sábado, 21 de enero de 2017

¡Qué día!: Trump y la Tamborrada donostiarra


Trump y la Tamborrada donostiarra

¡Qué día el de este 20 de enero, recién concluido! Esta tarde he seguido en directo el traspaso de poderes de Obama a Trump, y he escuchado el discurso del nuevo presidente de los EEUU. A medida que avanzaba el discurso, mi desconcierto dejaba paso a la congoja, la congoja al cabreo y del cabreo a una mezcla de desconcierto, congoja y cabreo con ribetes de acongojonamiento mientras mis nietos iban llegando de la fiesta de San Sebastián, haítos de tocar y escuchar tambores.

A las 12 de la noche, una hora de arriada en ETB, culminada con la reproducción sonora de la marcha de San Sebastián de Sarriegui con la participación del Orfeón en la interpretación del año 2016, interpretación abruptamente cortada, un ejemplo más de la falta de sensibilidad total de los productores, o lo que sea, en las retransmisiones musicales.

Mi yerno francés, que asistía por primera vez a la Tamborrada, no se cansaba de decirme que nunca había visto algo similar, esa fusión de una música con un público exultante, cantante y danzante en una plaza. Durante el día, su hijo, mi nieto de poco más de dos años, engalanado con un mandil, dos palos y un tambor en la cintura no paraba de aporrearla, tocarla, siguiendo, milagrosamente, el ritmo de las piezas de Sarriegui, Solozaba…tanto que no logramos que conciliara el sueño en la siesta, aunque a la noche cayó como un tronco. Entretanto su prima, mi nieta mayor, a punto de hacer tres años, ya acostumbrada a estos lances y a ver a sus padres subidos a la tarima de la Plaza de Constitución, lograba dormir, felizmente su siesta y ejercía de anfitriona de su primo.


¡Qué día! Del acongojonamiento de Trump a la alegría (¿Freude beethoveniana?) de ver aporrear el tambor a los nietos, deliciosamente agotadores.

lunes, 9 de enero de 2017

La gente es buena

La gente es buena

El pasado día de Reyes me desplacé en el tren de Renfe de las 11,22 de Donosti a Beasain. En la estación de Beasain me percaté que ya no llevaba conmigo mi billetera con las tarjetas de crédito, el dinero y los documentos de identidad. Lo comunique al agente de Renfe de Beasain quien, inmediata y amablemente, avisó a la estación de Zumárraga para que revisaran el vagón del tren en el que viajé, y a Donostia por si me había caído en la estación. Sin éxito. Anulé las tarjetas. Pero, apenas un rato después, recibí un correo de Renfe señalándome que había aparecido mi billetero. Al poco, una llamada al móvil. Era el conductor del tren para decirme que una persona le había entregado el billetero y que me llamaba para comunicármelo y que lo entregaba a la Ertzaina. Poco después recibía, en efecto, otra llamada, esta vez de la Ertzaina con la noticia. Quedé que, a la vuelta Donosti pasaría por la comisaría del Antiguo donde, en efecto, me devolvieron el billetero completo, con todo el dinero que llevaba encima.

Mi agradecimiento a la persona que encontró el billetero en el tren, al conductor del mismo, a los agentes de RENFE quienes, con diligencia, se pusieron en contacto conmigo, así como a la Ertzaintza, me confirma en la idea que solía repetir, uno de los pensadores que más admiro, Paul Ricoeur, cuando repetía que “las buenas acciones se acumulan, mientras que las interrupciones del mal no crean un sistema”.


Sí, las buenas acciones construyen una sociedad. Las malas, a lo sumo, dificultad su construcción. La retrasan. Afortunadamente las primeras son más abundantes, pese a la idea generalizada, trasmitida en los medios de comunicación, de que es el mal el que anida entre nosotros. Otro ejemplo más de que la mayoría publicada se equivoca. Pues, pese a todas las deficiencias y maldades, nuestra sociedad es cada día mejor, más justa, más convivial. Porque la gente, la mayoría de las personas son gente honrada. Gracias. Eskerrik asko.