Brevería 5. Una noche en la Semana Grande donostiarra, desde
mi casa.
Sábado 11 de agosto
23.30 Comienza la música.
23.35 Primera intervención del “animador” en el micrófono: ¡Aúpa
Donostiiiii! Esta noche la vamos a pasar de puta madre”. Cierro la ventana.
23. 45 Suena la música. La oigo, pero no molesta. Si todo es
así, si el volumen sonoro se mantiene a ese nivel me parece magnífico. Quienes
están en las terrazas de Kursaal y aledaños, en la calle, la escuchan
perfectamente. Como yo, si abro la ventana. Pero no molesta si la cierro. Creo
que es el equilibrio perfecto: volumen suficiente para los que están en la
fiesta, sin molestar a los que estamos en casa. El único pero, aunque de talla,
es el “animador”. ¿Por qué ha de gritar tan fuerte, tanto tiempo, a esas horas?
00.40. El “animador” a voz en grito: “Donosti, estás de
fiesta. Las manos, arriba y arriba, arriba, arriba, ¡arriba”! Los gritos del
“animador” tapan la música. Repite una y mil veces hasta desgañitarse lo de
“las manos arriba y arriba, arriba, arriba…”. No entiendo lo que quiere decir.
01.45. El “animador” sigue desgañitándose a grito pelado:
“¡vamos, vamos, vamos, manos arriba!, ahora con variantes: ¡arriba y abajo,
arriba y abajo!, ¡una mano arriba, otra abajo!, ¡izquierda, derecha!, ¡más rápido,
más rápido! Y así, gritando con toda su fuerza, un buen rato.
02.15. El “animador”, sigue gritando. ¡Y arriba, y arriba, y
arriba! Otra voz dice ¡Más fuerte! Y, “el animador” se enardece gritando ¡Ruidoooooo!.
Insisto, el volumen de la música me parece muy adecuado. No puedo decir lo
mismo del del “animador”.
Me voy a la cama. Tengo a mano los tapones para los oídos.
Veré si concilio el sueño. Y así siete noches. Es el ambiente de las noches de
la Semana Grande donostiarra en la zona del Kursaal.
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