Más allá de la unilateralidad y la bilateralidad en Euskal Herria
Fue el mes de mayo de 1972. Juan Ajuriaguerra cita a Xabier
Arzalluz en el restaurante “Urkia” de las Siete Calles de Bilbao. En la
conversación, de lo que nos relata Eugenio Ibarzabal, en el capítulo 10 de su
más que interesante reciente publicación, “Juan
Ajuriaguerra, el hermano mayor” (Erein 2019), entresaco la idea para este
artículo. Nos dice Ibarzabal, y lo retuve ya de la presentación de su libro en
Donostia, que “lo único que parece interesarle del pasado (a Ajuriaguerra), es
el pacto de San Sebastián, el 17 de agosto de 1930, y del error que fue para
los nacionalistas vascos colocarse al margen de los avatares de la política
española”. E Ibarzabal, supongo que parafraseando sus frases, pone en boca de
Ajuriaguerra estas palabras: “De haber participado en el Pacto, el Estatuto
hubiera sido una realidad mucho antes, como les ocurrió a las catalanes, y caso
de disponer de un gobierno propio, los carlistas navarros no hubieran campado
por sus respetos. Podríamos haber evitado el golpe. Hicimos exactamente lo
contrario, le dice (a Arzalluz), mirándole fijamente a los ojos” (p.383).
En la presentación de su libro en Donostia, Ibarzabal
resaltó, creo que fue en el turno de preguntas, que Ajuriaguerra no era
partidario de soluciones unilaterales en el contencioso vasco, idea que también
mantendría en la presentación del libro, al menos en Bilbao, como leo en la
prensa. Ahora que estamos viviendo el proceso del “procès” donde la famosa DUI
(Declaración Unilateral de Independencia) tuvo una dimensión muy relevante, me
lleva a reflexionar sobre lo que unilateralidad supone, entre nosotros, en
Nafarroa y en la CAV.
Apunto de entrada mis dos tesis (o convicciones, si
prefieren) en este tema. Primera: siempre me parecerá mejor una solución
bilateral que unilateral. Segunda: la unilateralidad, para que tenga éxito y no
quede, en el mejor de los casos, en un brindis al sol, solamente la puede
ejercer el más fuerte. Pues en política, en las decisiones políticas, lo que
juega, lo esencial, lo que “va a misa” como se decía cuando se iba a misa, es
la ley del más fuerte. Así ha sido históricamente, así lo es ahora, y no veo
que será muy distinto en el futuro. Cambiará la forma, los mecanismos en los
que el más fuerte hace valer su poder (que no su razón, ni sus supuestos
derechos, pero eso solo importa en los deseos, en los debates intelectuales y
como arma arrojadiza en las disputas entre partidos). Hasta ayer mismo el poder
se ejercía mediante las guerras, tanto los alzamientos o insurrecciones como
sus aplastamientos. (Con excepciones muy excepcionales como ahora en Argelia,
pero veremos dentro de dos años quienes mandan, allí también). Es el poder de
las armas. EEUU, él solito tiene tanto poder militar como la casi la totalidad
del poder militar que tienen todos los demás países juntos. Si pensamos en
Euskadi (o en Catalunya), si hiciera falta el Ejército español acabaría con
todo intento de independencia. Pues esa es una de las funciones que le asigna
la Constitución española.
Pero ahora, ya no hace falta el ejercito pues las tornas
están cambiando. También en el planeta, aunque Trump y otros muchos americanos
todavía no se han enterado (Si mañana entraran, manu militari, en Venezuela, no
sé si harían bueno a Maduro, cosa extremadamente difícil, pero Guaidó estaría
deslegitimado). Pero centrémonos en Euskadi.
Para señalar que no solamente la unilateralidad, sino
también la bilateralidad la acepta y promueve el más poderoso. La han reclamado
lehendakaris vascos y veo que ahora también lo hace Bildu, aun a regañadientes
pues ellos, históricamente, han propugnado la unilateralidad y, eso, sin
recordar tiempos en los que proclamaban aquello de “amnistia ez da
negoziatzen”. En la actualidad PNV y Bildu apuestan por la bilateralidad, pero
me temo que mucho tendrán que cambiar las cosas para que los poderes del Estado
español, el gobierno, sea el que sea, el parlamento y el poder judicial
renuncien a la unilateralidad respecto de Catalunya, la CAV y Navarra. La
aceptan, también a regañadientes, sobre todo algunas fuerzas políticas
españolas, respecto del gobierno de la Unión Europea, su Parlamento y, menos
aún, respecto de sus tribunales de Justicia. Sí, esto de la unilateralidad y la
bilateralidad se reduce a la ley del más fuerte.
Ante esta
realidad incuestionable, el más débil, y en este contexto lo son Catalunya, CAV
y Navarra, deben pensar bien su estrategia. Maxime, cito textualmente a Eustat
(05/04/19), cuando afirma que “un recién nacido de nuestra Comunidad Autónoma, si es niño,
vivirá algo más de 80 años y tendrá una probabilidad de casarse del 48%; y en
el caso de que sea niña, su esperanza de vida se prolongará hasta los 86,3
años, su probabilidad de casarse será de casi el 52% y tendrá un solo hijo o
hija”. No creo que sea muy distinto en
Navarra. Si aciertan, en la
próxima centuria se vivirá la crónica de una muerte anunciada: la desaparición
de la Euskadi autóctona.
¿Qué hacer?. Cabe
la ensoñación independentista para pasado mañana, (cuando ya ahora la defiende
menos de un tercio de los vascos); apostar por una defensa en términos
ideológicos (derecho de autodeterminación, derechos de los pueblos, derecho a
decidir, etc., etc.), la pataleta o, peor aún, echarse al monte, donde el más
fuerte, tarde o temprano, siempre gana; echarse a la bartola, comiendo,
viajando, bebiendo y despotricando de los demás (políticos en primer ligar)
pensando que “arreen los que vengan después); o mirar a otro lado solazándose,
o sufriendo, con el Athletic, la Real, el Osasuna o el Alavés quienes, por
cierto, cada vez ocupan más portadas de la prensa, otro signo de los tiempos.
Si, ¿Qué hacer?.
Cabe pensar en Asterix frente al todopoderoso emperador Julio Cesar y soñar en
una irreductible Euskal Herria. Pero, ¡ay!, no tenemos poción mágica ni
Panoramix que nos la fabrique. Claro que siempre nos queda David frente a
Goliat, pero eran otros tiempos muy lejanos. Pero, todavía mantenemos lo
esencial: nuestro pueblo a condición de que se ponga las pilas. Un pueblo que
opte por construir país: apostar por la formación durante toda la vida (la
asignatura pendiente de nuestro sistema educativo); ver Euskal Herria como un
todo, más allá, y sin obsesionarse por ello, de su actual división
geopolítica; potenciar la relación
público-privado (una de nuestras fortalezas); invertir sin descanso en ciencia
y tecnología sin olvidar las humanidades; tampoco olvidar que el hombre y la
mujer somos animales espirituales, que debemos dominar lo material si no
queremos quedar a la merced de la llamada inteligencia artificial y sus
asfixiantes pulpos digitales (en manos de los GAFA, los nuevos amos del mundo);
acoger con cariño, y respeto a su cultura, a los inmigrantes, para que, a la
segunda o tercera generación, digan con orgullo, “ni euskalduna naiz”. Además,
los necesitamos; congeniar, aún más, la cultura del trabajo con la de la
diversión; mirar al futuro, sin olvidar el pasado, pero, en su totalidad, no
solamente en lo bien que hicieron los míos y mal los otros; desterrar como
pócima mortal la cultura de la queja y de la negatividad que nos corroe y
destruye. Es un suicidio a cámara lenta; etc., etc. Y todo esto, esto sí,
benetan, “gure esku dago”, eta gure esku bakarrik.
Donostia 8 de
abril de 2019
Javier Elzo
(Texto publicado
el 12 de abril en Noticias de Gipuzkoa, Noticias de Álava y en DEIA y el 14 de
abril en Diario de Noticias de Navarra).
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