La
quimera de un anarquismo que funcione
El eterno retorno de los fascismos, que con tanta
perspicacia nos recuerda Rob Riemen, y el avance continuado de la extrema
derecha, recorre, cual fantasma de otros tiempos no tan lejanos, la mayor parte
de Europa. En muchos sitios habiendo alcanzado el poder. Unos datos en base a recientes
elecciones. El 26 % de la población votó extrema derecha en Austria, donde ya
gobiernan); el 22 % en Italia, donde también gobiernan, el 21% en Dinamarca
(sí, en la mitificada Dinamarca), el 20 % en Hungría, el 18 % en la no menos
mitificada Suecia, el 14 % en Polonia, misma cifra en Letonia, 13 % en
Alemania, 9% en Francia, misma cifra en Bulgaria, 7% en Finlandia, 6% en
Grecia…. Y, ¿en España?: el 0,24 %, de los que Vox se lleva el 0,20%, según mi
fuente (Le Monde 11/09/18). Pero, a tenor de una encuesta-panel de El
Confidencial (15/09/18) superaría el 3% de los votos, provenientes del PP,
dicen, donde siempre hemos pensado que estaba, agazapada, la derecha extrema
española.
Estos movimientos vienen de donde han venido
siempre. En tiempos de incertidumbre, como los nuestros desde hace una década,
es el miedo al extranjero, a ser invadidos por otros, es el rechazo, del todo
punto irracional, al emigrante. Irracional porque no son tantos ni mucho menos,
irracional porque la opulenta, aunque mundialmente arrinconada Europa sin que
queramos reconocerlo, los necesita. Irracional porque nunca fuimos tan ricos
como ahora, nunca tuvimos más medios, más bienestar como ahora (aun teniendo en
cuenta el bajón con la reciente crisis). ¿Quién saca a pasear a nuestros
mayores ya en Euskadi, por poner un ejemplo visible? Añádase a ello una cultura
de la queja continuada, el imperio de la noticia negativa en los medios de
comunicación, la proliferación de pulpitos laicos denunciando esto y aquello,
portales electrónicos para protestar por lo que sea, exigir más y más derechos
sobre todo y por todo, etc., etc. Así crece, por un lado, la cultura del
“first”, “first América”, “d´abord la France”, Deutschland über alles”, España,
España, España de VOX. Crece también, lo veremos mas abajo, el anticapitalismo decimonónico.
Todos estos movimientos de extrema derecha se caracterizan
por un nacionalismo radical, extremo, excluyente del diferente, un nacionalismo
encerrado, enfeudado, en su propia mismidad de país o nación, exaltado al
máximo. Nacionalismo que excluye, tanto una Europa unida en su diversidad, una
Europa fuerte si no quiere convertirse en el museo occidental del planeta, como
el reconocimiento de pueblos, con propia identidad, en sus actuales estados -
nación. Superar esto supone discutir los niveles de capacidad de decisión que
tenemos los ciudadanos, en los diferentes entidades y organismos políticos en
los que estamos insertos.
Pero hablando de fantasmas y retornos, traigo aquí
unas notas que tomé de una Mesa Redonda, organizada por uno de mis periódicos
de referencia, el pasado 5 de octubre en Paris, titulada “El gran retorno del
anticapitalismo”.
El filósofo
Pascal Bruckner, señaló cómo el dinero era más importante en el Medievo que
ahora (en Occidente) donde tenemos el estado de bienestar, lo que no impide
que, el capitalismo sea, en la actualidad, el equivalente de Satanás en la Edad
Media: el signo de todos los males. Añadió que la iglesia católica vive en una
profunda contradicción: rechaza el dinero y el capitalismo (así el papa
Francisco), pero es muy rica en edificios. Incluso puede caer en cierta
esquizofrenia: odia el dinero, pero dice necesitarlo para “buenas obras”. Pero,
y en esto, con fuertes matices, los cuatro miembros de la Mesa estaban de
acuerdo: el capitalismo resulta ser el único sistema que, económica y
socialmente hablando, funciona.
En la Mesa
Redonda se dijo que, tras el derrumbe del comunismo, y el desplome de la URSS,
no quedan alternativas y las que quedan, no son defendidas más que por unos
pocos intelectuales y políticos de extrema izquierda, que apenas tiene el favor
del electorado libre. Salvo los que añoran la seguridad de la ex URSS. (Léase
de la Nobel Svetlana Aleksiévich, “El Fin del homo sovieticus”, Acantilado,
2015. Hay capítulos sobrecogedores de personas que añoran la seguridad,
comenzando por la alimenticia, de la extinta URSS. Personalmente me deja estupefacto
constatar cómo personas que han pasado años de su vida en el Gulag, sin embargo,
siguen añorando y defendiendo el orden, el mendrugo de pan y el vodka del régimen
estaliniano).
En este orden de
cosas, en España tendríamos, afortunadamente en tono menor, a Podemos, y a
Sortu en Euskadi, quienes, hace unos años proclamaban el movimiento
bolivariano. Pero hoy ya, solamente con la boca pequeñita, limitándose a ser movimientos
de protesta (muchas veces justa) pero, la historia lo muestra, no construyen
nada cuando llegan al poder, sino tiranía (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea
del Norte, China…), más allá (que tampoco es poco) subir el bienestar de los
más pobres, aunque empobreciendo al todo social.
El Talón de Aquiles del capitalismo actual reside en
que aumenta las diferencias entre ricos y pobres. Todos (o la gran mayoría)
somos más ricos (el doble que en 1968 se dijo en la Mesa redonda de Paría sin
que nadie rechistara), aunque menos felices, parece ser, pues medir la felicidad
es cosa muy compleja. Jean-Dominique Senard, mediático Presidente Ejecutivo de Michelin, abogó por “un
capitalismo responsable, que se oponga a los capitalismos financieros de los
anglo - sajones y al del Estado Chino”. Y ha escrito sesudos trabajos al
respecto, avalados por su éxito, también entre los trabajadores de su gestión
en le empresa de Montpelier.
Hace ya días en un documental en “tv arte” el compositor John Cage
apostaba por “un anarquismo que funcione”. Y yo también, claro está. La
pregunta es cómo conseguirlo. De hecho, no se me ocurre ningún ejemplo en la
historia que lo valide. Bien al contrario. La anarquía es una quimera, un cuento
de hadas social. No una utopía, que requiere una serie de valores, actitudes y
comportamientos en los que aquí no vamos a entrar.
Una redacción algo recortada de este texto se publicó en “El Correo” el
15 de noviembre de 2018
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