielli, quien comentado este Informe escribe “aunque nos refiramos a casos del pasado,
aunque las mismas autoridades que investigan hayan reconocido que la actitud ha
cambiado en el presente, las páginas del informe vuelven a plantear una
pregunta dolorosa: ¿cómo ha sido posible? ¿Cómo ha sido posible que
hombres consagrados a Dios y al servicio del pueblo de Dios hayan traicionado
de esta manera perversa su vocación? ¿Cómo ha sido posible que obispos y
superiores religiosos se hayan dado la vuelta, encubriendo, justificando,
transfiriendo sin escuchar el grito de las víctimas, consideradas “enemigas”
del buen nombre de la Iglesia? Por el contrario, la buena reputación de la
Iglesia era lo último de lo que tenían que preocuparse, frente a los abusos
perpetrados y a las almas asesinadas de tantos niños y niñas inocentes”.
Harald
Dressing, psiquiatra experto en abusos sexuales desde hace treinta años,
director del Informe realizado con investigadores de las universidades de Giessen,
Mannheim y Heidelberg, a petición de la Conferencia Episcopal Alemana, señaló a
los obispos alemanes, en la presentación del estudio, que estaba conmocionado
por la magnitud de los abusos cometidos por el clero católico desde el final de
la segunda guerra mundial.
El informe
registra 3.677 niños y adolescentes que han sido abusados sexualmente por 1.670
religiosos. "Esto es solo la punta de un iceberg cuyo tamaño no
conocemos", admitió el psiquiatra. Sobre la base de los 38 000 documentos
de personal religioso disponibles para los investigadores, estiman que el 5,1%
de los sacerdotes alemanes y el 1% de los diáconos cometieron esos abusos.
Pero, una vez más, estos son solo órdenes de magnitud, con muchas zonas
obscuras. El informe también menciona archivos destruidos en dos diócesis y
casos de "manipulación". La comisión también señala niveles
divergentes de colaboración, con solo 10 de las 27 diócesis que proporcionan
datos que datan de 1946. Las otras 17 se centraron en la década de 2000.
Después de
cinco años de trabajo, este estudio fue presentado oficialmente el 25 de
septiembre de 2018 a los miembros de la Conferencia Episcopal, pero no
constituye las conclusiones oficiales de la Iglesia Católica Alemana que han
decidido, tras conocerlo, profundizar en el estudio para determinar que
decisiones adoptar.
El Informe
destaca "las especificidades estructurales de la institución católica que
promueven el abuso sexual y dificultan la prevención". Señala el
clericalismo, el deseo de "proteger la institución en primer lugar" y
el secreto de la confesión. El cardenal Reinhard Marx tomó nota y declaró que
"nuestro deseo es ver las causas sistémicas de tales abusos, como el
clericalismo o el deseo de alejarse de los hechos".
Por otra parte, Rainer Maria Woelki,
obispo de Bonn, anunció el lanzamiento de un estudio "independiente y
exhaustivo" destinado a "arrojar luz sobre los fracasos individuales
e institucionales" dentro de su diócesis. "Solo podemos recuperar la
confianza si somos honestos y sinceros", dijo.
6.
Una información obtenida por cámara oculta
Es un documental que sintetiza casi 500 horas de grabaciones, en las que un
actor mantiene cibersexo gay con sacerdotes, religiosos y pastores de distintas
confesiones cristianas y de una treintena de países, fundamentalmente de Brasil
y algunos del Vaticano. Ésta es la temática de Amores santos,
dirigida por el periodista Dener Giovanini. En el documental aparecen cientos
de religiosos católicos, evangélicos, anglicanos y de distintas ramas del
protestantismo manteniendo sexo virtual frente a su webcam, así como los
archivos de sus conversaciones con el actor en las redes sociales. "Queremos derribar el muro de silencio respecto al sexo en
la Iglesia y denunciar el discurso del odio y la homofobia", asegura el
director a “eldiario.es”.
La Santa Sede evita opinar sobre el asunto, que salió a la luz
en pleno Sínodo de la Familia. El actor contactó en seis meses con
5.000 religiosos[10].
Me viene a la memoria, cómo siendo estudiante en Lovaina se
publicó una información -que no recuerdo si llegó a ser un libro- en el que
unos “investigadores” se confesaban de toda suerte de pecados, sexuales la gran
mayoría, grabando, de incógnito obviamente, las respuestas que les daban los
curas y religiosos. Ya entonces pensaba que estamos en la cultura de que para
obtener información todo es lícito. La discreción, la intimidad y la
honorabilidad de las personas es totalmente secundario. Lo que no quiere decir
que cuando se sepa de actos reprobables (como la pederastia) haya que callarse.
Por eso bien venidos sean los Informes serios, contrastables, como los de
Boston, Pensilvania, Australia, Alemania etc., en este lacerante tema de la
pederastia. Estudios serios, contrastados y contrastables.
Estas semanas que he consagrado a este tema de la pederastia en
el clero católico he encontrado mucha información engañosa. Es fácil caer en la
trampa. Yo mismo he caído citando algún trabajo nada serio por no haberlo
contrastado suficientemente. Ruego excusas. Me dejé llevar por el dolor, y las
prisas, tras lectura del Informe – Panfleto Viganò. Quizá, quizá, más adelante
tenga paciencia para desbrozar tanta morralla como he detectado. Pero, hoy, la
dejo aparcada. Basta aquí solamente reiterar que, además de distinguir los
diferentes puntos de vista, por ejemplo, en la supuesta correlación entre
homosexualidad y pederastia, que también es fundamental contextualizar en qué
periodo, por quien (o quienes) y donde fueron realizados los estudios, es
fundamental controlar la fuente, las fuentes en las que se basa la información suministrada.
No siempre es fácil, a menudo por el principio periodístico de no dar cuenta de
las fuentes. Pero un lector atento y honrado, sabrá distinguir si lo que
pretende la información es, precisamente eso, informar, o busca criticar, zaherir,
como a menudo sucede en la actualidad, la figura del papa Francisco en concreto
y la iglesia católica, más en general. Cuanto más indago, en mayor grado
constato la importancia de este enfoque y estas advertencias. Y no soy el
único, como he mostrado más arriba. Lo que, - no es preciso decirlo, pero hay que
decirlo- no invalida en nada las informaciones fiables, más que evidentes, de
la realidad de la plaga de la pederastia en el clero católico, por limitarte al
objeto de estas páginas. Hay, incluso que agradecerlas, lo repito.
Otra cosa quiero añadir. En los años 60 y 70 del siglo pasado se
acusaba a la sociología, particularmente entre las gentes de derechas, de ser
una “sociología de la sospecha”, una sociología que tenía como objetivo meter
el dedo en el ojo ajeno, eso sí, con el propósito de destapar toda suerte de
comportamientos reprobables del tipo que sea. Algo de eso era cierto, pero,
salvo que haya cambiado la deontología de la investigación sociológica de los
tiempos en los que yo la ejercía como sociólogo empírico, teníamos
completamente prohibido hacer uso público de información obtenida de una
persona (aun manteniéndola en el anonimato) sin haberla obtenido de ella,
directa y claramente, y manifestándola que la íbamos a hacerla pública, pero,
insisto en ello, guardando celosamente su anonimato. ¡Qué lejos estamos hoy de
esa práctica cuando hasta los entrenadores cuando se comunican en el banquillo
durante un partido de futbol lo hacen tapándose la boca con la mano! Pero soy
consciente, de que, aquí también, predico en el desierto. El concepto de
privacidad está demodé. Porque así lo hemos querido y decidido. No es nada
impuesto por “los que mandan”. Así, de la sociología de la sospecha hemos
transitado al periodismo de la sospecha y, lo que peor, a la sociedad de la
sospecha. En nombre, entre otros motivos, de la libertad de expresión. Así nos
va. Pero este, también, es otro tema.
3. Cuando hace
treinta años la pederastia era legitimada
Preparando estas páginas me tope con un libro, publicado en
2013, del que guardaba una nota en mis archivos, y que afloró de nuevo en la
literatura francesa estas pasadas semanas[11].
Me impactó su contenido. Mostraba cómo la pedofilia fue justificada, qué
razones esgrimía, parte de las élites francesas en los años 70 y parte de los
80 del siglo pasado y cómo en la actualidad, por el contrario, la pedofilia es
considerada como una de las peores lacras que se pueda imaginar. Me hice con el
libro, y su lectura me dejó anonadado. Entre otras razones porque, parte de
aquellos años yo los viví en Paris y Lovaina y, aunque de algunos autores
(Michel Foucauld) y personajes célebres (Gandhi y Daniel Cohn-Bendit) ya se
hablada que habían mantenido relaciones con menores, no recordaba que el tema
tuviera el peso que le concede el libro.
Creo que este libro hay que leerlo. No resuelve nada, no
relativiza nada, pero contextualiza, y mucho. Insisto en que no relativiza nada
del tema de la pederastia clerical, pues el estamento clerical estaba bastante
lejos del horizonte intelectual de los que justifican la pedofilia, básicamente
del mundo de la “izquierda radical” en el mundo de la farándula, por decirlo en
el lenguaje de hoy.
He redactado varias páginas tras la lectura de este libro
que, tras dudas, bastantes dudas, al final he decidido trasladarlas a este
texto. Algunos las juzgaran excesivas. Otros, como ya me ha sucedido, como un
intento de “quitar hierro” al tema de la pederastia del clero, si no utilizar el
libro como “ventilador” de que otros ya hicieron lo mismo.
A los primero les diré que, quizá, tengan razón. Consagro demasiadas
páginas a una cuestión que, solo tangencialmente aborda la actual temática de
la pederastia en el clero. Pero añadiría dos cosas: la controversia que se
vivió hace treinta años nos muestra la importancia que hay que conceder a la
concepción que se tenga del niño, en tanto que niño, en primer y principal
lugar y, aunque en segundo lugar, me parece importante resaltar cómo se
concebía el papel de la familia por parte de los que justificaban la
pederastia, papel que, en determinados ambientes no ha desaparecido aunque,
afortunadamente, sin las connotaciones de algunos, hace treinta años. También
añadiré que, líneas abajo, presento un “Resumen mínimo” de las tesis del libro,
de tal suerte que, quienes no deseen profundizar en su temática, leyendo simplemente
el brevísimo Resumen, pueden pasar directamente al siguiente apartado de estas páginas,
el punto 4. Sobre el niño, el menor y sus
edades legales.
A los segundos, les diré también dos cosas. En primer lugar,
les rogaré que lean con cierta atención estas páginas antes de emitir un juicio
expeditivo, diciendo que pretendo minimizar la lacra de la pederastia clerical.
Sé de lo que hablo y del horror que me suscita. Pero, y en segundo lugar,
quiero que se entienda que comprender, aprehender desde dentro, en razón de los
argumentos dados por sus actores y autores, un comportamiento que se detesta o
se rechaza, no supone en absoluto justificarlo. Cosa que a muchos les cuesta
entender y se presta a malentendidos y cosas peores. Lo viví cuando traté de
entender por qué ETA asesinaba, qué razones se daban para asesinar, secuestras,
amedrentar etc., y sé bien lo que tuve que oír. Pero, lo dije entonces y lo
digo ahora: para bien combatir una lacra, hay que entender por qué la
justifican quienes la practican. Y aunque, lo repito, no creo que quepa
trasladar, menos aun miméticamente, a la pederastia clerical, los razonamientos
de los pederastas de hace treinta años que se reflejan en el libro que comento,
creo de interés conocer sus argumentos. Sobre todo, en la concepción del niño
como sujeto (tenido por adulto) de relaciones sexuales.
Resumen Mínimo del
libro de Verdrager, en base a la presentación del libro por el editor (la
traducción es mía)
“¿Quién recuerda que la pedofilia fue
considerada una causa "justa" hace apenas treinta años? En el nombre
de la liberación sexual, grandes intelectuales, editores, periódicos de
renombre, de izquierdas, pero también de derechas, heterosexuales como
homosexuales, la han defendido con pasión. Es cierto que tal posición fue
controvertida: este libro nos lleva de vuelta a las controversias de la época y
examina con detenimiento los argumentos de los diversos protagonistas.
Hoy en día, la pedofilia es casi
unánimemente considerada como una de las peores cosas que uno pueda imaginar. Y
es aún más aterrador, pues aparece cada vez con mayor frecuencia: es casi
imposible consultar un medio sin que aparezca. Ha colonizado tanto el espacio
público como nuestra propia interioridad.
Sin embargo, las ciencias sociales han
permanecido inexplicablemente silenciosas sobre este problema a pesar de que suscita
muchas preguntas: ¿cómo intentaron algunas elites legitimar la pedofilia en los
años setenta y ochenta? ¿Cómo, en unos pocos años, el pedófilo se convierte en
un peligro para la sociedad? ¿Por qué esta reversión ha sido tan rápida como
radical? Estos son los enigmas, y algunos otros, que este libro trata de
resolver”.
La legitimación de la
pederastia
En los primeros años posteriores a mayo del 68, en
determinados medios intelectuales franceses entienden que el niño debe ser
considerado como un adulto, también en el terreno sexual. Pensar lo contrario
supondría mantener la represión y el dominio de los adultos en general hacia
los niños. Se insistía, particularmente, en la represión de los padres en el
seno de la familia. No hay que olvidar que en aquellos años y hasta bien
avanzada la década de los 80, la familia como institución sufrió no pocos
embates, “reputada como el lugar privilegiado de la dominación” (p. 49) hasta
el punto de defender “la muerte de la familia”, título de un renombrado libro
de David Cooper[12],
familia que era vista como el “goulag” de los niños.
Loa padres podrían ser vistos como asesinos potenciales.
Verdrager, citando un trabajo de Tony Duvert (p. 52) escribe, a continuación,
que “en Alemania del Oeste se dan cada año nueve mil niños asesinados por sus
propios padres. Una cifras equivalentes se han encontrado en otros países de
Europa o de EE.UU (….) no son muertes por accidentes de tráfico sino muertes
producidas por malos tratos llevados a cabo por papá y mamá sobre sus tiernos
hijos”[13].
Y, de ahí, avanza Verdagrer, que “el pedófilo, pensaban algunos, representaba
una oportunidad para los niños: era quien podría rescatarlo de las cadenas
familiares, incluso salvarle la vida (….) pues ellos, al menos amaban a los
niños, que es lo que quiere decir precisamente el termino de pedófilo”.
Es evidente que nos encontramos en la antítesis del
pensamiento actual cuando los actos pedófilos se nos aparecen como los más
horribles que un adulto pueda cometer. Conviene decir, desde ya, que el
planteamiento que describe Verdrager, de bienvenida a la acción pedófila (en el
marco de la familia tradicional, tenida por opresora) no era, en absoluto,
aceptada por la totalidad ni por la mayoría de la población y de hecho fue
criticada, también intelectualmente, y al final, extremadamente minorizada. Lo
que no cabe decir de la familia como tal, ya que, todavía en la actualidad,
sobre todo la familia tradicional, sigue siendo muy cuestionada en muchos
ámbitos. Es la defensa de la pedofilia y su correlación con la crítica a la
familia tradicional la que, tras unos diez años, más o menos, de discusiones y
controversias quedó como una opción extremadamente minorizada y prácticamente
desaparecida de la literatura publicada.
Pero no nos adelantemos. Además del argumento de los malos
tratos familiares para justificar la pedofilia, hubo otros argumentos en favor
de la pedofilia. Uno, extremadamente importante, a decir de Verdrager, y que
sirvió para tal justificación, responde a una determinada lectura del
psicoanálisis. Escribe Verdrager: “el psicoanálisis fue una referencia
fundamental en la justificación científica de la pedofilia, no solamente porque
había teorizado (desde antes de Freud) la presencia de la sexualidad en los
niños sino igualmente porque había previsto la crítica o el rechazo de esta
teoría descalificándola como ´resistencia´. Réné Schérer (filósofo, que publicó
algunos textos militó en apoyo a la pedofilia) consideraba que se debía a Freud
la idea de que los niños conformaban el primer objeto de deseo de los adultos.
E, incluso, si Freud propugnaba la represión de tal pulsión en nombre de la
prohibición del arcaico incesto, lo que Schérer lamentaba profundamente, había
que admitir que se había llevado a cabo un gran descubrimiento”. En
consecuencia, “si la sociedad rechazaba la pedofilia, era en virtud de que
´resistía´ a la sexualidad infantil y estaba dominada por los tabúes” (p.
53-54).
Ciertamente no todos los psicoanalistas de entonces apoyaban
tal punto de vista. Verdrager cita, a título de ejemplo, el caso de Françoise
Dolto, psicoanalista católica, experta en la infancia) quien rechazaba la
pedofilia. Sin embargo, añade Verdrager, que Dolto firmó una petición dirigida
al Parlamento en la que se solicitaba la despenalización de las relaciones
sexuales consentidas entre adultos y menores de 15 años, así como una revisión
del Código Penal en ese sentido. Volveremos más adelante a la cuestión del
consentimiento infantil y a la edad legal para tal consentimiento. Pero, y
antes de señalar otros ámbitos científicos de legitimación de la pedofilia,
vaya, a título de anécdota y más que de anécdota, una afirmación de Michel
Foucault de aquellos años.
En el prólogo al libro de Verdrager, François de Singly,
excelente texto por otra parte, reseña una idea de Michel Foucault, una de las
figuras centrales de la intelectualidad francesa de aquellas años, quien
afirmó, en un debate coloquio, que "asumir que, mientras un niño sea un
niño, no podemos explicar qué supone la infancia, que mientras él sea un niño,
no pueda consentir, estamos ante dos abusos que son intolerables, inaceptables
"[14].
Nótese la utilización del término “abuso” que, en la década de los años 70 y
parte de los 80 del siglo pasado es entendido como un abuso de los mayores al
no reconocer “los derechos” de los niños, como tales niños, incluso en su vida
sexual con adultos, a diferencia de cómo entendemos nosotros en la actualidad
el término “abuso” para significar que los adultos utilizan a los niños para
satisfacer sus deseos sexuales[15].
Los que hicimos unos pinitos en sociología del lenguaje, no podemos no subrayar
el uso, a menudo radicalmente contrario, de un mismo término, “abusos” en este
caso, en contextos y épocas diferentes.
Apuntemos, además del argumento psicoanalítico, el argumento
antropológico, que argüía, cómo en otras culturas la pedofilia no solamente era
admitida sino bienvenida. Así, por ejemplo, en algunas culturas se sostenía que
mediante la sodomía generalizada el menor sodomizado adquiría la fuerza del
adulto. Parece que esta práctica era habitual entre algunos monjes budistas y
los Samuráis de Japón (p. 58 y ss. del libro de Verdrager). El argumento
antropológico de fondo venía a decir que las relaciones sexuales entre adultos
y niños existían en otras sociedades, luego el actual rechazo a las mismas era
algo contingente y arbitrario, y que podría cambiar al albur de los cambios
culturales. Es el relativismo cultural que es utilizado a menudo en las
ciencias sociales, aunque un análisis serio exige mostrar cual es el
razonamiento de base (y las fuerzas sociales) que lo sostienen. Cuestión clave
e insoslayable.
Pero, siguiendo con la apelación a las ciencias humanas o
sociales para justificar la pedofilia, detengámonos, brevemente, en el
argumento histórico, en relación a la antigua Grecia, mil veces utilizado.
Veámoslo de la mano de Gérard Bach-Ignasse, “la mejor referencia, según
Verdrager, para analizar la ligazón entre la causa pedófila y las ciencias
sociales”. Así lo hace en un análisis socio - histórico de lo que sucedía en la
Grecia Antigua. Escribía Bach-Ignasse: “lo que parece que más ha cambiado desde
la Grecia Antigua es la relación con los niños. Si el mundo griego de antes de
nuestra era valorizaba la relación de un hombre adulto con un muchacho joven,
reside en que entonces se consideraba tal relación sexual más igualitaria que
la relación con una mujer. La mujer en la sociedad griega es siempre una
subordinada; el muchacho joven, al contrario, está llamado a devenir un hombre
con todo su poder, y esta situación le marca desde su infancia. La relación con
un hombre adulto es para él, un rito iniciático que le resulta socialmente
útil. En la actualidad, si la pedofilia está prohibida en la mayor parte de las
sociedades occidentales, es porque se considera que el niño no es capaz de
discernimiento en sus elecciones, a diferencia de los adultos. Se trata,
concluye Bach-Ignasse, de una ficción” [16].
Dos notas para volver a ellas. De nuevo la cuestión de la
edad y el discernimiento, y la masculinidad de una sociedad que subordina a la
mujer como tal mujer. Me es imposible no pensar en la Iglesia católica.
Rechazo y superación
de legitimación pedófila
La razón principal que provocó el rechazo de la legitimación
pedófila, rechazo que acabó imponiéndose en la sociedad francesa, en un espacio
breve de tiempo, unos diez o doce años, proviene la lectura que se hizo de la
condición infantil. Un niño está dotado de una identidad específica, no es, sin
más, un adulto en potencia, es un sujeto de derechos como tal niño que es, pero
con sus singularidades propias que impiden una mera similitud a los derechos de
los adultos. Dicho brevemente, el niño mantiene los mismos derechos que un
adulto en tanto que es tan persona como el adulto, pero, dada su fragilidad de
niño, exige protección. Un niño, en tanto que niño, dada su talla y dado que se
encuentra en un proceso natural de madurez, (psicológica, intelectual, volitiva
etc.) no tiene las mismas posibilidades de un adulto, tanto para adoptar
decisiones como para defenderse de posibles agresiones o abusos de todo orden.
Esto hace que frente al niño, a los derechos del niño - y del menor cabe decir,
aunque la cuestión de la edad en la que una persona deja de ser menor, sea
cuestión debatida, como veremos más adelante- haya dos dimensiones que no
siempre resultará fácil articular: sus derechos como persona, luego respeto,
con las limitaciones que se considere y justifique, a su libre albedrio, y su
derecho a la protección, protección específica en tanto que niño y menor que
hay que promover.
La relación niño-adulto no es una relación simétrica, sino
claramente asimétrica en la que el adulto tiene ascendiente neto sobre el niño.
Que sea en el seno de la familia, de la escuela, del ocio y tiempo libre, del
trabajo etc., etc. Luego también en las relaciones sexuales. Cuando un niño o
un menor mantiene relaciones sexuales con un adulto, incluso supuestamente
consentidas, no estamos ante una relación simétrica entre dos personas adultas,
sino claramente asimétricas. Particularmente si el adulto supera en bastantes
años al menor, y no digamos si tiene algún tipo de ascendiente sobre el niño o
menor, que sea de tipo familiar, escolar, ocio, laboral, etc. Obviamente aquí
se inscribe, también, la particular gravedad de la relación sexual entre un
sacerdote o religioso con el niño o menor, a quienes conoce en el marco de su
acción pastoral.
Va a ser la asunción de esta doble dimensión del niño y del
menor como sujeto de derechos, por un lado, y necesitado de protección, por el
otro, uno de los factores clave para que la tesis filo-pedófila sea
definitivamente vencida en la dialéctica de los años 80. Aunque no será el
único factor. En la explicación de fenómenos sociales es prácticamente
imposible determinar, con exactitud, el peso de un determinado factor o
variable, como sucede en las ciencias experimentales en laboratorio. En
Ciencias Sociales siempre hemos de hablar de multi-factores o multi- variables,
siendo extremadamente difícil controlar, con rigor, el peso de este o aquel
factor en su correlación con el fenómeno en estudio.
4. La complicada
determinación de la edad legal de los menores
En efecto, en el tema que nos ocupa habría que adentrarse,
por ejemplo, en la discusión sobre las diferentes lecturas que se hacían en la
relación entre la homosexualidad y la pedofilia que de una equiparación total
(“la homosexualidad conduce a la pedofilia” sostenían no pocos) se ha pasado a
la clara distinción en la que ahora estamos, afortunadamente[17].
Recuérdese, también, cómo la plaga del SIDA modificó no pocos comportamientos,
y criminalizó, por ejemplo, las relaciones homosexuales. En todo caso, la
defensa del niño como tal niño, los derechos del niño, en tanto que niño,
sufrieron un acelerón importante en las Convenciones, Declaraciones, Informes
etc., sobre la infancia y los menores y, a partir de un momento, de forma
particular en los abusos de orden sexual por parte de los adultos, que acabaron
en la mayor de las proscripciones. Veámoslo, brevísimamente.
Verdrager apunta, en la página 151, que parafraseo y
completo con mis propias reflexiones, cómo el detalle de los derechos del niño
protegidos no serán los mismos en las diferentes Convenciones de derechos del
niño a lo largo del siglo XX. Incluso algunos provienen del siglo XIX,
centrados en el trabajo de los niños y menores en la industria, a consecuencia
de la revolución industrial y el éxodo de gran parte de la población rural a los
extra - radios de las grandes ciudades, fenómeno que todavía es visible en
muchas partes del planeta.
Permítaseme aquí un breve apunte personal. Hace años, unos
doce más o menos, con un grupo de amigos, participé en una visita guiada a las
minas de Gallarta en Bizkaia, así como a su Museo Minero. Tuve entre manos,
aunque lo he traspapelado, fotocopia de un certificado de defunción por un
accidente en la mina de un menor de 12 o 13 años. Estaba fechado a comienzos
del siglo XX y mostraba, sin duda alguna, lo que, dicho en nuestro lenguaje y
con los valores de hoy, cabe calificar como explotación laboral de la infancia.
Me impactó mucho y escribí algún artículo al respecto que ya no encuentro.
Verdrager muestra varios textos de Declaraciones, Convenios
etc., no solamente franceses, de las dos primeras décadas del siglo XX, en los
que habla de las condiciones del trabajo de niños y menores en la industria,
del trabajo nocturno en los niños, sobre la edad mínima requerida para poder
acceder al trabajo laboral, también en la agricultura, etc. Señala la
Declaración de los derechos de la infancia de la ONU, del año 1959, donde “no
había referencia alguna a los abusos sexuales” que, sin embargo, se encontrará
el año 1989, reténgase la fecha, en la “Convención internacional relativa a los
derechos de la infancia” en cuyo articulado (art. 19 y 34) la “violencia
sexual” es mencionada. Se menciona también cómo la Comunidad Europea, el 2003,
adopta la decisión-marco relativa a la explotación sexual de los niños en la
Unión Europea. Y continua Vergrader escribiendo que “en el periodo reciente, la
legislación anti-pedófila no ha cesado en su reforzamiento, aun cuando el
término pedofilia esté ausente del código penal francés. (…) Algunos han
solicitado que la pedofilia, juzgada a veces como la ´peor de las perversiones,
el mayor atentado a la dignidad humana´[18],
sea considerada como un crimen contra la humanidad; otros han reclamado la
prisión perpetua; el enclaustramiento en campos de internamiento; la castración
quirúrgica o medicinal (anti-andrógenos), o el restablecimiento de la pena de
muerte” (Verdrager p. 151).
Al lector informado no le costará encontrar valoraciones
similares en la literatura en lengua española[19].
En el lenguaje cotidiano, en los ámbitos familiares o de proximidad, luego más
allá de lo publicado como “políticamente correcto”, estos últimos años, los
epítetos para juzgar el abuso sexual en menores se sitúan en el pináculo del
horror, como la abominación más rechazable. Además, en la actualidad, es
impensable leer en un medio público el más menor atisbo de legitimación,
justificación o minusvaloración del comportamiento pederasta, tal y como
Verdrager nos ha mostrado, sucedía en determinados ámbitos, hace no más de
treinta años, en Francia.
Antes de cerrar este punto, quiero detenerme un momento, en
la cuestión en la que se considera a una persona menor de edad, y en su
capacidad de decisión, luego de responsabilidad. En un primer momento comentaré
una carta firmada por 60 personalidades francesas y publicada el año 1977. A
continuación, mostraré la evolución en Francia de la edad de consentimiento
sexual en menores en Francia y, a continuación, la legalidad en la edad en
menores, en 2018, en España, en diferentes aspectos de su vida.
1. Sobre un Carta firmada por 60 personalidades
francesas y que publicó Le Monde (como remitido) el 26 de enero de 1977.
En enero de 1977, con motivo de abrirse un juicio en un
Tribunal francés (Cour d´assisses des Ivelines) sobre tres hombres acusados de
atentados contra el pudor sin violencia sobre tres menores en 1973, y que
llevaban tres años de detención provisional, un colectivo de 60 personas[20]
redactó un comunicado. En él se señalaba que “una detención provisional tan
prolongada les resultaba escandalosa”; que (los acusados) “se arriesgaban a una
grave pena de reclusión criminal, sea por haber mantenido relaciones sexuales
con menores, chicos y chicas, sea por haber favorecido y fotografiado sus
juegos sexuales (jeux sexuels)”. Precisan que las relaciones sexuales fueron
sin violencia y consentidas, como manifestaron los menores al juez de
instrucción, “aunque la justicia les deniega actualmente todo derecho al
consentimiento”, precisan en su comunicado.
Añaden que "la ley francesa se contradice cuando
reconoce capacidad de discernimiento a un menor de trece o catorce años al que
puede juzgar y condenar, mientras que esa ley le niega esta capacidad en lo que
se refiere a su vida emocional y sexual”. Y concluyen su comunicado con estas
palabras: "Tres años de prisión por abrazos y besos, es suficiente, no
entenderíamos que el 29 de enero Dejager, Gallien y Burckhardt (los mayores
acusados) no reencuentren la libertad”.
Desconozco cual fue el veredicto del Tribunal, pero, tampoco
creo que sea aquí lo esencial. De hecho, no lo he buscado. Limitándome al
comunicado, resaltaría, de entrada, estas ideas: por un lado, una ley que en
nada favorece la pedofilia, luego no se pierda de vista que la pedofilia era
legalmente perseguida en Francia; que ley que es restrictiva a la hora de
conceder valor al consentimiento sexual en menores, pero, una ley que suscitó,
en su momento, una viva reacción contraria entre personalidades de primera fila
que conformaban parte del dialogo socio-cultural en Francia en la década
posterior a mayo del 68. Dicho en otras palabras: la pedofilia, con su paso al
acto (sin violencia y con consentimiento de los menores), aunque legalmente
condenada, era aceptada por una parte, significativamente importante, de la
población intelectual francesa.
Nótese que el argumento esgrimido reside en la capacidad de
consentimiento en los menores, pero, más que eso, y más importante a mi juicio,
obsérvese que nada en el comunicado hace pensar en una condena moral de las
relaciones sexuales entre adultos y menores, siempre que se hayan llevado a
cabo sin violencia y con consentimiento, repito. Estamos muy lejos, de la
valoración que en la actualidad podemos leer en la prensa de tales relaciones
sexuales. Comprender este cambio de actitud social, conforma una de las razones
que me animan a redactar estas partes (3ª y 4ª) del presente texto.
2. La evolución de la mayoría sexual en
Francia.
Ya que he trabajado el libro de Verdrager, traslado aquí la
evolución de la edad en la que se considera mayoría sexual en el país vecino
(paginas 62-63). En tiempos de Napoleón III (ley de 1863) la mayoría sexual se
fijó en los 13 años de edad. En 1942, el gobierno de Vichy del mariscal Petain,
mantuvo los 13 años para las relaciones sexuales heterosexuales y fijó en 21
años la mayoría de edad en las relaciones homosexuales, coincidiendo con la
edad de mayoría civil. Tres años después, una ordenanza del General De Gaulle,
sube la mayoría sexual heterosexual a los 15 años, manteniendo la de la
relación homosexual a los 21 años. El año 1974, en la presidencia de Giscard
d´Estaing, además de descender la edad civil de los 21 a los 18 años de edad,
se mantiene la mayoría sexual heterosexual en los 15 años y se rebaja la
homosexual a los 18 años de edad. En fin, al poco de acceder al poder
Mitterand, el año 1982, se establece la mayoría de edad sexual, tanto para las
relaciones heterosexuales como para las homosexuales, a los 15 años de edad. El
baile de cifras muestra, Inequívocamente, la historicidad de las actitudes
hacia la sexualidad, con su consiguiente traslado a la legislación de cada
momento.
3. Las edades legales de los menores en España,
el año 2018
Veamos ahora en un apunte
breve, cuales son las edades legales en España, en los menores, y según en qué
conceptos, el año 2018.
Los menores pueden trabajar
a partir de los 16 años, según el Estatuto de los Trabajadores. Aunque no
pueden ejercer trabajos nocturnos, realizar horas extras ni ocupar ciertos
puestos en virtud de la seguridad laboral. Con el trabajo viene la obligación
de pagar impuestos sobre la renta.
La edad legal para contraer
matrimonio en España es de 16 años, aunque es preciso que la persona esté
emancipada. También pueden mantener relaciones sexuales consentidas a partir de
esa edad. (Hasta el año 2015, era de 13 años).
Al mismo tiempo, las mujeres de 16 o 17 años necesitan un permiso de los
progenitores para interrumpir un embarazo no deseado.
El Código Penal es
específico para los menores. Este código distingue entre menores de 14 y 15
años por un lado y de 16 y 17 años por otro. La ley establece, entre otros,
límites a los años de reclusión o centros específicos de internamiento, en
razón, además de la gravedad del delito, de la edad del menor.
Los pacientes de 16 años
pueden tomar sus propias decisiones en materia médica, salvo incapacidad
judicial, intelectual o emocional.
Con 15 años pueden sacarse
el carné de conducir para un ciclomotor y con 16 años para una motocicleta de
hasta 125 cc. Además, con 16 años se puede obtener una autorización especial de
uso de armas, aunque con limitaciones.
Sin embargo, no pueden votar
hasta los 18 años. Tampoco se les puede expender tabaco o bebidas alcohólicas
(ni beberlas en público) hasta cumplir 18 años, edad en la que adquieren la
mayoría civil.
Quiero añadir, expresamente,
que, estos datos ya los he mostrado, ajustados a su momento, en Comisiones, a
las que fui invitado, tanto en el Senado como en el Parlamente español, así
como en muchos congresos y conferencias, también en los locales del Plan
Nacional contra las drogas. He referido en múltiples ocasiones, que, sabiendo
que la inmensa mayoría de jóvenes con 16 y más años, ya bebían alcohol, y lo
hacían en público, nos encontrábamos con, probablemente, la ley y normativas
más incumplidas en España. Pedí, reiteradamente, un debate sobre la edad y sus
limitaciones legales en los jóvenes, en diferentes aspectos de la vida social.
Solo conseguí que me acusaran de querer fomentar el consumo de alcohol en menores
de 18 años.
4. Del
padre rey al niño rey
Centrándonos en el tema que nos ocupa sobre la pederastia del clero
católico, y exagerando un tanto (pero siguiendo el razonamiento de algunos
analistas) cabe hablar, cómo, desde los años 60 y 70 del siglo pasado hasta
nuestros días, se ha vivido un choque entre dos sacralidades: una menguante y
otra creciente. La menguante es la sacralidad sacerdotal, entendido el cura (la
palabra “cura” ya lo denota) como mediador entre el cielo y la tierra, capaz de
perdonar los pecados aquí cometidos y así abrirnos la puerta al cielo del más
allá y, quizá más importante, liberarnos del infierno, del fuego perpetuo donde
no habrá más que llanto y crujir de dientes en medio de demonios con tridente.
Los cuadros de “El Bosco” representando el Infierno (en el museo del Prado sin
ir más lejos) lo muestran muy bien. Pero, una vez que Juan Pablo II dejara caer
en una catequesis que el cielo y el infierno no eran unos espacios físicos sino
unas actitudes del espíritu, el miedo se desplomó y con él el “poder” del cura,
aunque ya con la entronización de la era secular y el derrumbe del estado de
cristiandad, la figura del sacerdote acababa ocupando los últimos lugares en
las proyecciones de futuro deseadas por los jóvenes, como mostraban bien las
encuestas, y mejor aún, la caída en picado de las vocaciones religiosas.
Al mismo tiempo, la figura del niño se colocaba en el pedestal de la
sociedad emergente. Aunque quizá alguno dirá que en el pedestal del discurso
políticamente correcto de la nueva sociedad. ¿Qué había pasado? Pues que
asistíamos a otro derrumbe con todas sus consecuencias. Este derrumbe tenía
lugar en la familia tradicional, de matriz mediterránea, romana y católica, amén
de protectora de todos (hasta los fámulos, de ahí la denominación familia)
hacia otra liberal, de matriz protestante o “sin religión”, e individualista,
donde ahora, muy mayoritariamente estamos en el mundo occidental.
De ahí que hayamos transitado de una familia patriarcal, centrada, en el
mundo rural en el abuelo, en la sociedad moderno en el padre, (siempre hombres)
a una familia centrada, sea en los progenitores (vistos como complemento
psicológico, como prótesis individualista, dixit Lipovetsky), sea en los niños
(a veces cuando falla lo anterior). Así el niño se convierte (se puede
convertir si las cosas van medianamente bien) en el rey de la familia,
destronando completamente al rey de otrora, al padre. Y el rey es inviolable.
Sagrado dirán algunos. Antes y ahora. Como escribe Bobineau, “el niño rey, es el
centro del afecto y la preocupación de la familia, que consume más y más
tiempo. Deseado, porque los padres están proyectados en él: se dará cuenta de
lo que sus padres no pudieron lograr. Por lo tanto, se volvió intocable,
eminentemente valioso, breve, sagrado. Pero su legitimidad no proviene de
arriba, sino de abajo, de sociedades democráticas individualistas” (“Le Monde”,
25/09/18).
Y un rey destronado, no puede violar al nuevo rey, de ahí el
conflicto de sacralidades, a decir de Bobineau. Añádase a ello, la lectura que
cabe hacer, en la era secular, del comportamiento de un padre, visto como un
“padre espiritual” que abuso del niño en la era de la cristiandad, con una
Iglesia que pretendía imponer, entre otras cosas, su propia moral
5. ¿Cómo se ha
llegado a esto? Causas, motivos, circunstancias… para
explicar la pederastia en el clero.
A lo largo
de las páginas anteriores hemos visto algunos de los textos que refieren la
amplitud de la pederastia en el clero católico, nos hemos detenido en la
diferente lectura, que hace treinta años, algunos hacían de la pederastia, así
como la evolución con la visión que se tenía, y se tiene en la actualidad, del
niño. A continuación, voy a tratar de presentar las causas, razones, motivos,
circunstancias, etc., aducidos por unos y otros, para dar cuenta de cómo hemos
llegado a esta situación de pederastia en el clero, que no pocos califican, con
razón pienso yo, pese a una también evidente inflación de epítetos, como plaga.
En las próximas páginas, intento resumir algunas de estas razones, causas o
motivos, con algún comentario mío añadido. El orden en el que los presento no
significa ninguna jerarquización de causas o motivos.
. El celibato del clero
Muchas
voces, dentro y fuera de la iglesia, sean o no católicos, apuntan al celibato
como una de las causas mayores a la hora de explicar la pederastia del clero.
Baste recordar aquí la recomendación del Informe australiano a la iglesia. Pero
no hay unanimidad.
No voy a
volver aquí al tema, pero no me resisto a trasladar una opinión matizada,
aunque favorable a la relación entre el celibato y la pederastia, emitida por
una persona que me parece muy seria. Se trata de Jean- Louis Schlegel, un
reputado sociólogo de la religión, durante muchos años director de la revista “Esprit”,
fundada por Emmanuel Mounier, creador y propulsor del personalismo cristiano,
revista en la que sigue escribiendo en la actualidad. Schlegel publicó, en
septiembre de 2018, un artículo en el que se puede leer esto: “…en contra de la
posición defendida por la iglesia y por muchos católicos, con las revelaciones
recientes, negar una relación al menos indirecta, en el sentido de que el
celibato infeliz, con las frustraciones que engendra, puede fomentar todas las
perversiones e incitar a la violencia o incluso a la delincuencia sexual, será
cada vez más difícil de mantener”. (Le Monde 18/09/18)
Hablar de
“una relación indirecta en un celibato infeliz” con la pederastia, yo también
suscribiría, pero no lo limitaría al “celibato” infeliz, pues creo que cabe
extenderlo, al menos como hipótesis, a la relación sexual infeliz en una
pareja, sea homosexual como heterosexual. Mi ignorancia en estos temas me
impide seguir adelantes. Soy sociólogo, no psicólogo o psiquiatra, menos aún
sexólogo, pero, no me cuesta aceptar que una vida sexual vivida infelizmente, una
vida sexual frustrada, luego frustrante, se presta, si no se es capaz de bien
gestionar la frustración, a toda suerte de remedos, algunos perversos como la
pederastia entre los pedófilos, más allá de que vivan solos o en compañía.
Personalmente
he defendido en varios de mis trabajos la voluntariedad del celibato. Pero por
razones que no tienen que ver con la pederastia.
. Los
conflictos en la iglesia.
Leí en su integridad el texto-panfleto de Viganò. Me dejó
profundamente dolido, abrumado ante tanta miseria. No me basta que me digan que
forma parte de una guerra en el interior de la Iglesia, aunque hay guerra,
obviamente. Pero no es cosa de nuestros días. Estas guerras las ha habido
siempre. Desde los inicios de la cristiandad: el llamado Concilio de Jerusalén
hacia el año 50 de nuestra era, hasta la renuncia de Benedicto XVI y, ahora, el
acoso al papa Francisco.
La carta de Viganò rezuma rencor,
revanchismo y más. Basta ver quienes la defienden. Pero resulta muy difícil
defender que todo lo que en ella se dice sea falso.
También se ha dicho, y cito aquí el documento “Perdón” que firman algunas Instituciones de
Iglesia en España, arriba referenciado, que, “en la publicidad dada al escándalo, ha participado la
extrema derecha eclesiástica más enemiga de Francisco, como medio para
conseguir su dimisión. Quienes antes prohibían y castigaban toda crítica a la
autoridad eclesiástica, alzan ahora su voz pidiendo claramente nada menos que
la renuncia del papa y eligiendo además cuidadosamente el momento de hacerlo.
Son gestos que no parecen muy nobles ni muy evangélicos. Pero que tal vez
ayudan hoy a explicar el porqué de la inesperada dimisión de Benedicto XVI (que
había hablado antes de “una iglesia llena de corrupción y suciedad”) y el
contenido de aquel misterioso informe que tuvieron los cardenales en el
conclave que eligió a Francisco”.
Todo esto es cierto pues, en el mundo en el que vivimos, en nombre
de objetivos, muchas veces espurios e inconfesables (el dinero y el poder, en
primer y principal lugar), se buscan motivos para derribar adversarios
políticos (basta asomarse a la prensa española, cualquier día) y también
religiosos. La Iglesia no vive, afortunadamente, en una urna de cristal, y las
intrigas anidan en su seno, ya en tiempos de la vida del Nazareno. Pero, dicho
lo anterior, las guerras en el interior de la iglesia no deben servir de excusa
para reconocer y afrontar la pederastia de demasiados miembros de su staff
clerical.
. El
clericalismo de la Iglesia Católica
En el arriba mentado documento “Perdón”, al referirse al clericalismo, se hace
referencia a un intento fallido, hace diez años, del obispo australiano Geoffrey Robinson,
quien recibió de la Conferencia episcopal de su país el encargo de investigar
los escándalos de pederastia. Tuvo que renunciar por presiones del Vaticano, y publicó
un libro contando su historia[21].
En el documento “Perdón” citan algunos párrafos del libro del libro de Robinson,
que, a su juicio, explica bien qué entienden por clericalismo en este contexto:
“La obsesión por reivindicar el ministerio presbiteral como poder y no como
servicio (….) ha sido con casi seguridad una de las causas estructurales de la
peste que hoy lamentamos.(…) Francisco ha denunciado repetidas veces al
clericalismo: ya antes de ser obispo de Roma como “hipocresía” y “mundanidad”
contrarias al espíritu de Jesús; y más tarde como forma de impedir la
eclesialidad de los laicos y ´como uno de los peligros más graves de la Iglesia´
(en 2017). Parece también innegable que la obsesión de la congregación romana
por frenar las investigaciones del obispo Robinson era, en realidad, una
defensa de su propio clericalismo”. Y concluyen este punto, antes de dar paso
al siguiente con él relacionado, con esta afirmación: “y lo que es ese
clericalismo a niveles individuales, es el eclesiocentrismo a niveles
colectivos”, eclesiocentrismo como otra de las causas de la pederastia, que
mostraremos más abajo.
Pero retengamos antes la reflexión de Jesus Martinez Gordo en su
artículo, titulado, precisamente “Pederastia y Clericalismo”[22]
del que trasladamos un párrafo. Tras proponer la celebración de Asambleas o Sínodos diocesanos que culminen en
uno general de la Iglesia española, escribe que “en ellos habría que afrontar,
entre otros asuntos, la cuestión del clericalismo y la insoportable hipoteca
que supone para el futuro de nuestras iglesias. Sería una magnífica ocasión
para, además de dar voz a las víctimas de estos crímenes y reparar algo del
mucho daño causado, reivindicar, por ejemplo, la participación de todos los
bautizados en la elección de sus respectivos obispos y para proponer la
promoción de nuevas maneras de acceder al sacerdocio: no solo que los casados
puedan serlo (los llamados “viri probati”) o que el celibato sea opcional, sino
que, en casos, cada día más normales, de ausencias prolongadas de curas,
algunos laicos sean elegidos para ser ordenados y presidir sus comunidades por
un tiempo determinado; finalizado el cual, dejarían de ejercer como tales (los
sacerdotes “ad casum” y “ad tempus”). Obviamente, también las mujeres deberían
ver abierto su paso al sacerdocio. Que Jesús no las eligiera apóstoles en su
tiempo no quiere decir que lo prohibiera o impidiera hoy. Nada de eso. Y más,
visto que su comportamiento fue revolucionario frente a la situación que
padecían en aquella época”.
No puedo no manifestar mi aquiescencia total con estas ideas
cuando las he defendido, con detalle, en varios de mis últimos libros.
Obsérvese, también, que la crítica al clericalismo va asociada a la idea de
“poder”, de abuso de poder, que, en el caso de la pederastia, quiere decir
abuso de poder sexual, amparado en el poder que se otorga al clero en la
estructura piramidal de la Iglesia Católica actual, aunque, lentamente, ya
empieza a hacer aguas. Para desesperación de muchos: unos por su lentitud,
otros porque, innegablemente, atisban el final de “su” modelo de Iglesia.
El eclesiocentrismo
Volviendo al ya
citado documento “Perdón” podemos leer que “junto al clericalismo, como hermano
gemelo suyo, debemos hablar de un falso amor a la Iglesia, un pecado habitual y
estructural de eclesiolatría: de amar a la Iglesia más que a Dios, con la
excusa de que es la representante de Dios. De esta manera se pone el “buen
nombre” de la Iglesia por encima del buen nombre de Dios, único que merece toda
gloria. Y se olvida culpablemente que, según los evangelios, el verdadero
objeto del amor de Dios no es la Iglesia sino “el mundo” (Jn. 3,16-17). Tras
mentar, con cierto detalle, tres casos sangrantes de eclesiocentrismo en la
historia de la Iglesia – Maciel, Ch. Maurras y el arzobispo Carranza, citando
aquí a Tellechea Idígoras – se detienen, a continuación, en la curia romana y
en el nombramiento de obispos. Traslado dos de sus apuntes en estos temas.
Respecto de la curia romana escriben esto: “Sin ánimo de herir, pero desde la necesidad de ser honestos que
impone nuestro tema, y con el deseo de que la Iglesia sea la que Dios se merece
y no la que más favorece a sus dirigentes, debemos añadir que la curia romana,
con su enorme poder frente a toda la iglesia y frente al mismo papa, ha sido la
institución donde más han cuajado y desde donde más se han propagado los
pecados anteriores”. La afirmación, dura
y rotunda, de que “la curia romana (….) , ha sido la institución donde más han
cuajado y desde donde más se han propagado los pecados anteriores” exige
mostrar la fuente en la que está basada.
Respecto del nombramiento de obispos y selección del clero escriben que “una de las cosas que más extrañan en la
peste de la pederastia clerical es la presencia de tantos nombres de obispos y
hasta cardenales, entre los encubridores, pero a veces incluso entre los
violadores. Ello suscita la pregunta de cómo y con qué criterios se habían
hecho esos nombramientos” Tras una larga requisitoria, ya al final de este
punto leemos lo siguiente: “aunque no podamos medir la proporción exacta, parece
innegable que el sistema actual de nombramientos ha tenido su parte en la
catástrofe de los curas pederastas y de los encubridores. Porque, además, ese
sistema engendra luego, mecánicamente, unas formas autoritarias de proceder”.
He escrito un largo libro sobre el poder y su ejercicio en la
Iglesia Católica que me dispensa de detenerme aquí en estos puntos. Simplemente
añadiré que comparto la reflexión sobre el nombramiento obispos pero que no
tengo información contrastada para avalar (o infirmar) lo que se dice de la
curia romana. Asímismo diré que la relación de esos puntos con la pederastia
clerical me suscita dudas. Sin embargo, comparto plenamente la idea de que el
sistema de nombramiento de los obispos, y la centralidad excesiva de la curia,
son manifestaciones de “formas autoritarias de poder” que, esto sí, me parece
que se pueda correlacionar con la pederastia, en las décadas anteriores, (hasta
el cambio de siglo, más o menos) cuando todavía se vivía bajo el paraguas del
estado de cristiandad, a cuyo derrumbe estamos asistiendo.
En fin,
permítaseme recordar que llevo defendiendo, varias décadas, que los
nombramientos episcopales y papales deben ser temporales. He sugerido que diez
años como mucho, sin reenganche ni traslados.
. La colusión entre la
homosexualidad y la pederastia
En bastantes de las informaciones y documentos que he señalado en las
páginas anteriores se ha podido constatar cómo la correlación entre la
homosexualidad y la pedofilia, y su paso al acto en la pederastia, son aducidos
con frecuencia como siendo una de las causas, si no “la” causa de pederastia en
el clero. Personalmente apunto en otro sentido.
Creo que el fondo del problema, al menos uno de los fondos
que exigen atención continuada, reside en una cultura en la Iglesia que, dicho
escuetamente, magnifica el dolor y condena el placer, particularmente el placer
sexual. No tanto que busque el dolor por el dolor (aunque hubo doctrinas y
actitudes en el pasado que buscaban el martirio, y todavía en la actualidad “sufrir
con resignación”, compartiendo los dolores de Jesús en la cruz, aparece como
una virtud cristiana) pues, por ejemplo, se aceptan los cuidados paliativos,
incluso si aceleran la muerte (mientras no se la busque directamente, dicen no
pocos). Pero no conozco documento oficial alguno de la Iglesia Católica que
diga que el placer sexual sea bueno en sí mismo considerado, como tal placer
sexual. Si existe tal documento agradecería conocerlo. Más bien se dice lo
contrario. Hay como una sospecha (se pierde el control de la razón en el coito,
se arguye) de que, a fin de cuentas, el acto sexual debe estar encaminado a la
procreación, siendo falta grave impedirlo por medios artificiales. Ahí está
Humanae Vitae para corroborarlo. 50 años después.
Pienso que es en esta cultura que, primero la homosexualidad
y ahora la practica sexual de la homosexualidad, es considerada como
intrínsecamente perversa, luego, dicen en este tema algunos, necesitada de
ayuda psiquiátrica (u otra) para domesticar la tendencia (al parecer natural) a
la relación sexual entre personas del mismo sexo. Incluso, parece ser que, en
personas heterosexuales, según sus circunstancias vitales, pueden desear tener
relaciones sexuales completas con personas del mismo sexo. Pienso en las
cárceles, separadas por el sexo de los reclusos. Pienso en los (escasos)
seminarios en occidente, en los conventos unisex, de hombres y mujeres.
Personalmente, quiero añadir, que hoy en día, no veo problema alguno en la
práctica sexual homosexual, con más limitación que la que debe presidir toda
relación, sexual o de otro orden, entre dos personas adultas donde debe primar
el respeto al “otro”, y obviamente su acuerdo para tal relación.
He de confesar que para llegar a esta convicción han debido
pasar muchos años, leer muchas cosas, conocer la vida pública de no pocos
homosexuales (hombre y mujeres) para dejar de ver en ellos, para superar
incluso, lo que de crio me transmitieron: que eran unos desviados sexuales a
los que se les tachaba de maricones y tortilleras.
. Los trapos
sucios se lavan en casa: el tema del encubrimiento y de la ocultación de datos
Este es un tema que requiera más atención del que aquí le voy a prestar.
Además de que este texto ya es muy largo, he de confesar que es un tema con el
que comparto opiniones encontradas. Recuérdese que opinar quiere decir tener
una opción sobre un tema sabiendo que la contraria puede ser la cierta. Una
opinión no es una convicción, menos aún una certeza.
Quiero decir que, en este orden de cosas, tengo algunas convicciones
(débiles, por no profundizadas) con las que me he manejado en la vida. De
entrada, la necesidad de mantener, en la medida de lo posible y sin causar perjuicio grave a otros, la
privacidad y discreción. Siempre he sido crítico con WikiLeaks y similares. La
gobernanza, en cualquier rango o ámbito (en la política, en la iglesia, en la
gestión de un centro docente, etc., etc.), exige confidencialidad, discreción y
mano izquierda. No me parece saludable para la marcha de una sociedad que todos
los trapos sucios salgan a la calle y se aireen. Si hay un comportamiento
reprobable y rechazable, hay que subsanarlo, por supuesto y, en su caso,
castigar al culpable. Puede exigir hacerlo público, pero no siempre me parece
que sea la mejor solución, si el objetivo es el de resolver el mal que hay que
atajar. Otra cosa es que se pretenda desvelar comportamientos rechazables con
otros objetivos, espurios respecto del que creo que debe ser el principal:
atajar el mal y condenar, en su caso, al culpable. Claro que aquí topamos con
otra cuestión a la que no dejo de dar vueltas: la lógica de lo noticiable.
Los medios de comunicación social, máxime ahora que viven sus horas más
bajas por el empuje de Internet y la información gratuita (lo que obviamente es
nefasto para la veracidad de la información) los medios de comunicación social,
decía, buscan denodadamente cualquier información que, incluso, pueda ser
lesiva para las personas que ocupen un cargo público, o que sean celebres. Así,
hemos llegado a la información basura, dominante en nuestros días. Cada día
cuesta más ver un telediario, abrir un periódico, escuchar una emisora de
radio, convertidos en púlpitos laicos de lo socialmente correcto y en
anecdotarios de desgracias múltiples, lo que hace que muchos se refugien en
internet y en las redes sociales donde, como ya nos advierte el gran
antropólogo Marc Augé, ” para el que sabe y sabe buscar, Internet es una
mina. Para los demás una trampa”. Con lo que pasamos de “guatemala a
guatepeor”.
¿Hemos ganado hoy cuando el más pequeño desliz, en el ámbito de la
sexualidad, por ejemplo, un tocamiento equívoco en un ambiente de jolgorio
desenfrenado por la ingesta abusiva del alcohol (muy potenciador del deseo que
no de la capacidad sexual) en un ámbito festivo, provoca la proliferación de
discursos a cuál más grandilocuente, magnificando el detalle más escabroso
posible? Vivimos en una cultura muy erotizada. Parece que la palabra más
tecleada en Internet es sexo. Pero, más que eso, me asombra ver las portadas de
la prensa común, la publicidad de lo que sea, coches, motos, viajes, etc.,
llenos de mujeres jóvenes en actitudes sensuales, insinuantes, sin que los
movimientos feministas y los puritanos del siglo XXI digan nada. Pero, por otra
parte, en ese contexto, el que sea casto de total castidad no solo no aparece
como un héroe, sino como un bicho raro, sospechoso de toda suerte de desmanes.
Pero dicho lo anterior, no es menos cierto que gracias a la
publicitación de determinados comportamientos, ha habido logros importantes. Es
prácticamente seguro que, si los abusos sexuales del clero se hubieran lavado
en casa, la Iglesia no hubiera comenzado a adoptar las medidas que ya está
adoptando. Lo mismo cabe decir de tantos y tantos desmanes en la vida pública,
particularmente en el mundo de la política y, desde el “Me too” en el de los
abusos sexuales a la mujer. El tema está en saber dónde está la línea que
separa el morbo y la inmundicia de la imprescindible respuesta a los abusos del
tipo que sean.
Quiero añadir, trasladando aquí dos
comentarios escritos por la misma persona, en un medio de comunicación en el
que se escribía sobre la pederastia en el clero.
Gabriel Elisabeth (1). “Sí ... ¿por qué el nuncio (Viganò) no lo
denunció antes? Pero también, el celibato de los sacerdotes es un requisito que
data solo del siglo XII o XIII para proteger los bienes de la Iglesia ...
además de que los ortodoxos no tienen este principio ... Cómo ser ayudado,
eventualmente, por un célibe en asuntos sexuales? ! Nos dicen que nos traen a
lo más espiritual ... Es mejor reír ...”
Gabriel Elisabeth (2). “El tema (de la pedofilia en el
clero) deviene tan frecuente que uno puede preguntarse si no hay exageraciones
calculadas. Dicho esto, conozco a responsables de niños y adolescentes que
tienen buen cuidado de no hacer un solo gesto, incluso amistoso, ¡por temor a
ser acusados de pedofilia! ¡Volveremos
al comportamiento de los puritanos de los siglos pasados! No creo que sea una
buena cosa”[23].
Pero no quiero terminar este punto, al menos por ahora, sin
repetir, una y mil veces, que nada puede justificar el abuso, los innumerables
abusos que ahora estamos conociendo por parte del clero católico en los menores
y en los niños. Poner remedio a esta lacra debe ser la prioridad.
. La distinta
valoración de diferentes actos sexuales. La necesidad de la contextualización.
La moral sexual es una moral histórica nos dijo el primer día de clase el
profesor Janssens cuando abordamos el tema en Lovaina. Guardé aquellos apuntes
con mimo hasta que los traspapelé. Pero no lo he olvidado nunca y, ahora aflora
con fuerza a mi mente.
Entender no significa
justificar. Muchas veces en mi vida, por ejemplo, cuando analizaba los crímenes
de ETA, he solido escribir que, para mejor afrontar tales crímenes, entre otras
cosas, me parecía fundamental entender por qué actuaban como actuaban, y qué
tipo de legitimación utilizaban. A menudo se me respondía diciendo que tal
planteamiento venia de alguna manera a justificar sus planteamientos. Pues he
aquí que leyendo este verano de 2018 un libro, recién editado, de mi admirado
amigo Arnoldo Liberman, “Heidegger y yo, judío”, (Sefarad Editores,
Madrid 2018, 258 páginas), en el que ajusta sus cuentas con el filósofo
pro-nazi, encuentro una reflexión sobre el tema arriba mentado. La traigo aquí.
Escribe Liberman en las p. 135-136: “Entender no significa disculpar; mejor
dicho, significa lo contrario. (…) Pero, siempre me intrigó que, en Si
esto es un hombre, Primo Levi, escribe refiriéndose a Auschwitz: ´Tal vez
lo que ocurrió no deba ser comprendido, en la medida en que comprender es casi
justificar´. Viniendo de cualquier otro la frase quizá no tendría importancia,
no así viniendo de Levi, a quien debemos acaso el mejor testimonio del Holocausto.
¿Entender es justificar? ¿O es que Auschwitz come aparte? ¿Se equivocó Arendt y
no hay que tratar de entender el mal extremo? ¿No es contradictoria la frase de
Levi con el hecho de que él mismo se pasase la vida tratando de entender el
Holocausto y por eso declarara: “para un hombre laico como yo lo esencial es
comprender y hacer comprender”?
Añade continuación Arnoldo Liberman: “Solo Tzvetan Todorov, que yo sepa, ha
explicado convincentemente esa contradicción. Según él la advertencia de Levi
no vale más que para el propio Levi y los otros supervivientes de los campos
nazis: estos no tienen que intentar comprender a sus verdugos, porque la
comprensión supone una identificación con ellos, por parcial y provisional que
sea, y eso puede acarrear su propia destrucción. Pero los demás no podemos
ahorrarnos el esfuerzo de comprender el mal, sobre todo el mal extremo, porque,
como concluye Todorov, y con él Liberman, “comprender el mal no significa
justificarlo, sino darse los medios para impedir su regreso (…) Eso casi nunca
es fácil. No solo porque entender exige talento: también porque exige coraje”.
La distinción que realiza Primo Levi, y aprueba Liberman, en la diferente actitud
de las víctimas y en la de los estudiosos, me parece muy pertinente. La hago mía.
Yo he solido escribir, defendiendo la importancia de entender la violencia, que
no debemos pedírselo a las propias víctimas, pues supondría victimizarlas por
partida doble. Por otra parte, como nos recuerda Hannah Arendt, "intentar
comprender no significa perdonar, pero comprender lo veo como mi deber".
En efecto, otra cosa es que, en su gestión del dolor, las víctimas decidan
perdonar al verdugo, que siempre seguirá siendo verdugo. Pero, lo repito,
nunca he pedido, ni pediré a una víctima, ahora, en este texto, a un menor,
víctima de abusos sexuales que perdone a su agresor ni que trate de entenderlo.
Pero, quien quiera tratar de combatirlo, tendrá que saber dar cuenta de
porqué el agresor actúa como actúa. De ahí, la importancia capital de entender el
contexto en el que han actuado los pederastas y las razones y motivos que se habían
dado para sus abusos sexuales con menores y niños.
.
Entre el ultra - liberalismo sexual de la sociedad actual y el rigorismo de la
Iglesia católica
Así, cuando, “ante la
creciente libertad sexual, la Iglesia opone su rigurosa moralidad sexual como
la única admisible según la fe y la razón, (….) la iglesia corre el riesgo de
imponer, de entrada a sus fieles, exigencias insostenibles, que los presionan,
los hacen sentir culpables, los obligan a mentir y engañarlos”, aunque hace
décadas, me permito añadir, prácticamente nadie hace caso a tales exigencias.
¿Quién hace caso en el mundo occidental a Humanae Vitae?, por ejemplo.
“¿Y los curas?, se pregunta
Schlegel. El cura diocesano, soltero al servicio de las comunidades católicas,
también vive "en el mundo", al igual que sus feligreses. Sin
compartir su tiempo o su corazón, con una castidad al menos deseada, se supone
que su elección prefigura el futuro ´escatológico´ en el reino de los cielos,
donde ya no habrá ´esposas ni maridos´, y se supone que su libertad de una
familia le permite proporcionar mejor el ´servicio más elevado´ que le debe a
sus hermanos y hermanas”.
¡“Servicio más elevado!
¡Como me recuerda esta expresión de Schlegel mis pesquisas cuando leyendo para
uno de mis libros, en el vigente Código de Derecho Canónico, los sistemas para
las tomas de decisión en la iglesia, me topaba una, y otra, y otra vez, con la
expresión de “sagrados pastores” al referirse a los sacerdotes! [24].
“Cuenta la leyenda, continúa
Schlegel, que San Antonio, ya retirado en el desierto en el siglo IV, fue
atormentado en la imaginación por los demonios de la lujuria. Para los
sacerdotes de hoy, los "demonios de la lujuria" están en todas
partes, en la carne y en la calle como en las imágenes virtuales de su ordenador.
Los curas están expuestos a exhibiciones de libertad de amor, vestimenta,
erotismo y las innumerables imágenes que lo transmiten”.
He aquí otro ejemplo de contextualización, que he querido citar en extenso,
por parte de un sociólogo estudioso de las religiones con una gran obra a sus
espaldas. Schlegel apunta, él también, a la conveniencia de dejar el celibato
como opción voluntaria. Repito que esa es también mi opción, aunque no estoy
convencido de que, sin más, resuelva la pederastia clerical.
. La masculinidad en
el staff clerical
Es una banalidad decirlo y, quizá por ello, no lo veo suficientemente
mentado: en la Iglesia Católica, en occidente, su “staff” (cardenales, obispos
y sacerdotes, seculares o religiosos) son todos hombres, y todos célibes. El
conjunto de dirigentes de la iglesia lo conforman hombres, lo que,
inevitablemente, conlleva ver la sociedad desde el prisma de la masculinidad.
Además, siendo ellos el staff de la Iglesia, conlleva también, que la propia
Iglesia en su organización e, incluso, en su doctrina, esté impregnada de
masculinidad. Y que, cuando aparece la mujer, sea, más que habitualmente, bajo
la figura de virgen, empezando por la Virgen María, recientemente denominada,
nada menos que Madre de Dios, sin que San José, su marido, haya recibido
similar advocación de Padre de Dios. La mujer es, básicamente, vista en la
Iglesia, como virgen. No he realizado el recuento de santas, reconocidas como
tales por la Iglesia Católica, pero apenas me vienen a la cabeza mujeres
casadas, reconocidas como santas.
Creo que, legítimamente, cabe preguntarse, ante la ausencia de la mujer en su vida personal y privada, y
la proliferación, en sus oraciones de la mujer, muchas veces “virgen y mártir”,
me pregunto, repito, qué incidencia puede tener en el clero, en su “estar en el
mundo relacional”, en su relación con la mujer de carne y hueso. Cabe
preguntarse también, si, al límite, en algunos casos, siendo ya uno demasiados,
pueda derivar en comportamientos pederastas, mayoritariamente, salvo error por
mi parte, con chicos más que con chicas.
Parte de la respuesta a estas cuestiones la tendríamos con el análisis fino
de los comportamientos sexuales en miembros del clero católico en comparación
con los de los pastores protestantes casados, controlados científicamente en
contextos similares. Quiero decir, en los mismos países y en los mismos periodos
temporales. Cabría también comparar los comportamientos de clérigos célibes y
casados en las Iglesias católicas orientales donde tal posibilidad existe.
Esta hipótesis de la masculinidad como una de las causas posibles de la
proliferación de la pederastia en el clero se me aparece muy importante a
explorar. Habría que partir de un
trabajo serio, científico, mediante entrevistas en profundidad, a una muestra
bien seleccionada de sacerdotes. De entrada, bastaría con llevarlos a cabo en
uno o dos entornos concretos, tanto entre acusados como pederastas, como no.
Obviamente, como se hacen las cosas en la ciencia, de forma anónima. La ciencia
no es periodismo. Ningún dato que pudiera identificar a un sacerdote o religioso
entrevistado debiera ver la luz pública. La muestra no tiene por qué ser muy
elevada. Dos de cincuenta serían más que suficientes. En fin, no quiero
continuar con este punto pues no pasa de ser una hipótesis de trabajo, por muy
importante que me parezca. Y me parece, pues, además, permitiría, a su vez,
abrir la ventana a un tema crucial en la Iglesia de nuestros días: el papel de
la mujer en ella. Los dos temas van unidos.
6.Unas breves
reflexiones finales para cerrar, que no concluir, estas páginas
. Habrá que dilucidar hasta donde, y en qué contextos, hay
correlación entre la pederastia y el celibato. La muy seria investigación
australiana de 2018 propugna el celibato voluntario en la iglesia católica. No
es el único. Pero, me inclino a pensar que lo esencial no está en la condición
de célibe o viviendo en pareja, sino en cómo se vive la sexualidad, tanto en el
celibato como en la pareja. También si se da en un clima de simetría o de poder.
. Creo fundamental, básico, radical (ir a la raíz), tomar
conciencia de la mala relación de la iglesia y religión católicas con el sexo
y, especialmente, del sexo como placer. En este orden de cosas, la disociación
entre la cultural de libertad sexual (entre adultos) en la sociedad actual, en
contraposición al rigorismo de la iglesia, puede ser un factor explicativo,
entre otros, de la eclosión de la pederastia en el clero, durante las pasadas
décadas.
. El staff de la iglesia es masculino. No veo
suficientemente subrayado este aspecto que también creo crucial. Lo que nos
lleva a otra cuestión, absolutamente clave en la iglesia católica: la situación
de la mujer. Personalmente apoyaría la doble hipótesis de una fuerte
correlación entre la pederastia clerical y la situación de la mujer en la
Iglesia, por un lado, y la actitud de la iglesia (obviamente masculina, distante
y temerosa) con la mujer de carne y hueso, mujer que se presenta, muy
frecuentemente como virgen, en el santoral. Estamos aquí en un punto neurálgico
del tema. Imposible soslayarlo, a mi juicio.
. No hay que olvidar la difícil salida del estado de
cristiandad cuando el “ordo clericalis” dominaba la ética e, incluso, la
gobernanza civil. En ese marco sitúo yo los conflictos en el interior de la
Iglesia, conflictos que siempre los hubo. Ayer fue el papa Benedicto. Hoy,
Francisco. Esta cuestión se explicita en documentos panfletarios como los del
nuncio Viganò, y en algunas Webs y redes sociales muy ideologizadas, pero, solo
tangencialmente, tiene relación con la pederastia.
. En un mundo muy erotizado, en el que se rechaza todo asomo
de paternalismo como de supremacismo masculino, en el que parece apuntarse un
neo-puritanismo, la contención de la libido parece misión imposible para el
común de los mortales. Sean hombres célibes o casados.
. Hemos transitado, al menos en el occidente opulento, de una familia patriarcal, centrada en el padre a
otra en la que el niño es el rey de la familia, destronando completamente al
rey de otrora, al padre. Y el rey es inviolable. Sagrado dirán algunos. De ahí,
la lectura que cabe hacer, en la era secular, del comportamiento del clérigo,
“padre espiritual”, que abusó del niño en la era de la cristiandad, con una
Iglesia que pretendía imponer la moral a la sociedad.
. Creo que habría que analizar con más detenimiento el tema
del encubrimiento. No hay duda de que ha habido encubrimiento culpable en la
Iglesia, incluso realizado de buena fe, con consecuencias terribles para los
niños. Hace décadas, se
condenaba la difamación o revelación de cosas negativas y no solamente ante la
pederastia del clero. Pienso también, que, hoy en día, apenas sabemos nada de
la pederastia en el seno de las familias. Dicho sea, ruego se me entienda bien,
sin pretender aplicar el ventilador. Digo solamente que el tema del
encubrimiento exige profundización.
. Pues, afirmar, como parece cierto, que los casos de
pederastia se dan, prioritariamente, en el seno de los entornos más próximos,
como la familia, no debe servir de excusa para abordar, con rigor y vigor, la
pederastia en el clero.
. Yo también sostengo, como dice
el documento “Perdón” de algunas instituciones españolas de iglesia, que la llamada “tolerancia cero” vale sólo
frente a los delitos y contra la posibilidad de que estos prescriban, no ante
las personas en las que siempre queda alguna posibilidad de redención (“reeducación
y reinserción social”, se dice en la Constitución española, art. 25b, artículo,
hoy, de capa caída) que hemos de procurar implementar. El principio de “odiar
al pecado, pero amar al pecador” no ha perdido vigencia. Y, junto a la
resiliencia de las víctimas queremos pensar también en la reconstrucción de los
verdugos.
. Soy plenamente consciente de que quedan muchas cuestiones
por abordar. Por ejemplo, las consecuencias para la Iglesia Católica de que
haya salido a la luz pública la magnitud y extensión de los abusos sexuales del
clero. Lo que, de entrada, servirá, si toma buena nota y cambia, para purificar
la Iglesia. Limitándome a lo sociológico, (no tan reñido con lo teológico y con
lo moral), habrá consecuencias dentro de la propia Iglesia, en su organización
interna y, quiero creer que, en su lectura del sexo, de las relaciones
sexuales. Y consecuencias para su labor pastoral que, a fin de cuentas, es la
razón de ser de la iglesia: mostrar al Dios de Jesus de Nazaret al mundo de
hoy, un mundo poblado por tantos dioses seculares.
. Quiero cerrar estas páginas como las comencé. Reiterando
lo que considero más importante y más urgente: resarcir hasta donde sea posible
el daño causado a niños y menores, desvelar el manto de silencio de sus
abusadores que deben recibir la sanción correspondiente, y hacer lo necesario
para que tales situaciones no se repitan. Lo que exige, perentoriamente,
conocer cómo, en razón a qué contextos, actitudes, organización interna de la Iglesia,
etc., etc., tal plaga ha podido anidar y desarrollarse en la Iglesia católica.
Aquí tampoco hay atajos: a Dios rogando y con el mazo dando.
Donostia San Sebastián, 3 de octubre de 2018
Javier Elzo
[3] Toda esta información está entresacada de una
consulta en Aciprensa del 22 de enero de 2018. Este es el enlace. https://www.aciprensa.com/noticias/pedofilia-en-la-iglesia-esta-vinculada-a-la-homosexualidad-dice-ex-rector-de-seminario-44131
[5] http://www.atrio.org/2018/08/otra-teoria-y-practica-de-la-sexualidad-en-la-iglesia-este-es-el-desafio-de-fondo/#more-16375. La entrada de
ATRIO (del 28 de agosto) se inicia con una breve aportación mía, parte de la
cual utilizaré más adelante en este texto, a la que sigue la más extensa y
enjundiosa de Claudio Ibáñez.
[6] Esta es
la referencia que ofrece del studio: Sipe, A.W.Richard. Celibacy in Crisis: A
Secret World Revisited. Routledge, 2003. Cabe citar otro trabajo,
donde también participa Sipe, también publicado en EE.UU, cuya segunda edición
es de 2006, pero hay otras, incluso en 2016, titulado “Sex, Priests, and Secret
Codes: The Catholic Church's 2,000 Year Paper Trail of Sexual Abuse “,
cuyo contenido no he llegado a consultar. Sus autores son Thomas P.
Doyle , A.W. Richard
Sipe y Patrick J.
Wall. El editor (en la edición de 2016) es Crux
Publishing.
[7] https://www.la-croix.com/Religion/Ce-revelent-chiffres-pedophilie-dans-lEglise-Australie-2017-02-06-1200822831
[8] Trabajo básicamente con informaciones de Andrea
Tornielli en Vatican Insider y de la propia Sala de Prensa del Vaticano que he
consultado en la Web Loiola XXI. Estos son los enlaces: https://loiolaxxi.wordpress.com/2018/08/20/reflexion-de-andrea-tornielli-de-vatican-insider-sobre-el-informe-de-pensilvania/,
[9] Me baso
para escribir estas líneas en la información suministrada por el cotidiano
católico “La Croix” el 26 de septiembre de 2018
[10] Este
es el enlace a la información: Un documental con cámara oculta descubre a un centenar de
sacerdotes practicando cibersexo gay
[11] Pierre
Verdrager, sociologo, autor de "L’enfant
interdit : Comment la pédophilie est devenue scandaleuse". Armand
Colin, Paris 2013
[12] Hay
varias ediciones en castellano en Ariel. Creo que la primera es de 1976. La
edición francesa es de 1972 en Seuil. El original en inglés es de 1971 y se ha
reditado muchas veces. Recuerdo vivamente su influencia en España durante la
transición.
[13] Tony
Duvert, “Le Bon sexe illustré“, Minuit, Parias 1974, p. 108
[14] Pagina
11 del libro de Verdrager. Para contextualizar la afirmación de Foucault,
véase http://1libertaire.free.fr/MFoucault317.html Este texto es la transcripción de un debate
público en la radio - France Culture, el 04/ 04/1978) - entre un abogado, un
periodista de Gai Pied (periódico pro homosexual), un filósofo defensor de la
homosexualidad y Michel Foucault. No tiene desperdicio para entender qué
cuestiones se planteaban en aquellos años en Francia sobre este tema. Es
también un ejemplo de lo que es una radio de calidad que aborda con seriedad
temas de importancia, incluso escabrosos.
[15] Un
ejemplo lo tenemos en el título de un libro de mi buen amigo Javier Urra, “SOS…Víctima de abusos sexuales”, Ed
Pirámide. Madrid, 2007.
[16] Gérard
Bach, “Le miroir de nos pratiques“,
en “Homophonies“, nº 47, septiembre 1984, p.39, citado por Verdrager, o. c. p
55-56.
[17]
Verdrager, en el libro que comentamos, apunta (ver página 139) cómo el cardenal
Bertone en 2010, trató de asimilar la homosexualidad a la pedofilia, pese a que
Benedicto XVI, el año 2008, en un vuelo a los EE. UU, entrevistado por los
periodistas, ya había manifestado que homosexualidad y pedofilia eran dos cosas
distintas.
[18] Cita
aquí Vergrader el trabajo de Homayra Sellier, “Innocence - en – danger. com. Internet, le paradis des pedophiles”,
Paris, Plon, 2003, p. 12.
[19] Ruego
se me perdone que, por mera comodidad intelectual, me limite a referir, a pie
de página, varias entradas en “Religión Digital” de la mañana del día de hoy,
(15/09/18, 10.30 a.m.) al revisar el texto de arriba, ayer redactado: “Laicas
y Laicos de Concepción (en Chile) exigen que se sancione ´con toda la fuerza de
la ley´ los abusos a menores”; La Fiscalía
pide para el líder del grupo de los 'Miguelianos', Miguel Rosendo, 66 años de cárcel, acusado, entre
otras cosas, de tres delitos contra la libertad sexual --uno de agresión
sexual continuado y dos de abuso sexual continuado; El Instituto de
Diálogo Interreligioso (IDI) de Argentina, dirigida por un rabino, un musulmán
y un sacerdote católico, se suma a la defensa de Francisco tras la carta del ex
nuncio en Washington Carlo María Viganò que reclamó la
renuncia de Francisco; “Sus declaraciones en el vuelo de vuelta de
Irlanda son tremendamente ofensivas". 'Daniel' y otras tres víctimas de
los 'Romanones', al Papa: "La Iglesia defrauda a las víctimas para abrazar
a los abusadores"; Los obispos franceses, "tristes y
avergonzados" por los "atroces" abusos a menores. Prometen una
"vigilancia implacable y un cambio permanente de actitud" ante la
pederastia; Los obispos de EE.UU. comparten con el Papa el dolor por "el
demonio del abuso sexual". Roma acepta la renuncia del obispo de
Wheeling-Charleston, acusado de abusos, y ordena una investigación; Julián
Barrio (arzobispo de Santiago de Compostela) agradece a Francisco su
"valentía evangélica". Le da las gracias por su "dolor, humildad
y realismo" frente a los abusos. Invita a sus fieles a estar atentos
"a cualquier señal que Pedro pueda hacernos para ayudarle".
[20] De los 60 firmantes señalo aquí estos
nombres, por ser, quizá, más conocidos en España: Louis Aragon, Roland
Barthes, Simone de Beauvoir, Patrice Chéreau, Gilles et Fanny Deleuze,
Jean-Pierre Faye, André Glucksmann, Guy Hocquenghem, docteur Bernard Kouchner,
Jack Lang, Jean-François Lyotard, Jean-Paul Sartre y Philippe Sollers.
[21]
Poder y sexualidad en la Iglesia. Colección
“Presencia Teológica”. Ed. Sal Terrae,
2008. El libro lleva un subtítulo bien expresivo: Reivindicar el Espíritu de Jesús.
[22] Jesús Martinez Gordo “Pederastia y clericalismo” en Diario Vasco y en http://www.settimananews.it/chiesa/pederastia-e-clericalismo/ (30/ 08/18)
[24] Leo en
la prensa, que el 27 de septiembre de 2018, “el Papa Francisco ha dimitido del
estado clerical a Fernando Karadima Fariña, de la Archidiócesis de Santiago de
Chile”. Antes la expresión utilizada era la de “reducción al estado laical”.
Habiendo criticado en mis trabajos esa expresión, por lo que tiene de injuriosa
para los laicos, quiero manifestar mi satisfacción por el cambio. Aunque aún
queda mucho por hacer.
Gracias por afrontar el problema de una manera muy reflexiva, documentada y propia de su profesión enfrentándonos a la realidad social que a todos nos afecta. Lo estudiaré con muchísima atención.
ResponderEliminarGracias por tu interés, Roman. Todo comentario, sobretodo si es crítico lo agradecería para mejorar el texto.
ResponderEliminarCordialmente
JE